6. “La fiesta”

2158 Words
Camille —¿Qué tú nunca descansas, abuelo? Me detengo tras de su silla en su estudio, y lo rodeo con mis brazos, dejando en su mejilla un ruidoso beso que lo hace sonreír. Él se encuentra revisando una carpeta en su laptop que lleva como nombre: “Caso de James G. —Hola, cariño, hace mucho que no vienes a ver a tu viejo —sus manos las coloca sobre las mías, dedicándose a apretar mis dedos con suavidad—, ¿Cómo van tus estudios? —Fenomenales, sabes que tienes a la nieta más inteligente de todo el mundo. Una pequeña risilla brota de sus labios mientras se gira en la silla para quedar frente a mí. Mi abuelo había sido una de las personas más rejegas en aceptar que su única hija había regresado en el cuerpo de una chica francesa que en realidad, no tenía ningún parentesco con él, así que, eso me llevaba a cuestionarme algunas veces, si en verdad él me veía como su nieta, o si simplemente fingía para no hacer sentir mal a la abuela Tania. —Por supuesto, de eso no tengo la menor duda, es una lástima que no te hayas decidido por leyes. —¿Para vivir bajo amenazas a como muchas veces vives tú? ¡no, gracias! —me rio, mientras me agacho para quedar a su altura—, ¿en qué estás trabajando ahora? —Es una banda de narcotráfico y lavado de dinero —responde al encogerse de hombros—, ya han caído tres, pero, aún faltan los de arriba, los del FBI andan tras la pista, nuestro deber es hacer hasta lo imposible para encontrarlos culpables en cuanto los encierren. —¿Eso no es peligroso, abuelo? —Mi amor, ya hasta me he enfrentado a asesinos en serie, violadores… de las amenazas nunca pasan —un encogimiento de hombros acompaña aquella respuesta, recalcando que, en realidad, no le importa lo que traten de hacer los demás en su contra. Aprieto los labios mientras frunzo el ceño, perdiéndome en aquellos ojos oscuros rodeados de arrugas, ya a mi viejo se le notaban todos aquellos años que había vivido, yo era de la opinión de que era tiempo de que se jubilara y descansara, no me gustaba pensar en que algo malo pudiese ocurrirle debido a su trabajo, pero, presentarse ante un jurado y practicar la justicia, era lo que más amaba en el mundo, al punto que, pensaba que ese trabajo era en parte lo que lo ayudaba a estar tan saludable y lleno de vida. —Solo ten cuidado, ¿sí? Nunca te separes de tus guardaespaldas porque odiaría que algo malo te vaya a ocurrir por ser un hombre tan terco. —Ya pareces tu abuela —ríe al negar con la cabeza—, estoy bien, nada malo va a pasar, ¿de acuerdo? —sus manos acunan mis mejillas y sus labios se presionan contra mi frente—. Ahora ve a ver a tu abuela, que aquí aún tengo mucho por hacer. —Son casi las seis de la tarde, deberías parar ya, ¿no te parece? —Que no seas necia, Camille. —Ya me voy, ya me voy —pongo los ojos en blanco al ponerme de pie, no podía ponerme a discutir con el abuelo ahora, porque estaba segura de que jamás le ganaría, él siempre iba a buscar la forma de ganarme y lamentablemente, siempre lo conseguía. Salgo del estudio resignada, pues era increíble como un viejo tan terco podía cerrarse a una idea sin que existiese alguien que pudiera hacerlo cambiar de opinión. —Abuela, ¿no deberías de obligar a tu esposo a que pare ya con esos casos peligrosos? —profiero al entrar a la habitación de la pelirroja que me sonríe en cuanto me mira. Ella baja su libro y chasquea la lengua, para luego palpar el sitio a su lado en la cama. —Ya hace mucho tiempo que me rendí con eso, cielo —sus ojos verdes brillan ante la tenue luz que le ofrece la lámpara de la mesilla de noche. A pesar de no haber caído la noche por completo, el cielo se había vuelto oscuro e incluso comenzaba a relampaguear, lo que me provocaba una pereza enorme al volver a la casa. Me acuesto a su lado y acomodo mi