III

1570 Words
Mi cuerpo se movía al ritmo de la música. La verdad, es que no tenía ni idea de cuánto llevaba bailando y sinceramente, tampoco era muy consciente de lo que había tomado, ¿y si me habían drogado? Bueno, ya no importaba, total, si fuera así, ni me habría enterado. Suspiré y cogí otra cerveza, varios chicos bailaban conmigo, ¿estas cosas eran las que solían hacer las chicas que no eran como yo?, ¿aquellas chicas que se portaban “mal”? Me gustaba, sinceramente, el momento era bastante agradable y si era posible, deseaba que durara durante toda la noche aunque… ¿cómo demonios estaría mañana por la mañana? No tenía por qué tener resaca, ¿o sí? Esperaba que no, por mi bien, sería mejor que no. Alguien apareció a mi espalda y me quitó la cerveza de la mano. Miré ceñuda a mi amiga Esmeralda y puse el brazo derecho en jarra, estirando el otro hacia ella. —Eso es mío, devuélvemelo ahora mismo. —Ya has bebido demasiado —me acerqué a ella y retrocedió, haciendo que yo casi volcara. —Aguafiestas —me crucé de brazos y fui hacia la mesa, ¿se había acabado ya la cerveza? Joder—. Vete a tirarte a tu novio y déjame en paz, ¿no ves que estoy depre? —Vale ya, Sheila — ¿ahora Imelda, pero de qué mierda iban?—. Tienes dos opciones. Una, que vayas a descansar a una habitación y dos, ir a casa y que te pillen con la borrachera. Tú eliges. Fruncí el ceño y la miré fijamente, para luego bajar la cabeza. Esa maldita zorra siempre ganaba, ¿por qué no podía resistirme a esa inquisidora mirada? Ni siquiera las de Itiel o Julian me asustaban tanto. Hice un puchero y ella se acercó a abrazarme. Mierda, otra vez pensando en Julian, ¿por qué narices siempre era él?, ¿no era yo para mi “hermanito” solo una niña?, ¿solo su hermanita? Tenía que olvidarlo de una vez, pero… él dijo que siempre estaría a mi lado, siempre me cuidaría y protegería y… —Le odio —grité en medio de la fiesta—. Odio mi maldita vida. —Lo sé, cariño —¡Maldita perra! ¿Cómo podía decir eso?—. No te preocupes, yo estoy aquí para cuidarte. —La llevaremos a dormir —miré a Esmeralda, quien se había acercado a pesar de cómo la hablé y lloré de nuevo. —Lo siento, Esmeralda, soy una mala amiga. —Mierda, está en esa horrible fase —Imelda resopló—. ¿Qué narices has bebido, Sheila? —Cerveza —puse un rostro pensativo y recordé, ¿acaso pasaba algo malo? — y algo de ese vino con coca cola —las dos se miraron—. Luego me dieron de ese líquido marrón y luego de ese blanco y… — ¡Los chupitos de tequila! —Gritó Imelda, escandalizada—. ¿Cómo mierdas sigues de pie? Esmeralda, vamos al baño, esta la echa pronto. — ¿Echarla? —pregunté dudosa, ¿a qué se referían con echarla? No podían siquiera insinuar que vomitaría ¿o sí?—. Yo no vomito. Yo soy fuerte, soy una Norton. Exacto, una Norton, no una Hall. —Sí, sí, eres una Norton, ¿por qué no dejas de decir sandeces? —Porque estoy borracha —comencé a reírme a carcajadas y Esmeralda suspiró—. Si soy una molestia, déjenme. Me solté y me tiré al suelo para sentarme como los indios. Por suerte era un lugar de la casa donde nadie estaba, suspiré y miré hacia abajo con los ojos llorosos. ¿Por qué decían que emborrachándote te olvidabas de todos tus males? Eso era una jodida mentira o al menos, a mí no me pasaba. —Ella es guapa —moqueé—. Es delgada, está muy buena, joder —me di dos golpes en la cabeza contra la pared y Esmeralda agarró mi cabeza para que no volviera a hacerlo—. Ese estúpido de Julian… Si tuviera delante a ese idiota juro que le arrancaría la cabeza, partiría su cráneo, le sacaría los sesos y luego los pisaría mientras… —Sheila, para de decir gilipolleces —mi rubia amiga se puso ante mí y me miró seriamente—. No vas a solucionar nada diciendo tonterías como estas. — ¿Qué opciones tengo? —Imelda miró a Esmeralda y ambas se abalanzaron sobre mí, para abrazarme cálidamente. —Vives bajo su mismo techo, ¿por qué no usas eso a tu favor? —pronunció en mi oído, yo me sorprendí. —No comprendo —era imposible