Capítulo 20

1611 Words
Me dormí un poco de tiempo, y luego que desperté me quede quieto sin levantarme, a media tarde, me visito Nacaro, quien me saludo con una sonrisa y mostrándome un mazo de cartas; lo invite a pasar, entendiendo , que había venido por su segunda lección; le pedí que me demostrara lo que había aprendido en la primera clase, y me sorprendió, que los dominara con bastante soltura; le enseñe, un par de trucos más y Macario se veía feliz, como niño con juguete nuevo; tratando de sacarle conversación, le pregunte:- tienes familia en el pueblo Macario-. -Yo no tengo familia- me respondí, sin más información. Ya no le pregunte más nada, repasamos los dos trucos, y luego recogiendo sus cartas, las guardo en su bolsillo y sonriendo se fue feliz; esta vez lo había visto más relajado. El resto de la tarde lo pase sentado en la plazoleta e inmediatamente mi pensamiento, me regalo la imagen de Kayra; mi Kayra, la recordé corriendo conmigo en el mercado, y ese recuerdo me saco una sonrisa, recordando que cuando ella, lograba pasar adelante en la carrera, yo la frenaba, agarrándole una de sus crinejas  y allí nos devolvíamos, con ella detrás de mí tratando de darme alcance para pellizcarme una oreja, luego la recordé, en la plaza, tomados de la mano, y riéndonos de cualquier tontería; suspire con mucha nostalgia, mientras pensaba, que estaría pasando por su mente en este momento, de repente pensaría que no nos volveríamos a ver y recordaba su llanto desesperado, el ultimo día que la visite, mientras yo pensaba que lloraba exageradamente por su padre, sin imaginar que lloraba por mí; me inquietaba, que quizás alguien trataría de enamorarla y lograra sacarme de su corazón, pero me consoló, recordar sus últimas palabras: “nunca olvides que te amo”; cuanto quisiera decirle, que la amo más que nunca, que ella es el motor que mueve mi vida y que si salgo libre de esta, usare mi libertad para encontrarla , donde quiera que este; que anhelo volver a recibir aquel abrazo y aquel beso, pero esta vez, con lágrimas de alegría porque nadie volverá a separarnos- una lagrima llego a mis labios-. -Últimamente te has vuelto muy llorón- me recrimino mi pensamiento. Al día siguiente me levante temprano, pensando, como haría para soportar a Don pascuale por tanto tiempo, pero finalmente, respirando profundo pensé: por ti mi Kayra; ya tenía la motivación, para soportar cualquier humillación, y reprimir cualquier impulso vengativo. Después de desayunar, me presente a la oficina de Don Pascuale, quien me recibió con una amplia sonrisa; se veía, muy satisfecho. -Todo, ha ido saliendo muy bien Sebastián- me dijo con excitación-el día de ayer fue exitoso; la próxima semana volveremos para culminar este éxito, con el iluminado, estoy muy satisfecho con él, por el cambio que ha logrado en ti, muy  pronto, todo estará listo para el gran día-. -Me alegro mucho Don Pascuale –dije humildemente bajando la cabeza. -Muy bien- me dijo- te indicare donde están los documentos que debes organizar. Saco un manojo de llaves y abrió una pesada puerta de metal, que daba acceso a un pequeño cuarto que hacía las veces de caja fuerte donde había, un cajón de madera muy grande, el cual parecía más bien, una papelera gigante; ya que parecía que todo papel escrito lo lanzaba allí . -Todo lo que sea informes de labores del personal, lo pones en una caja, los recibos de pago en otra caja; los de deudores los pones en otra caja, por orden de vencimiento; los demás, son documentos de propiedad, que guardaras, en una caja especial; los documentos de fincas y terrenos en un lado y los de construcciones en el pueblo en otro lado; hay otros, no muchos que son de propiedades en otras ciudades que tambien estarán aparte en la misma caja. -Ordenare, que traigan las cajas por la tarde- me dijo cuándo salía - mientras tanto, puedes ir separándolos. Me quede mirando aquella gran caja llena de papeles pensando: aquí guarda Don Pascuale casi toda su riqueza -Un incendio aquí, no vendría mal -dijo mi pensamiento tentándome. Pase toda la mañana comenzando a clasificar aquel monumento del desorden; llegando el medio día, Don Pascuale me dijo que podía irme y serró aquella puerta de metal. Fui a mi habitación, almorcé y me dispuse a pasar la tarde mirando el techo desde mi cama, y deseando que llegara el iluminado y me llamara; cuando estaba en su habitación, de alguna manera me sentía más libre; él siempre me contagiaba su optimismo, y  tambien de una u otra forma, trataba de darle respuesta, aunque fuera a medias, a muchas de mis preguntas. Lave la ropa que tenía sucia, poniéndola a secar al sol; habían borrado mi nombre de la lista donde se me asignaba