Durante el resto del día, no dejé de pensar en ese hombre, en su caballerosidad, en su encanto al hablar y en lo hermosa que era su sonrisa. Su imagen aparecía en mi mente con la definición de una fotografía de alta resolución y entre más lo recordaba, más crecía la sensación de un globo inflándose en mi pecho ― ¿Acaso estoy loca? ―
Perdí completamente la concentración, era imposible tratar de pensar en otra cosa que no fuera el encuentro con Abraham. Estaba totalmente deslumbrada, pero al mismo tiempo, desganada.
― Debo dejar de pensar en él. Es obvio que no volveré a verlo, esta ciudad es demasiado grande; además, un hombre como ese no está soltero. Mínimo debe tener familia, esposa hijos o al menos, estar comprometido. Es imposible, que alguien como él, este solo. ― Me repetía tumbada en la cama, mirando al techo, con el libro de economía sobre mi regazo.
Llegada la noche, pensé que lo mejor era tratar de dormir. Sin embargo, una nueva discusión de mis padres lo convirtió en misión imposible. Sus gritos se escuchaban claramente en mi habitación.
― No sé por qué sigo viviendo en esta casa. Debí independizarme hace años, pero me dejé convencer de que no tenía necesidad de hacerlo. Y mira, aquí estoy viviendo en un ambiente de porquería, por no tener a donde ir.
El caótico matrimonio de mis padres, era la principal razón por la que me costaba creer en las personas. En mi niñez, parecían ser la pareja más feliz del mundo, siempre amándose, llenándose de detalles y gestos que conmoverían a las más románticas de las personas. Conforme fui creciendo, me di cuenta que todo era un teatro para resguardar las apariencias ante los demás.
Claro, debo darles crédito por de alguna manera darme una niñez “feliz” sin recuerdos traumáticos de sus discusiones o su falta de afecto. Todo cambió, cuando en medio de la preparatoria. Fue como si llevaran un conteo regresivo, cuya meta era mi adultez, pues, cumplidos mis dieciocho años, la imagen de familia perfecta termino de desmoronarse.
Dejaron de evitar sus peleas en mi presencia, por el contrario, me obligaban a participar, a elegir un bando y lo peor, fue que hicieron a un lado los filtros y me dijeron todas las mentiras que, construyeron durante años y me hicieron creer que su amor era como el de los cuentos de hadas ― ¡Que tonta fui! ―
Ante ese escenario, para mí, todas las relaciones que hay a mi alrededor son falsas, especialmente las que involucran a mi familia. No creo en su cariño, no creo que sean sinceros en sus opiniones hacia mí, todos vivimos bajo una máscara, nadie es cien por cien real. Esa es la lección, que me llevo de todo eso.
― ¿Por qué ese hombre sería diferente? ― Reflexioné. Aferrada a esa pregunta, me propuse dejar de pensar en nuestro encuentro y así, dejé de idealizarlo.
― Además, todo lo que hizo fue para evitar problemas con la ley y ser un buen ciudadano. Seguro lo habría hecho por cualquiera. ― Tomé mis audífonos y subí todo el volumen, fue la única manera en la que logré dormir.
A la mañana siguiente, desperté muy temprano tenia examen y quise repasar un poco antes de irme a la universidad. El intento no valió de mucho, era obvio mi concentración no era la mejor, solo podía confiar que me ayudaría lo que recordaba de lo visto en clases. Entonces, salí de casa antes que mis padres lo notaran.
Las primeras dos horas de la mañana, se fueron en el examen. Afortunadamente pude responder y realizar todas las operaciones, mas, no estaba segura de haberlo hecho de la manera correcta ― La química no es mi fuerte ― luego eso, esperé en el pasillo la clase siguiente, oyendo el barullo de los demás estudiantes, quienes jocosamente conversaban.
Socializar no se me da muy bien, hago lo posible por evitar la falsedad y eso es lo que más veía a mi alrededor en esa universidad. Grupos de chicas a adulando a una líder, solo para ser aceptada, chicos presumiendo sus fiestas de fin de semana, mientras que otros, disfrutaban de pasar el tiempo en pareja. Y yo, no encajo en ninguna de esas situaciones.
En el fondo, admito que me hubiese gustado ser parte de algún grupo, tener amigas o amigos con los que pudiera pasar el tiempo libre. Sin embargo, si para tener eso, debía seguir al montón, no lo haría. Iba en contra de mis principios, así que preferí mi soledad, no me importó que dijeran que era la rara del lugar.
― ¿Oigan se enteraron que si habrá clases de matemáticas dos? ― Escuche decir a una de mis compañeras a su grupo. ― nos toca en el aula siete. Mejor vamos entrando o nos quedaremos sin lugar.
Fue imposible que pasara por alto su conversación, hasta ese momento juraba que tendríamos las siguientes dos horas libres. Se suponía que la profesora a cargo de la materia estaba de reposo por unas semanas, por lo que, a pesar que me resultó extraña la situación, preferí seguir su consejo e ir al aula siete.
Poco a poco, fueron ingresando el resto de mis compañeros. La mayoría estaba igual de extrañada que yo, por lo que había un ambiente de incertidumbre en el lugar, razón por la que todos mirábamos hacia la puerta, esperando comprobar si era verdad que la profesora entraría por allí.
― Buenos días jóvenes ― Entró el director de facultad. ― Tengo un anuncio que comunicarles, la profesora Johnson a partir de este momento ya no hace parte del cuerpo de profesores, razón por la cual se les ha asignado un nuevo docente para el restante del semestre. Las calificaciones acumuladas hasta la fecha se conservarán sin cambios o alteraciones, no se preocupen por eso.
El discurso del director, fue una enorme sorpresa, era evidente que nadie se imaginó la salida de la profesora Johnson, aunque, tristemente la mayoría no pudo disimular su alegría ― Era una bruja ― obviamente, no era la más querida por el alumnado.
Contrario a lo que pensé, el nuevo profesor no entró inmediatamente después de la salida del director. La hora avanzaba y ni rastro de su presencia. Fue desconcertante, pues, nos hicieron esperar dentro del aula. Los demás, no tardaron en quejarse del aburrimiento, otros simplemente aprovecharon el tiempo para parlotear; mientras que, en mi caso, decidí leer un poco.
Recientemente, me había topado con las plataformas digitales de lectura y fue amor a primera vista. Estaban repletas de variedad, de historias frescas e innovadoras y no fue difícil enviciarme con ellas. Tomé mi celular, me puse los audífonos para desconectarme del mundo y me sumergí de lleno en el libro de turno.
Pasado un rato, noto que los compañeros a mi alrededor se levantan de sus asientos, de inmediato, me retiro los audífonos y presto atención al frente.
― ¡Buenos días estudiantes!, espero me disculpen por el retraso, no volverá a suceder ― La voz que escuché se me hizo familiar, sin embargo, por mi estatura, no podía ver bien hacia la entrada.
― Tomen asiento.
El profesor se dio la espalda para dejar las cosas en su escritorio, recuerdo, que me pareció un hombre joven y elegante por su vestimenta. Seguidamente, escribió su nombre en la pizarra y lo repitió en voz alta.
― Mi nombre es Abraham Matthew, espero nos llevemos bien.