Christopher llegó con Soledad al hospital, ella quería estar con su abuela, y él consideró que eso le hacía bien, pero pensó que la muchacha requería ocupar su mente en algo, solo que no sabía que le gustaba hacer. No pudo averiguar porque debía empezar a atender a sus pacientes, cuando llegó al piso de su consultorio, todo era un completo caos, la chica que lo ayudaba agendando las citas no había llegado. —¿Qué ocurre? —Yo tengo cita con usted a las ocho de la mañana. —No, a mí me agendó desde la semana pasada a esta hora. Y así varios pacientes querían ser atendidos a la vez. —Por favor, les pido a todos que se calmen, los voy a atender en orden —expuso el médico con voz suave, y amabilidad—, voy a revisar en el computador de mi asistente el orden de las citas, denme unos minu