que insinuaran…—, ¿quieren que lo seduzca? —Es una opción —prosiguió Esmeralda—, pero no creo que en tu situación sea la adecuada. —ellas se separaron—. Celos. — ¿Celos? —Exacto —continuó mi amiga rubia, planeando una de sus innumerables estratagemas que tanto temía—. No hay nada mejor que los celos para saber qué es lo que siente realmente. Si le molesta verte con otro, es que sin duda siente algo por ti, y si no… — ¿Si no? – pregunté, a sabiendas de la respuesta. —Déjalo, nena, porque estás jodida —se encogió de hombros y la miré, decidida. — ¿Me encontrarías un chico guapísimo? —Por supuesto —ella sonrió. — ¿Qué tal Jack? —preguntó Esmeralda, emocionada—. ¿No sería una pareja muy creíble? —Me niego —respondió tajante—. Es un mierda y un pervertido, seguro que intenta tocar a mi pequeña Sheila —me abrazó protectoramente y sonreí—. Conseguiré a alguien, te lo prometo. Solo no la cagues ni le pongas ojitos. —Te lo prometo —sonreí y sentí una arcada, mierda iba a vomitar—. Chicas. —Arriba —ambas me levantaron, usando todas sus fuerzas y me lanzaron hacia el baño. Por suerte, llegué a tiempo. Después de un rato, dejando la comida casi por completo en el inodoro por fin pude verme al espejo. Oh, Dios santo, parecía un puto zombie, ¿qué haría yo ahora? Desde luego no estaba para seguir en esta fiesta. Sollocé y las dos personas que esperaban fuera entraron –por supuesto, ambas mis amigas– estaba realmente mal, solo quería meterme en la cama y ya. Me miraron y yo hice un tanto de lo mismo, suspiraron a la vez y Esmeralda sacó el móvil. —Llamaré a un taxi —me levanté y le quité el celular, negando con la cabeza. —Me tumbaré en una de las habitaciones y se me pasará. —Casi rogué—. Por favor, si Mary me ve así, me llevará al médico y si lo hace, le dirán que es por exceso de alcohol y la decepcionaré por completo. — Ellas me miraron— No saben lo que me dolería ver una cara como esa en ella. Ellos han hecho mucho por mí, si les doy ese disgusto… —Ok, ve a una de las habitaciones —exclamó Ino desesperada—. Pero si te sientes mal de nuevo, no vomites en ella, usa el baño. —Muy graciosa. Ellas me dejaron y yo caminé hasta la habitación de Imelda. ¿Qué mierdas estaba pasando? Ni siquiera sabía por qué había llegado hasta este punto. Ese condenado era el culpable de todo lo que me estaba pasando. Cuando le viera… Oh, sí, cuando le viera le arrancaría… No, esas fantasías absurdas eran las que dijo Ino que tenía que dejar. Debía ser fuerte y no tener escrúpulos a la hora de besar a mi nuevo novio de mentira. Sonreí, esperaba que funcionara, sí, eso tenía que funcionar y si no… Déjalo nena, porque estás jodida, sí, estaba jodida, si los celos no funcionaban, es que él no sentía nada por mí. A veces me gustaba pensar que él tan solo estaba ciego. En fin, una chica de diecisiete años no tiene el mismo cuerpo que el de una de más años. Yo casi estaba en pleno desarrollo y mi rival en el amor ya estaba completamente desarrolladita. Suspiré, ¿tal vez era mi físico el que no le gustaba? Escuché un ruido fuerte en la puerta. ¡Un golpe, madre mía! No sé por qué exactamente mis pies se movieron hasta el gran vestidor de Imelda. Vaya, cuánta ropa y que hermosa era toda, ¿minifaldas y camisetas escotadas? Tal vez con ropa así captaría su atención, sí, estaba segura… —Mierda, te busqué por todas partes —escuché esa voz, un momento… yo la conocía. —Ya lo sé, idiota —Imelda, ¿qué hacía con…?—. La verdad es que yo también, Sheila se puso mala y tuve que ayudarla. —Siempre es Sheila —se escuchó un beso. Mierda, ¿de qué iba todo esto?—. ¿Ya podemos estar solitos? Escuché un golpe fuerte contra la pared y un gemido... ¡¡Ahhhhhhh!! Joder, joder, joder, ¿acaso se iban a poner a…? Pude ver una camiseta salir volando por los aires, ¡joder, iban a hacerlo! Vaya, yo parecía una pervertida de mierda a quien le encanta espiar a parejas. ¿Cómo carajos saldría de esta ahora?
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD