Trago profundo porque pienso que estoy en peligro. Pero sé que es porque me encuentro nervioso al verla frente a mí y ahora más porque la escuché decir que será la nueva sirvienta del hogar de mis padres. Siento una mezcla de atracción y temor, consciente de la tentación que representa su presencia. Pero debo recordar mi compromiso con mi vocación y resistir cualquier tentación que pueda poner en riesgo mi integridad. Mirandola fingiendo que no estoy nervioso le pregunto:
—¿Trabajaras aquí?
—¡Si doctorcito, lo que pasa es que…como soy extranjera me piden experiencia en todos lados y como trabajé en el mismo lugar por diez años, no tengo experiencia en otras áreas. Así que, por suerte conseguí trabajo en esta mansión gracias a unas hermanas de la iglesia en donde asistía!
¡Aleluya! De verdad una alegría indescriptible llena mi corazón al escuchar a mi hermosa Laura decir que va a la iglesia. Ah, no debería decirle mi hermosa Laura porque no es lo correcto, pero es que la esperanza se enciende en mi interior, al saber que tal vez ella sea creyente como yo. Esto que le escuché decir, es un rayo de luz en medio de la tentación y me llena de gratitud saber que compartimos esta búsqueda de fe.
—¿Empezaste hoy?
—Si, doctor, pero… ahora que rompí este plato la verdad no lo sé. Se nota costoso.
—No fue tu culpa. Prácticamente…yo te asusté.
Me agacho a recoger parte del plato roto porque no quiero que sus lindas manos se puedan cortar. Pero enseguida ella se agacha también y me lo impide apartándome las manos. Nuestras miradas se cruzan y siento como la indecisión me consume mientras considero la posibilidad de irme a ese retiro espiritual por un año, o quedarme aquí, en la mansión de mis padres, sabiendo que Laura está presente, despertando en mí sentimientos que desafían mi vocación religiosa. El deseo de estar cerca de ella y la tentación que representa me hacen dudar si debo resistir la atracción o entregarme a lo que mi corazón anhela.
—¡Ay, doctorcito claro que no, fue mi culpa por ser tan descuidada. Además, usted es doctor y no puede lastimarse sus manos!—exclama agarrando los pedazos del plato que se rompió.
Mirandola recoger los pedazos porque ella es más rápida que yo me veo en una batalla interna, si… debo resistir la atracción o entregarme a lo que mi corazón anhela. Ah, ahora estoy en medio de una batalla interna en la que debo encontrar la respuesta correcta y tomar una decisión que esté en armonía con mis creencias y mi compromiso religioso. Pero… como me encanta cuando la escucho decir doctorcito. En ese instante, estando agachado junto con Laura siento mi celular vibrar. Lo dejo pasar porque quiero ayudar a recoger los pedazos de porcelana del plato que se rompió pero Laura, insiste en que no la ayude.
—¡Doctorcito, si quiere atienda su llamada ¿sí? Yo soy la encargada de limpiar y no usted!
—Pero no quiero que te cortes Laura.
—No lo haré, no se preocupe. Estoy acostumbrada…a recoger pedazos rotos de cosas.
Eso ultimo que me dijo me pareció algo extraño, pero lo dejé pasar por un momento porque mi celular vibraba con mucha insistencia. Así que, me levanto, tomo el celular y al verlo observo que era Steven mi compañero y encargado en mi clínica ginecológica. Así que, me aparto un poco de Laura y voy a atender la llamada.
Llamada telefónica.
—¿Steven que sucede?
—¡Antonio, soy la esposa de Steven, Maddie, estoy en el hospital, Steven tuvo un accidente de auto al ir esta mañana a la clínica. En estos momentos lo están operando!—Me dijo su esposa.
Mi corazón se detiene en seco al recibir esa perturbadora llamada telefónica. Steven el encargado de mi clínica ginecológica, ha sufrido al parecer un accidente. La angustia se apodera de mí mientras escucho las palabras de Maddie quien se veía que estaba muy nerviosa. Mi mente se llena de preocupación y el instinto de protección se dispara.
