Christopher palideció, si esa muchacha no mentía, él se había ensañado contra una inocente, se había comportado peor que su verdadero padre, al menos Sergio no tenía conciencia, todo lo hacía producto de sus enfermedades mentales, pero, en cambio, él, todo lo hizo de forma coherente, no tenía perdón. Siguió observando el interrogatorio con la garganta seca y la respiración irregular. —¿Usted aceptó ese trato, para salvar la vida de su abuela, o hay otra causa? —prosiguió el fiscal. —Sí, acepté por salvar la vida de mi abuela, no tengo más motivos. —¿Conocía al médico que efectuó el procedimiento? —No, yo apenas he llegado a tratar con los médicos del hospital público donde atienden a mi abuela, ni siquiera sabía que existían esos procedimientos de fertilización, sé que el doctor que