Soledad pasó saliva. —Sí —contestó con la voz seca—, ya salgo. Cris caminó hasta la sala, la esperó. —Buenas tardes —saludó ella con timidez. Cris volteó, no pudo evitar recorrerla con la vista, ella lucía un short de gabardina en color negr0, usaba una blusa blanca de seda, y calzaba sandalias. Él no pudo evitar recordar el aroma de su piel, y el aroma de su sexo, y Soledad pensó exactamente lo mismo, encogió los dedos de sus pies, estremeciéndose. —Hola Soledad. —Cris se aclaró la garganta, sacudió la cabeza desechando los recuerdos—, vamos. Ella asintió y juntos salieron del apartamento, en el elevador, la situación se volvió incómoda, estaban muy cerca uno del otro, pero a la vez lejanos, el silencio entre ambos era perturbador, porque los pensamientos los traicionaban. —