cabeza sobre su vientre, permitiendo que me acaricie el cabello con suavidad. —Temo que alguien quiera tomar represalias contra él, abuela. —¿Y crees que yo no? Pero obligar a tu abuelo a que deje su trabajo, es casi como matarlo, mi amor. Levanto mi cabeza al escuchar una notificación de w******p en mi teléfono. Sonrío al ver que es de parte de Ashley, invitándome a asistir a una fiesta con ella, en la casa de un amigo suyo. Dejo el móvil a un lado, ignorando aquella petición. No era el tipo de chica que le gustaba andar de fiesta, mucho menos en la casa con muchas personas desconocidas, las cuales probablemente se embriagarían en un santiamén. —¿Qué sucede? —interroga la abuela al percibir mi silencio incómodo. —Es solo Ashley —respondo al mover mi rostro para poder mirarla—, invitándome a una fiesta. —¿Y? ¿no piensas ir? —No. —¿Por qué no? —Sabes que no me gustan ese tipo de fiestas, abue, probablemente haría el ridículo al hablar sobre mi madre otra vez. —Mi amor, tienes casi veintidós años, deberías de tratar de divertirte más, salir, conocer chicos de tu edad… Arrugo la nariz a la vez de que estiro las piernas sobre la cama, niego con la cabeza, mientras que la respiración se me atasca en el pecho al imaginar lo que podría ocurrir. —Ese plan no está anotado en mi agenda, después de todo. Debió de haberme avisado con tiempo, para agregarlo. —¡Pero qué excusa tan ridícula la tuya, Camille! —¡Abuela! —refunfuño al escucharla reír—, además, parece que hará tormenta. No me gusta salir cuando el clima está así. —No seas ridícula, vamos a prepararte, saldrás, aunque sea un rato y sin discutirme más, ¿ha quedado claro? Reniego manteniendo mis labios apretados mientras frunzo el ceño y trato de quitarle el móvil que ha tomado. Ella ríe, escribiéndole una rápida respuesta a mi amiga Ashley. —Listo —dice al pasarme el teléfono, donde podía leer que le daba la instrucción de recogerme en media hora justo aquí—, ahora vamos, que voy a peinarte y a maquillarte un poco. —Por cosas como estas, es que me gustaría estar viviendo sola. —Noticias, señorita, aún no tienes un trabajo con el cual mantenerte —murmura al guiñarme un ojo. (…) Me recuesto en el asiento de cuero del lindo Mercedes blanco de Ashley. Ya había comenzado a llover, por lo que, ella conduce con lentitud, tratando de ver más allá de los limpia parabrisas. —Pensé que ibas a negarte, es extraño que hayas decidido acompañarme. Cruzo los brazos a la altura de mi pecho y hago un mohín con los labios, negando con la cabeza. —Mi abuela me obligó, sabes que las reuniones sociales no son lo mío. —Ay deja de ser tan anticuada, verás que la pasaremos de maravilla —la rubia me guiña un ojo, mientras me da un golpecito en la rodilla descubierta—, por cierto, ese vestido está muy lindo, además, esas botas y esa chaqueta están de infarto, ¿Por qué nunca las utilizas? —Eran de mi madre, estaban en casa de mi abuela —digo al mirar mi atuendo, el cual, en realidad, no estaba para nada mal, un vestido de color n***o que llegaba hasta la mitad de mis muslos, unas botas altas, las cuales casi cubrían mis rodillas y una chaqueta de color azul. Cuando lo miré, no me había convencido, pero, al verlo en mi cuerpo, resultó encantarme. —Pero que buen gusto tiene tu madre. —En realidad, el gusto es de la bisabuela Colette. —¡Cierto! —ríe al mover su cabeza con euforia—, la abuela francesa diseñadora, si es que esa mujer diseña como los mismísimos dioses. —Diseñaba —le recuerdo al encogerme de hombros, pues ya se había retirado y ahora vivía en Las Bahamas junto con el bisabuelo Nicolás, disfrutando de su jubilación en un sitio tranquilo rodeado de playas. —Que desperdicio de talento, ¿no? —Tiene como ochenta años —rio al negar con la cabeza—, obviamente ya necesita descansar. Ashley