Capítulo 15

1551 Words
 Me levanté para marcharme, y luego me detuve mirando a Don Pascuale; el al verme indeciso me pregunto: - ¿Pasa algo Sebastián? -. Yo le respondí con exagerada humildad: - me perdona Don Pascuale, yo sé que no debo hacerlo, pero quiero preguntarle algo-.  El respondió algo contrario: - debe ser muy importante como para atreverte a contrariar mis órdenes, pero te permitiré que lo hagas, como una concesión muy especial por tu buen comportamiento; dime que quieres saber-.  -Temblándome la voz, le pregunte: ¿hasta cuándo me tendrá prisionero en la fortaleza? -. Don Pascuale no se esperaba esta pregunta, por lo que se impaciento y se puso muy serio. Mi pensamiento dijo en un tono desesperado: - ¡la culpa es del nardito iluminado! -.  -El, muy acalorado respondió: -Te dije que cuando yo lo considerara te lo comunicaría, pero para que tu curiosidad se valla satisfecha te lo diré, y considérate afortunado, de que tu condena haya sido tan corta; el siete de julio próximo, dentro de pocos meses, saldrás de la fortaleza y serás profundamente libre, así que sigue pórtate bien, para que no cambie de opinión; ahora vete de aquí-. -Yo algo pálido obedecí inmediatamente diciendo: - si Don Pascuale-.                                                   Me fui a mi habitación y me recosté , no estaba cansado físicamente, pero el peso de tantos pensamientos contradictorios, hacían, que me sintiera mejor acostado; la maestra franshesca, siempre me decía, que los pensamientos pueden llegar a pesar tanto, que dominan y neutralizan el cuerpo, y yo estaba pasando por uno de esos momentos, en los que muchas veces, sentía el cuerpo tan lejano, que daba la impresión, de que me había escapado de él, y que yo era, solamente un pensamiento flotando en la nada. Había pasado, por un momento muy tenso al desafiar las ordenes de Don Pascuale y hacerle una pregunta que no era de su agrado; si alguna cosa había aprendido en la fortaleza, era tenerle miedo a Don Pascuale, porque sus castigos eran desmedidos; por eso me había costado tanto esfuerzo abordarlo, y casi salgo de la oficina sin haberle preguntado nada, pero mi pensamiento, que a veces parece que estuviera asociado con Don Pascuale, y que encuentra placer viéndome asustado; me dijo: ya estas montado en el burro; ahora te toca arrearlo; y aquí estoy tratando de canalizar la respuesta de Don Pascuale. Siete de julio, una fecha un tanto extraña o caprichosa, pero que carecía de alguna importancia; lo que si  me sorprendió fue, lo cercana que estaba; me había hecho a la idea de que pasaría mucho tiempo en la fortaleza y por eso me había sorprendió su proximidad, por otra parte, su respuesta fue muy espontanea, lo que me indica que ya la había determinado con anterioridad, y también me sorprendía, que el iluminado, sabiendo tantas cosas, también sabia esto, y aun así,  me lo había ocultado, porque sabiendo yo esto, yo hubiese esperado hasta esa fecha, sin comprometerme con él; sin embargo también me intrigaba, que el iluminado, me hubiese enviado, precisamente a plantearle esa pregunta a Don Pascuale , sabiendo que su respuesta, me traería conflictos con respecto a la decisión de confiar en él. Toda esta situación, me tenía atrapado, en una especie de telaraña, en la cual, mientras más forcejeo, más me atrapa; son dos arañas tejiendo dos redes, en la que Don Pascuale, siendo más básico, acostumbrado  a resolver sus problemas a la fuerza, se siente seguro de su red , considerando que en ella, me tiene bien atrapado, y  la confianza que tiene en su fuerza bruta, no le permite ver que atravesó de esa ventana espiritual que domina su vida íntima, ha metido otra araña, que en sus propias  narices, está tejiendo astutamente, otra red, que lo  envolverá a él, junto con su propia red y por supuesto también a este conejillo, que lo meten en todas las trampas, y  soy, víctima y testigo mudo, en toda esta componenda. Ya avanzada la tarde, vino Macario, avisándome que el iluminado me esperaba en su habitación, para continuar con mi preparación; esto implicaba que pasaría por lo menos una noche en el santuario; suponía, que ya el iluminado sabía de mi entrevista con Don Pascuale, y me llamaba para continuar con su estrategia. Fui hasta el santuario, llegue a la habitación del iluminado y toque la puerta; inmediatamente abrió, parecía que me esperaba con impaciencia; me saludo con la cortesía acostumbrada, preguntándome como me había ido durante mi ausencia del santuario; se sentó, como preparándose a escuchar mi historia, con rostro de alegría, sabiendo que había tenido éxito en la misión encomendada.  