Capítulo 5

1491 Words
Me senté en la cama, la cual era de hierro con fondo de madera y una colchoneta muy delgada, me recosté en ella con una pierna arriba, y el otro pie en el piso, usando las dos manos entrecruzadas como almohada; después de algo mas de dos días sin comer y estando un poco mas calmado, aunque doliéndome bastante el cuerpo, comencé a sentir hambre.      Poco tiempo después, el mismo hombre me trajo algo de comer en una bolsa, junto a un recipiente con agua, luego me dijo: te conseguiré algo de ropa, porque con esa, sigues oliendo mal; debes lavar, la que llevas puesta, y se marcho.       Mi nuevo guardián era un hombre alto y un poco fornido, aparentaba mas de cincuenta años ;  pero se veía muy fuerte, era bastante moreno y usaba franela y pantalón un tanto holgados, parecía un hombre de esos que han renunciado a su propia vida, y la dedican a servirle  a un amo, a quien se entregan sin condición y viven solo cumpliendo sus ordenes, hasta en el mas mínimo deseo; cumplen al pie de la letra, cada una de sus ordenes; las alegrías de su jefe, son sus alegrías, porque su mundo, gira alrededor de el, y viven sin ningún afecto, solo impulsados por un inmerecido agradecimiento hacia su jefe, quien  acostumbrado de verlo ahí, siempre disponible, solo lo mira como un objeto utilitario.        Un pan con queso me pareció un banquete; después de comerlo, me volví a recostar en el catre. Realmente no tenia muchas cosas que hacer hoy; solo disfrutar de la hospitalidad de Don Páscuale y esperar a ver que proyectos tenia conmigo. Como a las diez de la mañana me volvió a visitar mi guardián; esta vez traía un gran saco lleno y una caja, se paro frente a la reja diciéndome que me acercara y cuando me acerque, me dice: - Mira jovencito; mi nombre es Macario, y quiero que sepas lo siguiente; Don Páscuale ha decidido, que pases estos días bajo su protección y si quieres saber el porque , solo el puede explicártelo; Yo solo, estoy a cargo de que sus ordenes se cumplan en este lugar, no puedo proveerte nada que no sea bajo la aprobación de Don Páscuale; pero te aconsejo, que seas  obediente, cumpliendo todo lo que se te pida que hagas y así será mas llevadera tu estancia en este lugar; vas a aprender a limpiar zapatos, como le gustan a Don Páscuale; luego abrió la puerta y empujo el saco y la caja hacia dentro, cerro y se marcho.     Mi nuevo guardián, tenia nombre, y era el intermediario entre su jefe y yo; me puse a revisar la caja y lo primero que encontré fue una muda de ropa cortesía de la casa, el resto del contenido de la caja eran implementos para limpiar zapatos; imaginé lo que había en el saco y efectivamente eran zapatos de todas las medidas y tamaños; Macario había dejado descalzo a todo un batallón para ponerme a trabajar. Lo primero que hice fue cambiarme de ropa; Macario tenia razón, no olía muy bien, cuando me puse la ropa que me trajo, era tan grande que parecía un espanta pájaros.    -Hasta el espejo se va a reír de ti, si te ve en esas condiciones- opino mi pensamiento.     Sin duda Don Páscuale quería humillarme, no permitía que le hablaran con altivez, estaba acostumbrado a la sumisión; nadie mas que el, en el pueblo de Aguas Claras, tenia derecha a levantar la voz, todos debían bajar la cabeza y no mirar mas arriba de sus zapatos y el muy perverso y maquiavélico no solo encontró la forma de ponerme a mirar zapatos, sino también a limpiarlos. El sabía, que un joven que vive en la calle, hace lo que le pida su regalada gana y no le obedece ordenes a nadie, y en su pueblo todos tenían que estar a sus ordenes; para el, yo era un elemento contaminante y nocivo a la docilidad de sus súbditos. Como sea, estaba en sus manos y por mi propia vida, como me lo advirtió Macario, tenia que mostrar un cambio favorable a sus deseos.      Mi vida había transcurrido, como en un teatro y uno de los personajes que mas había interpretado, es el de aquel que se gana la confianza del publico para después meter la mano en sus bolsillos.  