El médico soltó un resoplido, contempló a la muchacha, frunció los labios. —Estoy cansado Soledad, mañana será otro día —recalcó—, ve y duerme, aliméntate, te hará bien —recomendó en tono suave, se puso de pie. Soledad retrocedió cuando él se levantó, sintió su garganta seca, parpadeó un par de veces. —No quise gritarle, lo lamento, sé que no debo meterme en su vida, le pido disculpas por mi comportamiento arbitrario. Cris bufó y se aclaró la garganta. —Me alegra escuchar eso, aunque yo tampoco debo interferir en la tuya, y me disculpo por alzar el tono de mi voz —enfatizó, la observó con atención. Ella no pudo sostenerle la mirada, le había mentido con respecto a su hermano, y ahora no sabía cómo aclarar las cosas—, si en verdad te interesa Juan David, no me opondré a su relació