Soledad parpadeó, miró la cálida decoración del apartamento que Christopher había rentado para ella. Habían pasado tres días desde el momento que ella decidió aceptar la ayuda del padre del bebé, no tenía más alternativas, no podía condenar a la pobre criatura a la vida llena de miseria que ella estaba acostumbrada. Además, dado su embarazo delicado, no podía hacer mucho, así que, muy a su pesar, se encontraba en manos del doctor Duque. A doña Carmen la regresaron al hospital, aún requería vigilancia médica, y sobre todo terapia. Soledad accedió, quería ver a su abuela completamente recuperada. El apartamento tenía amplios ventanales, lo que le daba gran iluminación, las paredes eran de tono cálido, las cortinas eran cafés, los sillones de la sala eran de fino tapiz blanco, la mesa del