la responsabilidad, de limpiar el área en común, quizás por mis constantes ausencias, requeridas por Don Pascuale y el iluminado. Me acosté temprano, no teniendo más nada que hacer; ahora, tantos pensamientos oscuros nublando mi mente, desaparecían, cuando llegaba mi Kayra, invadiéndome con sus recuerdos e iluminándome estos momentos ingratos, y me dormía, pensando que mañana amanecería a mi lado. Muy temprano me levante, limpie y puse en orden mi cuarto, y a las ocho me presente en la oficina de Don Pascuale. -Hoy no trabajaras aquí- me dijo al verme – el iluminado volvió anoche y prefiero, que continúes tu preparación para el gran día; preséntate con él, y continúa como vas, y no te resistas a nada; escucha mi consejo: deja que los diamantes vengan a ti, para que te valla bien-. - Puede estar seguro Don Pascuale, que tratare con todo mi empeño, en  demostrarle, que seguí su consejo al pie de la letra- le dije pensando, que un día caería en mis manos.  -Te prometo que así será – dijo mi pensamiento en tono silenciosamente vengativo. -Esa es la actitud que espero de ti-me respondió el sacerdote, complacido por mi afirmación Salí de su oficina y  fui hasta la habitación del iluminado, quien me saludo, con mucha efusividad, diciéndome que le había ido muy bien, en su gestión, y luego me pidió detalles de nuestro viaje al manantial. -Todo transcurrió – le dije-tal como se había previsto y siguiendo sus instrucciones. -¿Que paso cuando recibieron la respuesta del espíritu? -pregunto sonriente. -Todos nos asustamos, excepto Don Pascuale, que nos tranquilizó con un gesto de sus manos -respondí. -¿Supieron de donde venía el aullido? -pregunto. -Retumbo en toda la cueva; parece que viniera de todas partes -le dije -¿Qué crees tú que fue eso? -pregunto- ¿te pareció un truco?-. -Realmente no sé qué fue eso- respondí- no creo que fuera un truco, puesto que todos estábamos presentes-. -¿Deseas preguntar algo?-dijo. -¿Que había en la calavera?- pregunte. -Un pequeño lingote de oro- me dijo. -¿Para qué? -pregunte. -La próxima semana lo veras con tus propios ojos -respondió. -¿Dónde vive usted?- pregunte cambiando de tema. -Yo vivo en la ciudad -respondió- en una pequeña casa, donde vendo medicinas naturales, elaboradas por mí. Eso explicaba que cargara un libro de botánica entre sus libros más importantes. -Con ese negocio nadie se hace rico -le comente. -Realmente no, pero yo soy rico-dijo. -Claro; mi maestra Franshesca me dice, que los que leen mucho, son ricos y libres -le conteste. -Tu maestra tiene mucha razón- me dice -pero económicamente también soy rico-. -¿Porque vende medicinas entonces?- pregunte. -Pues para poder vivir- me dice riendo al ver mi confusión- no puedo disponer de mi riqueza, porque no la tengo en efectivo. -Entiendo, tiene casas como Don Pascuale -dije. -Espera un momento – me dijo, mientras sacaba una pequeña bolsa que siempre llevaba colgada  en el cuello, como un amuleto; me la lanzo, y me dijo: revisa su contenido. Muy curioso abrí la bolsa y la vacié en la mesa; quedándome muy sorprendido, pues de la bolsa salieron seis hermosos diamantes bastante grandes; no dije nada, sino que me quede jugueteando con ellos, los únicos diamantes que había visto en mi vida, eran los que estaban en los ojos del león sonriente, pero la visión de estos eran agonizantes; el iluminado me miraba un tanto divertido der ver mi cara. -¿Te gustaría tener unos así?- me pregunta. -Claro que sí, puede ser que esta noche sueñe que son míos; soñar es gratuito- le dije, mientras recogía los diamantes y se los entregaba. -Te prometo que el siete de julio, tendrás seis iguales a estos – me dijo sorprendiéndome. -¡Qué bárbaro, también fabrica diamantes el desgraciado!- comento mi pensamiento. -¿Porque juega conmigo de esa manera?- le pregunte algo entristecido-. -¿Te acuerdas que te prometí dos cosas para el siete de julio? -me pregunto. -Ser libre y rico – le respondí. -Y así será- me aseguro. Me parecía algo tan irreal, que preferí cambiar de tema; le comente al iluminado, las conclusiones a que había llegado, haciendo deducciones, con el número siete que había en la puerta de mi cuarto, y le comente que coincidía mucho, con lo que él me había revelado después de eso . El iluminado se quedó admirado, de que hubiese llegado a esas conclusiones por mi propia cuenta. -Que inteligente eres Sebastián; si te dejo pensar mucho, vas a encontrar como escaparte de aquí y me vas a dejar solo entendiéndomelas con Don Páscuale, así que de ahora en adelante te prohíbo que pienses- me dijo en tono de broma-te felicito Sebastián, creo que seremos amigos por mucho tiempo.
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