aparca a las afueras de una enorme mansión de paredes blancas, rodeada de jardines, a pesar de la lluvia, se escuchaba la música desde adentro, además de risas descontroladas y conversaciones entre sí. Miro una vez más a mi mejor amiga, esperando que me permita poder escapar de aquel lugar, pero, ella me ignora y simplemente se gira hacia los asientos traseros para buscar un par paraguas. Tomo el que me ofrece y al final, me resigno a salir. Corremos hacia el pórtico, luego, dejamos los paraguas en un estante al lado de la puerta y entramos con nuestros brazos entrelazados. De inmediato, muchos de los presentes comienzan a saludar a Ashley con euforia, levantando sus vasos rojos llenos de bebidas alcohólicas en su dirección, me sorprendía lo sociable que podía ser mi amiga, lo que me hacía cuestionarme qué era lo que la había llevado a convertirse en mi mejor amiga, en mi confidente y casi hermana, pues en realidad, ella podía llegar a ser la mejor amiga de la persona que se le antojara. En segundos, ambas ya teníamos un par de vasos en nuestras manos, con lo que parecía ser, sangría. —¡Ashley! —una chica de cabello rojo se acerca a nosotras, besa las dos mejillas de mi amiga y le sonríe, mientras niega con la cabeza—, j***r, amiga, hace tanto tiempo que no te veo. —He tenido mucha tarea de la universidad, Dana, casi no he tenido tiempo ni para respirar. —¡Pero que preciosa estás! ¡que bueno que has podido venir! Sonrío manteniendo los labios apretados en cuanto su mirada azul se encuentra con la mía. —¿Y esta preciosura? —Es mi mejor amiga Camille —el brazo de Ashley se aprieta aun más al mío de forma protectora—, y le gustan los chicos, Dana. La pelirroja me recurre con la mirada de arriba abajo, lo que me provoca una cierta incomodidad de inmediato. —¡Pero que desperdicio! —se queja al final, al chasquear la lengua—, al igual que tú. La mirada de Ashley se encuentra con la mía, para terminar, partiéndose de la risa. —Es Dana, la hermana de Mike, el anfitrión de la fiesta. —Es un placer conocerte, Dana. —El placer es mío, Camille —la chica estrecha mi mano, sonriéndome sin parar—, pásenla bien, chicas, en la cocina hay bocadillos y por allá están los tragos. Ella vuelve a irse, dejándonos solas nuevamente. —Es buena chica, ya tiene novia —me cuenta Ashley. —Pues que bueno, pues no me ha gustado la forma en que se ha fijado en mis piernas. —¿Qué puedo decirte? Un par de piernas largas de una mujer, son su debilidad. Ambas volvemos a reír, para luego pegar nuestros vasos y tomarnos el contenido de un solo trago. ¡Ya! La abuela tenía razón, era tiempo de relajarme y tratar de pasarla bien. Después de todo, los que nos habían saludado no parecían ser malos chicos, tal vez aquí podría aprender a socializar más. La puerta vuelve a abrirse, revelando a un chico con ropas oscuras, sacudiendo su cabello a causa del agua de la lluvia, en cuanto levanta su cabeza, fue instantáneo, su mirada oscura se encuentra con la mía, y una leve sonrisa se forma en sus labios de forma instantánea. Mierda… ¿en serio ahora iba a encontrármelo hasta en la sopa? —Espera… ¿ese de ahí es Hayden Graham? —señala Ashley al voltear a mirarme—, ¡diantres! ¿en serio te está mirando, amiga? —ella pone ambas manos sobre mis hombros, sacudiéndome levemente a la vez de que parpadea en repetidas veces—, ¿esa sonrisa es para ti? ¿Qué no me has contado, Camille Stewart? —¡No digas tonterías! —la regaño al voltearme, tratando de ignorar su presencia, a la vez de que trato de olvidar otra vez, aquel pequeño secreto que mantenía con Hayden Graham. Amaba a Ashley, pero, eso no significaba que fuese a confesarle que, había estado en la casa de Hayden y que, como si fuera poco, él me había besado.
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