Habían pasado dos semanas desde que Cris y Sole se hicieron novios, ambos trataban de ser discretos con su relación en el hospital, intentaban mantener la jerarquía jefe-empleada, pero los chismes corrían como pólvora, porque cuando terminaban la jornada fuera del nosocomio solían irse a casa, caminando agarrados de la mano como dos adolescentes. Las náuseas habían desaparecido y con eso el apetito de Soledad iba en aumento, ya tenía quince semanas de gestación, y ya era evidente que estaba embarazada, su vientre había crecido, aunque aún había prendas que le quedaban bien, otras ya no se le cerraban; sin embargo, no todo podía ser color de rosa, constantemente escuchaba cuando ella pasaba cuchicheos, aunque trataba de no hacer caso, no se sentía cómoda. —Que afortunada la mosca muerta