Don Páscuale iba a presenciar una obra tan magistral que jamás en su vida olvidaría. ya había cometido su peor error al dejarme vivir; así que Don Páscuale iba a poder contemplar su repulsiva sonrisa en los zapatos mas brillantes que sus ojos habían visto. Macario apareció en horas de la tarde diciendo: te traje el almuerzo, espero que ya estés trabajando; cuando me levante de entre la pila de zapatos, analizo mi aspecto y muy serio me dice: - pareces un espanto-.      Al ver el aspecto de algunos zapatos comento: - Veo que te has aplicado, pero debes esforzarte un poco mas, aun les falta brillo –- - Esta bien señor Macario- Le respondí con mucha humildad.     El suavizó el semblante y medio sonrió; el muy desgraciado de Don Páscuale, me tenia como a una mascota salvaje, que estaba domesticando para su uso, y esperaba que Macario le entregara buenos resultados. Los siguientes días transcurrieron con cierta monotonía mientras yo avanzaba en el arte de pulir zapatos.  Macario estaba satisfecho por los grandes avances que había logrado conmigo y venia mas a menudo a mi celda. Poco a poco veía menos peligro en mi y se mostraba menos tenso y yo me esforzaba en establecer una mejor relación con el; Cuando me hacia alguna pregunta, yo le respondía con la inocencia de un niño; sabia que era parte de la evaluación, que me estaba haciendo Don Páscuale, y el debía llevarle reportes a su jefe, sin embargo, el evitaba entablar conversación, y apenas respondía, cualquier pregunta que le hiciera. Me parecía que era un hombre muy solitario; se mezclaba, muy pocas veces con el resto de los hombres de la fortaleza. Daba la impresión, que temía involucrarse emocionalmente con un prisionero de su jefe y mucho mas con un jovencito, que pudiera resucitar, algún recóndito sentimiento en su corazón. Transcurrieron unos cuantos días mas, y una mañana llego Macario con cara de quien trae buenas noticias; me paso por las rejas un par de zapatos casi nuevos y me dijo: -Esmérate en el brillo de estos zapatos; son de Don Páscuale y quizás tu mismo vallas a entregárselos-.      Al final de la mañana, vino a inspeccionar el brillo de los zapatos y pareció satisfecho, emitiendo un sonido de aprobación sin abrir la boca: - Uju- y se fue; poco después de mediodía, me trajo almuerzo y una muda de ropa mas acorde a mi talla; entendí que esto era como una recompensa por mi buen comportamiento; el típico gesto de un domador. A eso de las siete de la noche, volvió Macario,   - Ponte la ropa que te traje hoy y ponte presentable; porque vas a visitar a Don Páscuale, te espero- me dijo.  Entre al baño me cambie de ropa, no había mucho que arreglar, y mientras me pasaba la mano por el cabello. -Solo falta que el imbécil de Don Páscuale, te mande a poner un lazo en la oreja- comento mi pensamiento algo burlón.  Cuando Sali del baño ya Macario había abierto la puerta.  -No olvides llevar los zapatos- me dijo.  Tome uno en cada mano y Sali de la celda; esto parecía una cita romántica por primera vez, y Macario era la chaperona.  Mientras recorríamos el pasillo por donde había llegado a los dos calabozos, Macario me dice, como en tono de confidencia: - Cuidado con lo que haces; hay hombres vigilándote  Al final del pasillo abrió otra puerta enrejada y me di cuenta que mi celda estaba dentro de otra celda.      Caminamos un poco mas y Macario abrió una puerta de madera, como si estuviera abriendo la puerta de un santuario; se aparto y en silencio me indico con un gesto que pasara. Entre a un recinto muy iluminado, era como una sala muy espaciosa, y aunque no sabia nada de decoración, todo parecía de mucha calidad, aunque distribuidos desordenadamente; parecía que Macario tenia mas sentido del orden que el; recordé unas palabras de mi maestra Franshesca, que despectivamente decía: Ese, solo es un burro cargado con dinero.  En ese momento, me hubiese gustado aplaudir a mi maestra. Don Páscuale, estaba cenando en un extremo de la mesa, lo que parecía un rico manjar y viéndolo comer, pensé que necesitaba unas clases de modales con mi maestra. Indeciso mire hacia atrás, a ver si Macario me daba alguna instrucción, pero no estaba – el no puede pisar este santuario –pensé-; como en un movimiento reflejo, levante mis manos y le mostré los zapatos a modo de justificar mi presencia allí.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD