Hoy llegaría por fin.
La verdad, no estaba demasiado contenta con Julian, después de todo, me plantó en el cumpleaños tan sólo porque era el estúpido aniversario suyo y de su novia. Si creía que le recibiría con los brazos abiertos, sin duda estaba completamente equivocado.
Estúpido Julian, ¿por qué anteponía a esa chica antes que a mí que era su “hermana” como él decía? Se supone que la familia es lo importante y a ella la encontró en la calle.
Miré de nuevo a mi conejito de felpa blanco –aquel que me regaló una vez en la feria cuando él tenía trece años y yo apenas era una niña de diez–, amaba a ese muñeco, pero no tanto como a él.
Desde el primer momento en el que lo vi, supe que estaba hecho para mí. ¿Por qué no se daba cuenta de que así eran las cosas entre ambos? Estaba segura de que él en el fondo, sentía algo más que amor fraternal por mí, ¿o acaso eran solo cosas mías?
Suspiré y abracé al peluche que tenía entre las manos, en verdad era frustrante, sin duda, odiaba toda mi patética existencia.
Me sentía como una intrusa en mi propia casa y eso ya era decir demasiado. Pero, ¿acaso no era verdad? No llevaba su sangre, yo no era su hermana de verdad.
Ni siquiera era capaz de decírselo a la cara, lo único que hacía era hacerle berrinche a sus novias hasta que le dejaran, con la pequeña esperanza de que algún día yo me enamorara y ambos fuéramos felices con nuestras respectivas parejas. Pero, ¿ese día llegaría?
Sinceramente y aunque me tachen de obsesiva-compulsiva, creía que jamás lo haría.
Escuché un coche aparcar en la entrada de la gran mansión donde en estos instantes vivíamos Mary, Frédéric y yo. Itiel estaba fuera de la ciudad y Julian en la universidad.
Me había quedado sin hermanos en un abrir y cerrar de ojos.
Me asomé por la ventana y vi aquel coche. ¡Dios mío, no era posible! ¿Itiel también había venido? Sonreí de oreja a oreja y comencé a bajar con rapidez las escaleras.
Justo cuando llegaba al último peldaño, llamaron a la puerta y yo la abrí quedándome pasmada. ¿Por qué había una chica pelirroja de gafas en la puerta? Ella sonrió y levantó la palma de la mano, como cuando un indio decía ¡Jau!, como saludo.
—Hola, ¿me puedes decir dónde está el baño? —preguntó sin más.
—¿Quién coño eres? —pregunté con los dientes apretados.
—Soy Ángela, una amiga de Julian y tengo novio —respondió de forma directa—. ¿Dónde está el baño por favor?
—Primer piso, segunda puerta a la derecha —respondí con una sonrisa—. Bienvenida a casa.
El siguiente en pasar, fue un chico con el pelo castaño y ojos verdes, ¿y este quién era? ¡Oh, maldita sea, esto no era una mierda de casa de invasores!
—Bonita choza —dijo el chico tras un silbido—. Hola, ¿eres la hermanita pequeña de Julian?
—¡Cierra el pico! —pareció sorprenderse ante mi reacción.
—Oye, ¿viste a Ángela?
—En el baño. Primer piso, segunda puerta a la derecha, nada de duchas en compañía por favor —Mi mirada sombría hizo que se alejara de mí al instante.
¿Qué ocurría con esta extraña gente?
Un chico, cuya melena larga color negra colgaba cerca de sus mejillas, enmarcando sus facciones y que además, llevaba atada a una cola de caballo, entró por la puerta.
Sí, mi maravilloso y adorado hermanito mayor Itiel Hall, aquel que nos dedicaba miradas dulces, aquel que siempre nos protegió de todo, entró por la puerta.
Me tiré a sus brazos efusivamente y él rió a carcajadas dándome vueltas, abrazada en el aire, adoraba a Itiel, era una lástima que viviera fuera.
—¿Cómo se encuentra mi princesita? —preguntó, dejándome en el suelo.
