Thomas miró hacia la pista vacía, estaba aburrido, cansado y, por sobre todo, molesto, era cierto que quería ver tanto la reacción de su prometida como la de Edward, por eso lo invitó a esta fiesta, pero no esperaba ver lo que vio. Recordó cada detalle, la mirada de Mary Anne, de su exnovio, la sonrisa torcida de éste, el intento de beso y, al final, el temor en los ojos de ella.
-Ya se fueron todos, ¿puedo irme? -Mary Anne posó su mano sobre el brazo de él, sacándolo de sus pensamientos. Miró la pequeña mano y luego miró a la joven.
-Mañana la iré a visitar a las dos, ¿le parece, querida Mary Anne?
-Como usted diga -contestó sin emoción, levantándose de su asiento.
Él la miró diferente, se acercó a ella y la tomó de ambos brazos con suave firmeza.
-Debemos conversar -aclaró él.
Ella lo miró extrañada.
-Está bien -atinó a decir, sin saber muy bien qué contestar, él volvió a mostrar sus perfectos dientes en una radiante sonrisa. Mary Anne pensó en los cuentos que decían que él era un hombre cruel y despiadado, al parecer no lo era tanto, aunque también podría ser que estuviera mostrando una cara para ilusionarla y luego arremeter contra ella para destruirla completamente, peor de lo que había hecho Edward hacía dos años.
-Se oscurecieron sus ojos, Mary Anne, ¿qué sucedió?
-¿Qué?... No…, nada -titubeó.
-No me mienta, tengo suficiente experiencia con mujeres como para saber cuándo les sucede algo.
Mary Anne tragó saliva. ¿Suficiente experiencia con mujeres? ¿Y se lo decía así sin más, como si nada? Apretó los dientes dando un paso hacia atrás, él no la retuvo, sólo se dedicó a escudriñar su rostro, buscando en sus ojos el motivo de su enojo. ¿Serían celos? No, era imposible, primero, ella no sentía nada por él más que desprecio; segundo, sus ojos se ensombrecieron antes de mencionar su experiencia con las mujeres, cosa que seguramente se tomó a mal, pensando que él hablaba de parejas, cuando en realidad se trataba de sus hermanas, cinco para ser exactos, todas menores que él y a las que él cuidaba como su gran tesoro, y tercero, ella no esperaba nada de él, ni amor ni fidelidad, ¿o sí?
-¿Me va a decir lo que sucede, querida?
-No me llame así -refunfuñó ella de evidente malhumor.
-A ver, Mary Anne, ¿se puede saber qué fue lo que hice para usted se enfadara tanto conmigo? -resopló frustrado.
-¿Aparte de comprarme para ser su esposa…?
-¿Preferiría casarse por amor con su exnovio? -preguntó con molesta ironía.
-No -contestó ella bajando la cara, eso fue otro golpe bajo, parecía que él era experto en eso.
-Eso pensé -respondió con suficiencia.
Ella guardó silencio, con él no podría ganar ninguna batalla, él tenía el control y si no doblegaba su orgullo, sería su padre quien la haría entrar en razón. Instintivamente, se tocó la mejilla, ahora sólo enrojecida por el golpe.
-Usted puede confiar en mí, Mary Anne.
-¿Cómo quiere que confíe en usted si por su culpa mi padre me golpeó?
-Eso no volverá a ocurrir -aseguró con firmeza.
Ella volvió a guardar silencio. Con él, ella no ganaría nunca, él le llevaba ventaja en todo sentido y eso, más que enojarla, la ponía triste.
Thomas miró a la muchacha,
-¿Quiere bailar conmigo, Mary Anne?
-¿Bailar? Si quería seguir la fiesta debió decirlo y dejar que la gente se quedara.
-No quería bailar con esa gente, quiero hacerlo con usted -explicó él mirándola con intensidad.
-No sé bailar -respondió cortante.
-Sólo debe dejarse llevar y sin gente será todavía más fácil.
-Puedo no ser buena compañía en los bailes.
-Venga. -La tomó de la mano y la guió hasta la vacía pista, hizo un gesto a sus músicos y abrazó a Mary Anne para bailar un hermoso vals que comenzó a sonar. Al ritmo de la música se deslizaron suavemente por todo el salón, ella sentía como si flotara, jamás había bailado Vals y él lo hacía muy bien.
-Míreme, Mary Anne -suplicó en voz baja al rato.
Ella lo miró, en sus ojos estaba plasmada le emoción de estar así juntos, bailando abrazados, solos, sin reproches.
-Baila usted muy bien -lo halagó ella.
-Usted no lo hace nada de mal, aprendió muy rápido.
-Tengo un buen maestro.
-Espero enseñarle muchas cosas más.
Ella se puso roja, él la contempló sonriendo, le encantaba el tono escarlata de su rostro, ella sentía las mejillas ardiendo, pero no apartó la mirada de la de su prometido.
-Mis padres deben estar esperándome -articuló con voz ronca y turbación en su mirada.
-Sus padres pueden esperar, están divirtiéndose, además no creo que quieran contrariarme, estoy muy entretenido con usted.
