Capítulo 21

1527 Words
Nuevamente me sorprendía el iluminado; fabricante y vendedor de medicinas, y tambien rico; parecía un mago de mil facetas, siempre sacando algo nuevo de su sombrero  y ahora me prometía, además de libertad, tambien  hacerme rico; sé que esto era solo producto de su imaginación, quizás para levantar mi optimismo, y verdaderamente, se lo agradecía, porque tenía la virtud de levantar mi ánimo; ahora sabia, que el interés del iluminado con Don Pascuale, no era económico, su interés iba más allá del dinero y las cosas espirituales; este hombre era sumamente desconcertante.  Le comente tambien sobre las actividades que había comenzado el día anterior en la oficina de Don Pascuale. Muy bien Sebastián estás haciendo mucho por nuestro proyecto, cuida mucho que, que no quede ningún documento de propiedad fuera de esa caja, a ese lugar no puede entrar nadie y mucho menos, sacar nada de allí, pero él se encargara de ponerlos en nuestras manos; ya Don Pascuale, le puso nombre a nuestro proyecto. -¿Cuál es ese nombre? -le pregunto intrigado. -Deja que los diamantes vengan a ti- me respondió muy complacido por la idea aportada por el sacerdote. Este hombre lograba que yo me olvidara de mis problemas, y me sintiera relajado, con la sensación de que él tenía la solución para todo; su habitación, era para mí, como un oasis dentro de la fortaleza, donde encontraba paz y podía renovar fuerzas para no enloquecer, ante tanta confusión; realmente la fortaleza, era como un desierto donde sus espejismos no se desvanecían en la nada, sino que se multiplicaban, haciéndose cada vez más reales y palpables a medida que se acercaba el gran día. Ahora estaba más consciente, de mis debilidades; estos problemas, me hacían ver mi fragilidad, y que no podía vivir aislado del mundo; la presencia del iluminado, había hecho visible mi necesidad de afecto, que antes había logrado alimentarse, en mi Kayra, pero que  su ausencia, había dejado, en carne viva mi soledad, que ahora estaba encontrando apoyo en el iluminado, que era lo más cercano, a esa figura paternal que abrigo mi infancia. -Gracias por estar aquí, y no abandonarme a mi suerte- le dije muy conmovido, mientras esta vez, era yo quien le abrazaba. Tranquilo Sebastián –me dijo mientras correspondía a mi abrazo- muy pronto habrá pasado tu pesadilla-. Pasamos un largo rato en silencio, y mientras el iluminado tomaba notas en su libreta, yo soñaba despierto con mi Kayra; recordando aquellos diamantes, pensaba, que haría yo  con ellos si fueran míos, compraría la finca donde ella vivía y la pondría bien bonita con muchas matas de flores, alrededor de toda la casa, y luego la buscaría y la traería con los ojos vendados , para ver sus cara de sorpresa, viendo su casa con sus padres, y pensara que todo lo acontecido solo había sido, un mal sueño. -Aunque  con tanto dinero, pudieras tambien comprarle la plaza- interrumpió mi pensamiento, volviéndome a la realidad. -¿En qué piensas Sebastián? -pregunto el iluminado, rompiendo el silencio. -¿Cómo octavo esos diamantes?-pregunte pensando aun en ellos. -Un amigo, me los dio como un adelanto por una considerable deuda que tiene conmigo-respondió el. -Quien le pago eso, debe ser muy rico tambien -opine. -Tiene mucha riqueza, pero pudiera decirse que me la está administrando, porque casi toda me pertenece por herencia-me respondió enigmático-  pero de eso te daré más detalles en otra ocasión. -Después de un corto silencio, él me dice: -mañana, continuaras tu labor en la oficina de Don Pascuale; de allí te iras a tu habitación, ya que tengo que reunirme con el sacerdote por la tarde pero a las seis, puedes volver acá. Se quedó pensativo como si estuviera meditando en alguna idea que no terminaba de aclarar. -Te encargare una tarea  –me dijo- que será de mucha importancia para el futuro no muy lejano, pero es necesario que comience a trabajar en ella desde ahora ;entre esos documentos de propiedad, encontraras algunos , que son de casas o fincas, ubicadas  fuera de este pueblo; incluso, en ciudades lejanas de acá; en la medida que los encuentres, tendrás que memorizar, la dirección de cada una de ellas y me las comunicas, apenas las tengas; no debes anotar nada, para evitar algún inconveniente con Don Pascuale; es importante que clasifiques primeramente, todos los documentos de propiedad, para tener esa información lo más pronto posible, y después veré, como librarte del resto de ese trabajo; has esa tarea con mucha dedicación, porque