CAPÍTULO CUATRO “No hay nada aquí, Royce”, insistió Mark, pero Royce sacudió la cabeza. No podía explicar todo lo que había visto sin arriesgarse a cambiarlo, pero sabía que esta era la dirección correcta. Puso su mano en la bolsa que contenía el espejo, sintiendo la seguridad de su presencia. “Vamos en la dirección correcta”, le aseguró Royce. “Entonces dinos por qué”, preguntó Mark. Royce dudó. “Yo… no puedo. Por favor, tienen que confiar en mí”. Miró a Matilde y Neave. “Sé que es difícil, pero sé lo que estoy haciendo”. “Sería más fácil si hubiera algo de tierra a la vista”, dijo Matilde, señalando la extensión abierta del mar a su alrededor. “No quiero quedarme a la deriva hasta que todos muramos de hambre, Royce”. Gwylim ladró algo que podría haber sido un acuerdo. “Siempre po