Ella bajó el rostro estremeciéndose, él la veía como un objeto de placer, una cosa más para tener de trofeo, su dinero le daba ese poder.
-No quise decir que usted sea un objeto para mí -aclaró buscando sus ojos.
Mary Anne levantó la vista sorprendida, ¿cómo había descubierto sus pensamientos?
-Tengo cinco hermanas menores a las que amo con toda mi alma, cada una diferente a la otra, pero todas son mujeres y tienen ciertas cosas en común, la mirada, los sentimientos, las mejillas sonrojadas… Puedo comprenderla, Mary Anne, puedo ver en su mirada, no la conozco demasiado, pero sí lo suficiente para deducir que le molesta esto de parecer que la compré.
-Lo hizo.
-No -contestó con seguridad-, concerté un matrimonio como tantos, usted y yo somos muy diferentes, venimos de mundos diferentes y es muy sabido que los de su clase no se casan por amor, ¿o me equivoco?
-No, no se equivoca -contestó apartando su mirada de la de él, seguían bailando, moviéndose al compás de la hermosa música de ensueño, lo que impedía que ella pudiera pensar claro.
-Eso hice, nada de otro mundo, aunque si le soy sincero, pensé encontrarme con una mujer descarada, altiva y orgullosa…
-Soy orgullosa y mi carácter…
-Eso pensé al verla esta mañana, una mujer orgullosa y arrogante, además, esa fue la cara que me mostró, pero en realidad usted es una niña mimada, nada más, estoy seguro de que su padre jamás la había golpeado antes, fue la primera vez, ¿verdad? -Levantó su mano y la puso sobre la mejilla femenina. Ella asintió pestañeando lentamente-. ¿Lo ve? No es esto lo que yo esperaba encontrar.
-¿Y eso cómo debería tomarlo?
-Como lo que es, Mary Anne, a mí también me han llegado rumores suyos, una casquivana…
-¡Eso no es cierto! -casi gritó.
-Lo sé. -Bajó con su pulgar hasta el labio de la joven para callarla-. Ahora lo sé, pudo cometer errores, ¿quién no los comete?, pero usted no es en lo absoluto como dicen los rumores.
-¿Y usted? ¿Es como dicen?
-Dígamelo usted, ya me conoce.
-No lo conozco y no soy muy buena juzgando a la gente, ya ve al hombre que escogí por novio.
Él ralentizó el baile, buscaba insistente la mirada de su joven prometida, era casi una niña, en cambio él ya era todo un hombre de mundo.
-¿Qué opinión le merezco? Con lo poco que me conoce.
-Creo que no es un hombre tan cruel como lo pintan.
-¿Tan cruel? ¿Eso es un halago o una crítica?
Ella enrojeció notoriamente y apartó la mirada, una vez más.
-Lo siento -se disculpó ella.
-No me importan los protocolos, se lo dije, fui criado en un lugar donde las cosas se dicen por su nombre, no se adornan disfrazándolas de falsa cortesía.
-Es que se dice que usted es un hombre cruel y despiadado -contestó volviendo a mirar a sus ojos-, que toma lo que quiere cuando y como quiere, sin importarle nada, que tiene mujer tras mujer…
-¿Usted cree que eso es cierto?
-No lo sé, ahora mismo, no.
Él levantó una ceja divertido.
-Usted se ha portado muy bien conmigo esta noche -aclaró ella.
-¿Así lo siente? -preguntó interesado.
-Sí, usted hizo más llevadera esta velada.
-Me alegro de que así lo sienta.
-Gracias.
-No tiene nada qué agradecer, es mi prometida y se lo debo.
-Lo de Edward…
-No tiene que darme explicaciones.
-Yo no quería nada con él, se lo juro. -Ahora sí ella se atrevió a mirarlo directo a los ojos para enseñarle la veracidad de sus palabras.
-No tiene que decírmelo, lo vi en sus ojos en ese momento, no había ni una pizca de atracción por él, lo que yo percibí en su mirada, Mary Anne, fue miedo. -Ella bajó la vista incómoda-. ¿Él la lastimó alguna vez?
Ella volvió a levantar la vista confundida, no podía contarle la verdad, si lo hacía, sería desnudar completamente su alma contando algo que nadie más que su nana sabía.
-Si no quiere contarme, no lo haga.
-Yo… no puedo -musitó intentando apartarse de él.
-No se me escape, Mary Anne -replicó abrazándola más fuerte, apretándola contra sí.
-No -suplicó intentando buscar a sus padres con la mirada.
-No la lastimaré, querida, no tema, confíe y déjese llevar. Ya no hablaremos más.
Thomas abrió su mano en la espalda de su prometida, casi podía cubrirla por completo, y la atrajo haciendo que se pegara a su cuerpo y con la otra, entrelazó sus dedos con los de ella y bajó su cara para poner su mejilla pegada a la de la chica que tenía su cabeza apoyada en su pecho. Mary Anne se sintió confundida un minuto y quiso moverse, pero él no se lo permitió y cerró los ojos, dejándose llevar por la música, sus manos y su aroma a hombre que la aturdía.