Cuando se dio la vuelta y escuché su nombre, quedé petrificada, no podía creerlo. Tenía que tratarse de una broma del destino ― Es él ― susurré tocando mi pecho y sintiendo los latidos acelerados de mi corazón.
― Como por mi culpa, hemos perdido la mitad de la clase. Hoy no haremos ningún tipo de actividad, mejor, invertiremos ese tiempo en conocernos y familiarizarnos ¿Les parece?
― ¡Si! ― Respondieron al unísono. Yo, no podía hablar.
― Perfecto, comenzaremos por esta fila, se van colocando de pie, me dicen su nombre y que esperan del resto del semestre.
Para mi fortuna, escogí sentarme en el último lugar de la cuarta fila, por lo que, de seguro, no iba a alcanzar el tiempo para llegar a mi turno. De a uno, mis compañeros cumplieron su petición, como siempre, no faltó quien se excediera en adulaciones o quisiera resaltar más; tampoco, faltaron las coquetas que quisieran capturar demás la atención del profesor ― En estas clases, se ve de todo ―
En mi mente, lo único que trataba de hacer, era pensar en cómo iba a hacer si llegaba mi turno, no me sentía capaz de hablarle, estaba muy nerviosa. Aunque claro, existía la posibilidad de que ni siquiera me recordara. Hasta ese momento, no se había percatado de mi presencia, ya que, soy de baja estatura y estaba sentada detrás de uno de los chicos más altos, lo que usé como ventaja para esconderme.
No sé bien, porque actuaba así, no había hecho nada malo, pero estaba tan avergonzada de mirarlo, que moría de ganas por convertirme en avestruz y ocultar mi cabeza bajo el suelo. Sin embargo, no perdí oportunidad de admirarlo, se veía tan bien con esa ropa, sus lentes eran adorables y ni hablar de su sonrisa, en definitiva, ese hombre me tenía cautivada.
― Bien, tristemente se nos acabó y no podré conocerlos a todos hoy, pero tendremos tiempo en la próxima clase ― Me sentí aliviada de oírlo ― pueden irse, nos vemos el jueves, muchachos.
Decidí quedarme sentada y esperar a que todos se fueran, estaba segura que él se saldría junto con ellos. Volví a colocarme los audífonos y retomé la lectura, para matar el tiempo mientras el salón quedaba vacío, fue lo único que se me ocurrió para restarle importancia a lo sucedido y poder calmar mis nervios.
― Nos volvemos a ver ― Cariñosamente me retiro el auricular derecho.
Lentamente levanté la mirada y pude sentir como la ansiedad crecía dentro de mi cuerpo, no es una sensación fácil de explicar. Es una presión en el pecho, que se mezcla con una emoción incontrolable, acompañada con un toque de miedo, que se disparó en el momento que cruzamos miradas.
― Acaso, ¿ya me olvidaste? ― Sonrió y la presión se fue a mi garganta. Lo único que atiné a hacer fue sonreír. ― ¿O estas muy sorprendida?
― Estoy muy sorprendida ― Las piernas me temblaban. Entonces, tomó asiento, en el pupitre de enfrente y se giró para poder mirarme.
― Ya me habías asustado, pensé que no me recordabas. Increíble cómo nos volvemos a reunir. Definitivamente, el mundo es un pañuelo.
― Si profesor, así es. Quien iba a decir, que terminaría dándome clases.
― No es necesario que seas tan formal, después de todo, ya terminó la hora de clases. ― Su forma de hablar me parecía tan galante, que me volvía gelatina, me resultaba imposible dejar de mirarlo.
― Lo sé, pero, no puedo tutear a mis profesores. Es una costumbre que tengo, siempre trato de tratarlos con el respeto que se merecen y bueno, usted no es la excepción.
― Entiendo, eres adorable, ¿sabías? ― Balbuceé nerviosa.
― Tengo que irme, debo entrar a la clase siguiente. Fue un gusto verlo. ― Con prisa, torpemente empecé a recoger mis cosas, entonces, deje caer mi portaminas. En ese momento, él se agachó para recogerlo.
― Ten, no lo vayas a dejar, porque cómo tomarás notas después. ― Al entregármelo, suavemente rozó mis dedos y una electricidad recorrió mi cuerpo.