—Abandonada —hice un pequeño mohín—. Dijiste que vendrías más a menudo.
—Lo siento, Sheila, el trabajo me lo impidió —fruncí el ceño, era un mentiroso. ¿Acaso creía que podía engañarme? — Sé lo que piensas y no te contaré nada.
Sonreí y di palmadas, lo sabía, finalmente tenía una novia, alguien había conseguido cazar a Itiel Hall.
Lo abracé de nuevo y esta vez, besé su mejilla.
—Tendré que dar mi visto bueno —murmuré, guiñándole el ojo, el sonrió.
—Pues espero que en verdad te parezca buena —me miró con las cejas enarcadas—. Eres muy exigente respecto a nuestras novias. Tú siempre serás mi princesita, ¿de acuerdo?
—Ok. Eso me parece bien —besé su mejilla y me separé—. Si eres feliz a su lado, yo soy feliz. —Suspiré—. Además, no es que pueda ser demasiado estricta o se te pasará el arroz.
—Malvada —me sacó la lengua y reí sonoramente—. Julian viene ahí atrás, no seas demasiado dura con él.
—Lo intentaré —respondí, viendo como dejaba el bolso de viaje en el suelo—. Será mejor que te des una ducha. Apestas.
Itiel me miró con el ceño fruncido y me reí.
Suspiró y caminó escaleras arriba, tenía toda la razón, después de todo, el pobrecito sí que estaba sudado.
No fue hasta que vi entrar a esa hermosa chica, cuando me di cuenta de que las cosas estaban peor que la última vez. ¡Mierda, esta zorra me ponía hasta a mí!
Sentí como el techo se me caía encima, ¿no podía ser otra cualquiera? ¿Por qué una rubia exótica de ojos verdosos y piel morena? Dios mío, era alta, delgada, parecía una modelo de revista.
Vi entrar por la puerta a Julian y agarré la bolsa de Itiel, para tirársela directamente a la cara ¡Estúpido Julian y su estúpida novia! Apreté los puños y entrecerré los ojos para mirarle inquisidoramente.
La chica retrocedió y miró a mi maravilloso “hermanito” quejándose del dolor.
—¿Acaso no te dije que no fueras dura? —preguntó desde arriba Itiel.
—Lo siento. Fue ver su rostro y no poder evitarlo —sonreí al mayor de los dos Hall, para luego mirar a la novia de Julian—. Lo lamento, debes de haberte llevado una mala impresión de mí, ¿cierto? Bueno después de todo, no todos los días ves volar sobre la cara de tu novio una bolsa de viaje.
—¿Se puede saber a qué viene todo esto? —preguntó por fin con enfado ese idiota—. Sheila, te estás comportando como una niña.
—Será que soy eso —le di la espalda—. Muérete, estúpido.
Subí las escaleras y pasé a través de Itiel y los dos amigos de Julian.
Sentí la mirada penetrante de la chica, parecía sonreír ¿qué era tan gracioso? Fruncí el ceño y levantó las manos en señal de inocencia, para escuchar un pequeño murmuro escapar de sus labios.
La miré fijamente y me quedé estática, ¿en serio? Entré en mi habitación y cerré la puerta con fuerza, recordando las palabras de la chica.
Yo tampoco la soporto, muy bien hecho. ¿Acaso no eran amigas?
Volví a abrir la puerta e hice un pequeño ruidito para captar su atención ¿sería que estaba interesada en Julian? Ella me miró y se acercó hasta la puerta.
—¿Por qué? —pregunté curiosa.
—Simplemente, es una desvergonzada que busca el dinero de Julian —la miré asombrada—. Ha salido con más chicos ricos. Dudo que Julian sea diferente.
—Pero Julian es guapo —miré al suelo, avergonzada.
—El resto también lo eran, bonita —sonrió pícaramente y la miré molesta, ¿de qué iba?—. Si no quieres perderlo, díselo.
—¿Decir el qué? —pregunté, escondiendo mi rostro.
—Que estás completamente colada por él.