Capitulo 6
La ceremonia Perfecta.
Narra Nahia Anderson
Salgo de mi habitación con mis padres sosteniendo mi mano, el vestido que tanto soñé arrastra por el suelo y bajo con mucho cuidado las escaleras.
Al pie de ellas, me esperan mis damas de honor, luciendo hermosas, mis hermanas y mi mejor amiga sonrien al verme y Marie me entrega mi bouquet.
Salimos de casa y comienzo a sentir que mis latidos se aceleran, mi padre me toma de la mano y solo nos subimos al auto adornado nosotros dos, mientras mis hermanas, madre y mejor amiga.
Vamos por la calle de la ciudad, y por las calles los autos pitan la bocina al ver mi auto.
Después de transitar unas cuantas calles, al fin llegamos a la mansión Smith , ya que la boda se celebrará en su majestuoso jardín.
Todos se bajan y me ayudan a entrar a la casa, ya que saldré por las puertas dobles que dan al jardín.
Mi suegra está esperándome y me recibe de brazos abiertos.
—¡Ay nena! El vestido se te ve espectacular —me elogia—, hasta parece que no tuvieras esos kilitos de más.
Veo a mi padre fruncir el ceño de lejos, pero no dice nada. Es que así es mi suegra, a veces sale a relucir con los comentarios fuera de lugar.
—¿Estamos listos? —pregunta mi padre y yo asiento. Me ofrece su brazo y lo tomo mientras vemos que mi suegra sale a ocupar su lugar.
La melodía de Rivers Flow in you, de Richard Clayderman suena en vivo y me imagino al amor de mi vida caminando junto a su madre. Luego mis damas de honor y los pajes.
—¿Estas lista? —pregunta mi padre— mande a dejar el auto encendido por si te arrepentias.
Sonrio, burlándome de él, y de todos, porque no entiendo la manía de preguntar si estoy arrepentida.
La música cambia, y la marcha nupcial suena en el piano.
—Si estas segura, entonces, vamos por tu nueva vida —me da un beso en la frente y veo como abren las puertas para dejarnos salir.
Camino por el pasillo, con una alfombra blanca a mis pies, y con la mirada de todos sobre mí, las manos me sudan y tengo miedo a caerme, pero como siempre, mi padre me sostiene.
Lo veo a él, con una sonrisa en el rostro, y se que no necesito nada más, porque este se ha convertido en uno de los momentos más hermosos de mi vida.
Cada paso que doy, es un paso que me acerca a la vida que siempre soñamos, que siempre hemos deseado.
Puedo ver cómo sus ojos se cristalizan y uno se sus padrinos le tienes un pañuelo, ese pequeño gesto me conmueve demasiado.
Las miradas sobre mí me ponen nerviosa, siento esa sensación extraña que ocurre cuando alguien no te quita la mirada de encima, pero es normal, ya que todos los ojos están sobre mí.
Mi padre me entrega a mi futuro esposo, y él me da un casto beso en la mano, mientras sonríe.
Nuestras manos permanecen enlazadas y su dedo pulgar acaricia mi mano, el pastor comienza a oficiar la ceremonia, Lee la Biblia, ese pasaje dónde habla del preeminencia del amor y nuestras miradas se conectan.
El momento de decir nuestros votos llega y ambos acordamos escucharlos por primera vez frente a todos.
—Nahia, eres el amor de mi vida, la persona que ha estado para mí día y noche, en los momentos tristes y felices y la verdad, no sé qué haría sin tí —tartamudea un poco y escucho a alguien ahogarse entre los invitados, nuestras miradas de inmediato van hacia esa zona pero creo que es una de mis damas de honor, aunque no logro distinguir quién de las tres es.
Voy a voltear para verlo de nuevo pero antes de hacerlo mis ojos conectan con los de cierta persona y no sé porque me pongo nerviosa.
Volteo a mirar a la persona que debería tener toda mi atención y no dice más nada, sus manos están heladas y no sé porqué.
El pastor me dice que es mi turno, al notar que Ryan no dirá más nada, y le digo todo lo que tenía preparado para hoy, creo que las lágrimas no me dejaran continuar, pero respiro para poder continuar.
El pastor nos manda a colocarnos frente a frente y hace la pregunta de rigor, diciéndonos si nos aceptamos como esposos para estar en la salud y enfermedad hasta que la muerte nos separe.
—Si, acepto —digo fuerte y claro mientras deslizo la alianza por su dedo.
Es su turno y le hacen la misma pregunta, me mira fijamente pero no responde de inmediato, lo veo respirar profundo y voltear a ver a las demás personas.
«Calma Nahia, todo está bien» me digo a mi misma.
Le sonrío para que vea que todo está bien y tras una fuerte exhalación, lo escucho decir que acepta, y desliza la alianza por mi dedo.
La tensión abandona mi cuerpo cuando nos declaran marido y mujer, y nuestra unión se sella con un beso.
Los aplausos resuenan por todo el lugar y no nos dejan avanzar porque la avalancha de personas se acercan a felicitarnos y a darnos buenos deseos.
Recibo abrazos, besos, y veo lágrimas por todos lados pero me preocupa la expresión del rostro de mi esposo.
«¿Acaso se ha arrepentido? ¡Por Dios! Tenemos segundos de habernos casado. Calma Nahia, de seguro los nervios te han dado ahora y estás paranoica» trato de calmarme a mí misma.
—Felicidades señorita Anderson —escucho la voz de la única persona que no quería que se acercara—, o debería llamarla Señora Smith.
Levanto la mirada y ahí encuentro, frente a mí, al hombre que me distrajo durante mi propia ceremonia de bodas y me siento mal por ese pequeño desliz, ese y el de la noche anterior, siento que gracias a esas acciones no he Sido fiel ni con la mente ni con mis acciones.
—Señora Smith de ahora en adelante —,Ryan se acerca a mi y me abraza por la espalda.
—Tiene razón —,Noah tiende la mano hacia mi esposo y este la toma, puedo notar que el apretón de manos no es muy amistoso porque las venas se tensan en las manos de ambos—, felicidades para usted también señor Smith, se ha llevado el premio mayor, tiene una esposa excepcional, cuidela mucho porque como ella no se consiguen dos.
Sonríe y se aleja, después de decir ese comentario que me dejó muda y sin saber cómo reaccionar.