—¡No vuelva a besarme! —bramó Soledad con firmeza, las piernas le temblaban, aún sentía sobre sus labios el sabor de Cris, lo empujó y se separó de él. —Yo…—Cris parpadeó en repetidas ocasiones, parecía un adolescente sin saber qué decir—, no me pienso disculpar —expuso con firmeza—, no te quiero cerca de Juan David. —Frunció el ceño—, arreglaré ese asunto, hoy mismo. Soledad se quedó en silencio, no podía rebatir, se había dejado besar de los dos hermanos, se sentía avergonzada con Christopher, ya eran varias veces que la sorprendió en situaciones comprometedoras. —Usted es quien manda —dijo ella—, parece que mientras tenga a su bebé, tendré que hacer lo que ordena, incluso en mi vida personal. —Dibujó en sus labios una mueca de inconformidad. Cris arrugó el ceño, las palabras de