de allí dependen cosas muy importantes para nuestro proyecto. A la mañana siguiente, como siempre nos levantamos temprano, y después de desayunar, yo me fui a la oficina de Don Pascuale, y allí se me fue la mañana casi metido en aquel cajón lleno de papeles; a medio día, el me despidió de su oficina y me fui a mi habitación. Como siempre me recosté en mi cama un rato y como a las tres de la tarde, llego Macario por su clase de cartas, muy sonriente; repasamos lo que le había enseñado y le enseñe algo más, pidiéndole que lo repitiera muchas veces y mientras más lo dominaba, se veía más feliz; tratando de sacarle conversación, le pregunte:- ¿cuántos años tienes en la fortaleza?-. -Hace treinta y cinco años que estoy con Don Pascuale- respondió. -Eras muy joven, esa es casi la edad de mi madre- le comente. -Sí, tenía veintiún años  –me dice. Estábamos jugando una partida para demostrarle como se hacía una trampa y, a esta altura de la conversación, le gane una partida que él creía que iba a ganar. -Mira Macario- le explique- te distraje con una conversación, para hacerte este truco y te gane-  luego le demostré lo que había hecho y seguimos jugando. -¿Nunca sales al pueblo Macario? -le pregunte. -Yo no conozco el pueblo- me respondió muy pendiente de mis manos. -Entonces, ¿Nunca sales con el resto de los hombres, a sus actividades cotidianas?- pregunte. -Nunca he hecho ese tipo de trabajo- me dijo, y mientras hablaba, deje que me sorprendiera haciéndole una trampa. -Ya vi lo que hicisteis- me dijo emocionado, explicándome lo que había hecho yo. -¡No puede ser Macario!- le dije fingiendo sorpresa- eres muy inteligente, la próxima te enseñare  otra cosa; practica mucho lo que te enseñe  Se marchó muy emocionado; poco a poco iba bajando la guardia solo estaba adiestrado  para recibir y transmitir ordenes; Don Pascuale, nunca entablaba una conversación con él, solamente, le daba instrucciones  y le explicaba lo más básico, si era necesario; solo era un instrumento de intercomunicación y vigilancia;  allí terminaba, la importancia de Macario para Don Pascuale; sus hombres que eran el otro extremo de la intercomunicación, lo veían como un hombre del que había que cuidarse, ya que veían en él, los ojos de su jefe; cada uno tenía su historia, a nadie le importaba la historia de Macario, que deambulaba como un zombi por los pasillos, vigilando que todo estuviera en orden, como le exigía su jefe; yo tambien, lo había juzgado a ultranza, guiado por la atmosfera donde se movía, donde todo huele a maldad; ahora lo estaba conociendo , y mi punto de vista estaba cambiando, ya que Macario me estaba mostrando a un niño grande, que por alguna razón, desconocida por mí, había caído en un lugar, donde lo habían convertido en vigilante de una prisión, donde el, tambien era prisionero. Llegando la noche ,me fui a la habitación, que Don Pascuale había convertido, en otra especie de altar, donde la figura única y principal era el iluminado, a quien el sacerdote en su fanatismo ciego, había endiosado y en quien confiaba ciegamente; si en algo coincidíamos, él y yo, es que los dos confiábamos en el iluminado, aunque por razones diferentes; por qué lo hacía sentir poderoso en la prisión de su fanatismo, y yo porque me hacía sentir que pronto estaría libre de su fanatismo; y allí estaba yo, en ese altar, que era el único lugar que me brindaba alguna libertad , dentro de la prisión de aquella fortaleza. Toda una semana había pasado ya, sumergido entre papeles en la oficina de Don Pascuale; había logrado ubicar, algunos de los documentos  que le interesaban en estos momentos al iluminado, y memorizando sus direcciones, se las había entregado a él. Había llegado, el día  de ir al manantial, y yo tenía, gran expectativa sobre lo que allí sucedería; luego que desayunamos, el iluminado, se vistió igual que el primer día que fuimos allá, y esto aumento más mi expectativa, porque seguramente iba a repetir aquella acción que tanto me había impresionado en el pozo del manantial. -Otra vez te ubicaras, en la misma posición de la semana pasada, a la orilla del pozo- me hablo el iluminado, dándome instrucciones-  tu recibirás de mi mano, la calavera con una corona,  pondrás la calavera  en las manos del sacerdote, y mientras ella sostiene, tomaras la corona y la pondrás, en la cabeza del sacerdote; tomaras nuevamente la calavera y la pondrás en el piso delante de él y nuevamente vuelves a tu posición.

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