El segundo que duró ese intercambio, me pareció una eternidad, sentí que su mirada penetraba en lo más profundo de mi alma, pero no de una mala manera. No fue incómodo para mí, de ninguna manera, por el contrario, se sintió bien, demasiado bien. Nunca antes, nadie me había mirado así.
Salí de allí con las piernas temblando, desorientada y olvidando por completo lo que iba a hacer. Mi mente estaba ocupada rememorando lo que había sucedido, evocando en mi cuerpo esa magnífica sensación. Estoy consciente que fue un error, pero no pude evitar hacerlo, me gustó tanto, que no quería parar de revivirlo. El resto del día, no pude concentrarme en las otras materias, lo único que hacía era pensar en el profesor Abraham, justo igual que como el día que lo conocí.
Cuando por fin terminaron las clases, sentí alivio de poder irme a casa. Pero entonces, sucedió lo que muy en el fondo esperaba que pasara.
― ¿Ya te vas? ― Preguntó al topármelo de frente en el estacionamiento.
― Si, ya terminé jornada por hoy. Nos vemos luego.
A pesar de morirme de ganas por quedarme a su lado, pensé que lo más conveniente para mí, seria marcar distancia, no iba a ser sensato continuar dándole alas a la atracción que sentía por él. Así que, empleé el ultimo gramo de raciocinio que me quedaba, en poner fin a nuestra charla y salir que huyendo de ahí.
Confieso, que morí de ganas por regresar, mas, no lo hice, decidida continué caminando hasta salir del campus. Con cada paso que daba, podía sentir su mirada en mi espalda, quizá podía tratarse de una alucinación de mi parte, pero en ese momento, estaba completamente segura que me observó todo el trayecto hasta que salí de su campo visual. Lo sentía en mi piel, en cómo se erizaron mis vellos, como mi respiración se descontrolo y en ese calor que recorrió mi parte más íntima…
La semana siguió su curso, durante ella evité lo más posible en toparme con él, pero, al ser un campus tan pequeño, fue una tarea casi imposible. Las veces, en que nos cruzamos en los pasillos, fue tan encantador como siempre y me derretía. Admito, que traté de convencerme que ese era su comportamiento con todas, que simplemente era educado, pero, había una voz dentro de mí, que me repetía que yo era especial entre las demás, que existía la posibilidad de que tampoco pudiera sacarme de sus pensamientos.
― Tengo que dejar de pensar tonterías.
Durante todos esos días, me fue extremadamente difícil concentrarme en mis clases, todo el tiempo parecía estar en un limbo, en donde el único pensamiento era una pregunta ― ¿Cómo voy a hacer en la próxima clase? ― era lo único que me repetía día y noche.
En menos de lo que pensé, llegó el jueves por la mañana, era el día la tan temida siguiente clase, para colmo de males, era a primera hora de la jornada. Casi no pude dormir la noche anterior, ansiosa, deseosa y temerosa; aun, no me explico, como se pueden sentir todas esas emociones al mismo tiempo, pero sucede, es una realidad y tenía que conservar la cordura.
Entre al salón, haciendo un gran esfuerzo por disimular mis nervios, me senté en el lugar de siempre y evité, mantener la vista en la entrada. Estaba convencida que si llegaba a cruzar miradas con él me desvanecería. Así que hice lo que mejor sabía hacer, quedarme en silencio en un rincón.
― ¡Buenos días estudiantes! ― di un brinco apenas lo oí. ―Hoy vamos a hacer una mecánica diferente, los que estén sentados al fondo, pasaran al frente y los que estén di primeros quedaran de últimos ― Sentí un enorme nudo en el estómago ― ¡Vamos! Será divertido.
Enseguida todos comenzaron moverse de sus asientos, mas, yo no quería hacerlo. Con ese movimiento, iba a quedar sentada justo al lado de su escritorio, a pocos centímetros de él; de solo pensarlo, me sentí desfallecer, pero no me quedo otra opción, sino hacer lo que pidió.
― ¡Perfecto!, vieron, les dije que sería divertido. Así comenzamos las clases con mejor humor ― Luego de eso, tomo asiento y me miró con una amplia sonrisa y susurró.
― Ahora mi vista es mucho mejor ―