Soledad tembló, percibió como si una especie de electricidad recorriera su cuerpo, ella lo miró con una expresión de timidez y asombro. —¿Cómo? —preguntó casi conteniendo el aliento. Cris la tomó de la mano, sintió el temblor de ella. —Ven conmigo. —La ayudó a ponerse de pie. Soledad se dejó guiar, pero antes de entrar a la alcoba se detuvo, inhaló una gran bocanada de aire. —No, espere por favor —solicitó—, no puedo hacerlo, yo soy… virgen. —Inclinó la cabeza, mordió su labio inferior. Cris se quedó desconcertado, sacudió la cabeza, la miró con atención, soltó el aire que contenía. —No pensaba llegar a tanto, no soy de ese tipo de hombres —aclaró—, pero es bueno saberlo. —La observó a los ojos con una expresión de admiración. Soledad tenía las mejillas enrojecidas, respira