—¡¿Pero está muy grave?!—Le preguntó sintiendo mucho temor. Steven hace poco tuvo un bebé y la verdad dejar a su hijo huérfano de padre debe ser muy doloroso para Maddie.
—Aún no lo sé, falta que salga de la cirugía de emergencia para ver que me dice el doctor, Antonio. Estoy en el Sinaí Mount hospital.
Que mezclas de emociones las de este día para mí. Laura la mujer de mis pensamientos impuros está en la cocina de la mansión de mis padres, y ahora Steven se encuentra grave.
—¡Ya voy para allá Maddie!—exclamo con el corazón casi que en la mano porque Steven es uno de mis mejores amigos y colegas. Prácticamente es el único que hasta ahora nunca se ha burlado de mi fe y mi profesión de ginecólogo que a todos pareciera incomodarles.
Sin embargo, al dirigirme a la cocina a buscar el maletín que cargaba antes de ver a Laura, escuchó unos grandes regaños por parte de Yolanda el ama de llaves.
—¡Te dije que si partías un plato te largabas de aquí muchacha!—Era lo que Yolanda le decía a Laura estando ella cabizbaja.
Ninguna de las dos en ese momento sabía que las miraba porque me escondí detrás de una columna de mármol para observar todo lo que pasaba. La verdad no sabía que Yolanda era tan dura con la servidumbre.
—¡Pero señora fue un accidente, yo fui muy cuidadosa, mire todos los platos que lavé!
—¡No me interesa, te dije que tuvieras cuidado. Agarra tus cosas y lárgate ahora mismo muchacha. Por tu culpa ahora me has metido en un gran problema. Esa es una vajilla que cuesta más que todo el sueldo que podrías ganar aquí en toda tu vida!
Enseguida, veo que Laura en cuestiones de segundos comienza a llorar y se le arrodilla a Yolanda. La ira y la tristeza se entrelazan en mi interior al presenciar a Laura arrodillándose ante Yolanda, el ama de llaves. Es una imagen que hiere mi corazón y despierta en mí una profunda decepción porque no sabía ese lado tan déspota de Yolanda solo por un pequeño plato roto. Así que de una vez salgo de mi escondite para defender a Laura porque de igual forma es una injusticia lo que le están haciendo y también parte de la culpa fue mía.
—¡Señor, Antonio! —exclamó Yolanda un tanto empalidecida al verme.
Tomo el maletín que dejé en la entrada de la cocina y camino hacia ellas de manera lenta. Veo como Laura se levanta de inmediato y se seca las lágrimas. Soy una persona muy pacifica pero odio cuando las personas se vuelven altivas porque ante los ojos de nuestro señor todos somos iguales. Entonces, con mi voz de mando le pregunto:
—¿Qué sucede? ¿Por qué regañas a la muchacha? ¿Por ese simple plato roto?
Yolanda llena de temor en su mirada me responde:
—¡Señor, lo que pasa es que… le dije que tuviera cuidado. Su madre la señora Rosa María, me dice que todos los platos de esta casa son de la bisabuela Agnes que tienen un valor sentimental para ella y que son muy costosos. Entonces… probé a esta chica diciéndole que fuera lo más cuidadosa posible para poder trabajar aquí. Pero al parecer no podrá hacerlo, no pasó la prueba!
En eso, Laura se acerca ante ella y con voz de ruego la escucho decir con lágrimas en sus ojos:
—¡Pero señora Yolanda, necesito el empleo, perdóneme esta vez!
—¡Lo siento muchacha no puedo toma tus cosas y vete!
Veo como Laura se humilla ante Yolanda y eso me llena de mucho enojo. Así que, a pesar de que me estaba preparando para un retiro espiritual, una decisión crucial se apodera de mí sin pensarlo dos veces al ver a la dulce Laura arrodillada. Aunque sé que es una elección arriesgada y que puede poner en peligro mi propio bienestar espiritual, la conexión que siento con ella es demasiado fuerte para resistir. Entonces….decido contratar a Laura como mi sirvienta personal en mi apartamento.
—¡No, ella no se irá…ella trabajará para mí!