Yo le respondí: - cumplí con lo que usted me mando-. - ¿Te dijo la fecha de tu libertad? - Pregunto-. Cuando le iba a responder, me interrumpió con un gesto de las manos, diciendo: No, no; espera un momento; se levantó, tomo el libro donde había guardado el papelito el día anterior y abriéndolo me dijo: toma el papel y ábrelo. Tomé el papel, y leí una fecha que había en el: siete de julio. - ¿Fue esa la fecha que te dio Don Pascuale?  –pregunto. -Sí, esa fue su respuesta- le dije. - ¿Te das cuenta que puedes confiar en mí? - pregunto. -No- le respondí. - ¿Cómo qué no? Pregunto alarmado- ¿Qué paso Sebastián? - ¿Por qué no me dijo eso, antes que me comprometiera con usted?, pregunte en tono de reproche. - ¿En que cambia eso las cosas? - Pregunto. -En que, si usted me lo hubiese dicho, yo hubiese esperado que se cumpliera ese plazo, sin comprometerme con nadie- le dije- yo acepte su trato porque no había otra alternativa; tenía que elegir obligatoriamente entre dos opciones, pero ahora descubro, que había una tercera alternativa, y usted se la guardo bajo la manga, para asegurarse, de que yo optara por su causa. El iluminado guardo silencio, no esperaba que llegara tan rápido a esa conclusión y ahora tendría que explicarle muy bien, por qué había guardado silencio. - ¿Tú le creíste a don Pascuale?  –pregunto. -Yo sé, que él es una persona en la que no puedo confiar- respondí- pero a usted le consta, que esa fecha ya la había considerado antes que yo le preguntara, y si no fuera verdad; ¿para que la iba a determinar? -Mí querido Sebastián- me dijo en tono conciliador- eres muy inteligente, pero sigues siendo muy ingenuo; Don Pascuale, ha jugado nuevamente con tu inocencia, y te ha manipulado a su favor, para que sigas siendo dócil y obediente a su causa. - Entonces; ¿no es verdad, lo que él me ha dicho? -  pregunte. - Te ha dicho una verdad disfrazada Sebastián- respondió. - Entonces, ¿hay otra verdad oculta en lo que me dijo? – pregunte. - Lamentablemente la hay- me dice. - Si usted la sabe, ¿puede decírmela? - Pregunte. - La sé, pero no puedo decírtela- me dice. - Y ¿Cómo entonces puedo confiar en usted? -  pregunte. - Eso, es parte del ejercicio de confianza que estamos practicando -dice- por eso te envié a preguntar, precisamente algo que te iba a incomodar-. - Ya lo logro, y ¿ahora qué? - pregunto. - Lo que yo sé, tú no puedes saberlo por el momento- me dice- pero tratare de decirte algo: seguramente, Don Pascuale, te dijo que en esa fecha saldrías de la fortaleza, y eso es verdad, pero ni te imaginas a donde te llevara; y lo de salir en libertad, solo fue una ironía, que su mente perversa uso para burlarse de ti. Cuando termino, yo estaba inclinado en el asiento con los codos sobre las rodillas, y con el rostro entre mis manos, tratando de ocultar un llanto que no pude evitar El paso su mano sobre mi cabeza, queriendo consolarme, y me dijo:  -Yo se Sebastián, que estás viviendo algo muy complicado, y que te sientes acorralado, pero te aseguro que, si llegas a confiar plenamente en mí, vas a poder librarte de Don Pascuale para siempre-. Cuando Macario, nos trajo el desayuno, ya tenía bastante tiempo levantado; el iluminado es, como los hombres del campo, se levantan muy temprano, antes de amanecer se levanta, pero se queda en su dormitorio, probablemente leyendo, y sale cuando llega el desayuno; cuando regrese de recibir los alimentos, ya estaba sentado y al verme entrar me saludo con entusiasmo, como si no me hubiese visto en muchos días, su amabilidad era una de sus mejores características. - ¿Cómo pasaste la noche Sebastián? - pregunto. -Hay tantas cosas inquietando mi mente, que no logro dormir en paz -le dije. - Deja de preocuparte tanto Sebastián; hace dos días, tomates, la más acertada de tus decisiones y muy pronto, tus preguntas comenzaran a aclararse; solo ten paciencia y sigue el consejo de tu protector y carcelero Don Pascuale: “Deja que los diamantes vengan a ti” Luego me pidió detalles de la entrevista con el sacerdote, y yo le explique, la historia que había tenido que inventar, cuando me pregunto algunos pormenores sobre mi preparación. -Yo no lo hubiese hecho mejor Sebastián; por eso he confiado en tu inteligencia, sabiendo que tienes astucia para resolver- respondió.
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