Camille
Siempre me propuse tener mi vida en orden, desde pequeña me caractericé por mantener cada día de mi vida, escrito en mi agenda personal, todo se basaba en listas; si mi lista decía que hoy debía de comer frutas y yogurt en la mañana, pues era lo que debía de comer, y, si mi lista decía que debía de irme a la cama a las nueve de la noche, a esa hora estaría en la cama.
Mi madre decía que era algo obsesivo de mi parte, yo siempre lo miré como un estilo de vida, por más loco que los demás lo fuesen a ver.
Ahora, a mis veintidós años podía decir que había cumplido prácticamente todo lo que estaba escrito en aquella lista en mi agenda:
· Fui una excelente estudiante en la escuela primaria.
· Me gradué con honores en la secundaria.
· Me estaba convirtiendo en una excelente dermatóloga (a pesar de apenas estar en mi tercer año de carrera, podía decir que lo cumpliría con facilidad…)
Pero ahora, mi mano con el lápiz queda suspendida en el aire al fijarme en un punto en específico, uno que lo había escrito cuando cumplí diecisiete años, el cual era: enamorarme a los veintitrés años.
Prácticamente me desinflo en la gradería de la cancha de la Universidad de Utah, al darme cuenta que aquel punto en específico estaba siendo un absoluto desastre, uno muy grande, pues a la pobre niña Camille, le costaba mucho trabajo mantener una conversación con un hombre… ¡prácticamente me paralizaba frente a ellos y perdía el habla!
Chasqueo la lengua mientras niego con la cabeza, recordando todas las citas que mi amiga Ashley había preparado para mí para poder ayudarme, una, resultando ser más desastrosa que la otra, al acabar siempre en lo mismo: yo hablando sobre la “resurrección” de mi madre en el pasado, lo que acababa con asustarlos en gran manera.
El bullicio proveniente de la cancha me hace levantar la mirada, dedicándome a observar a un grupo de chicos chocar sus manos al celebrar un perfecto gol.
Tuerzo una sonrisa al ver entre ellos a Hayden Graham entre ellos, el cual parecía ser el protagonista del gol.
Aquel chico por lo general siempre me había ocasionado un cierto recelo, dada a la oscuridad que parecía rodearlo, estudia derecho, incluso creía que le hacía falta tan solo un par de años para terminar su carrera; de él se decían muchas cosas por los pasillos de la universidad, desde ser satanista, de jugar la ouija cada tarde como pasatiempo e incluso se decía de que había asesinado a un par de chicos por un simple desacuerdo.
Todo en él gritaba peligro, era solitario y amargado… excepto en los momentos en que jugaba futbol, donde parecía ser la persona más sociable de todas.
—Hayden Graham, sí que es sexy ese tipo, ¿verdad? —levanto a ver a Ashley en el momento en que se sienta a mi lado.
La rubia se muerde el labio inferior mientras se dedica a mirar detenidamente hacia la cancha de futbol, exactamente hacia el tal Hayden, quien había retomado el juego.
—Solo si quieres terminar siendo parte de algún sacrificio satánico —digo al encogerme de hombros, mientras me concentro nuevamente en mi agenda, agregando un nuevo punto a mi lista:
· No acercarse a Hayden Graham.
—¿Qué no vas a admitir que el tal Hayden está como le da la gana?
Vuelvo a encogerme de hombros mientras guardo la agenda en mi mochila para luego levantarme.
—Mi siguiente clase comienza en diez minutos, así que justo ahora no tengo tiempo para opinar sobre lo sexys que están algunos de los chicos de la cancha.
—¡Espera, Camille! —exclama mi mejor amiga al tratar de alcanzarme—, que ya te he armado una nueva cita, para el viernes a las ocho, en el boliche, así tal vez puedas concentrarte en el juego y no dejas de hablar estupideces como el hecho de que tu madre regresó de la muerte en el cuerpo de otra chica.
Hago una mueca a la vez de que chasqueo la lengua, mientras que mi amiga rompe en carcajadas, dedicándose a pasar un brazo sobre mis hombros.
—Ni me lo recuerdes —menciono al recordar cada una de mis citas pasadas, las cuales no habían hecho otra cosa más que dejarme un mal sabor de boca.
—¡Ya! Verás que en esta ocasión te irá de maravilla; te encantará Jacob, es estudiante de medicina y muere por conocer a la hermosa Camille Stewart.
¡Cómo deseaba que en esta ocasión sí se me diera y no acabara cagándola a como siempre lo hacía!
(…)
Veo mi reflejo en el espejo, aquellos ojos grises casi sonríen del mismo modo en que lo hacen mis labios, estaba satisfecha con mi apariencia, no podía quejarme de ella en lo absoluto, los genes que mis padres me habían heredado, eran realmente espectaculares, no había algo de lo que pudiera quejarme… hago una mueca al darme cuenta de que, en realidad, sí había algo de lo que solía quejarme diariamente, la falta de comunicación con el género masculino.
Inflo mis cachetes a la vez de que juego con el pirsin de argolla en mi nariz, para luego dejar salir la respiración con pesadez, se suponía que debía de estar lista para conocer a este nuevo chico que probablemente ya estaría esperando por mí, pero, lo cierto era que tan solo sentía enormes ganas de meterme a la cama y no salir hasta que fuese necesario.
—¡Camille! —me giro en cuanto escucho la voz de mi madre a través de la puerta—, ¿ya estás lista, mi amor? ¡Tu amigo ya ha venido por ti!
Mis manos comienzan a sudar de inmediato ante el temor que me invade al pensar en lo que podría ocurrir en aquella estúpida cita.
—¿Camille? —mi madre abre la puerta con lentitud, asomando su cabeza por la r*****a—. ¿Estás bien, tesoro?
—¿Cómo luzco, mamá? —pregunto al abrir mis brazos para dejarlos caer a mis costados.
—Estás preciosa, mi amor —la morena frente a mí sonríe, mientras camina hacia mí, ladea su cabeza, dedicándome a mirarme con curiosidad—. ¿Estás lista para esto, Camille?
—Madre, tengo veintidós años y jamás he logrado tener una buena cita —me quejo al tomar sus manos entre las mías—, en serio… deseo que esta sea la definitiva.
—Tan solo trata de no hablar de mi maldita muerte pasada y todo irá bien —ella me guiña un ojo y aprieta mi mano, para luego dirigirme hacia la puerta.
(…)
En el boliche pude decir que casi todo salió perfecto, en ese lugar casi no hubo necesidad de hablar, pues nos introducimos al juego de tal manera, que las palabras habían estado de más.
Resultó ser que Jacob era un tipo súper agradable, el cual reía mucho y celebraba conmigo cada vez que lograba derribar todos los pinos. Había ocasiones en las que sentía su mirada café sobre mí, la cual no me molestaba en lo absoluto. Guapo, inteligente y amigable, características que, sin ninguna duda, era lo que buscaba en un chico para lograr mi siguiente objetivo en la lista, y ahora, que sentía que no me desagradaba el futuro médico, podía sentirme mucho más cerca de aquel gran objetivo… todo iba marchando bien, hasta que al final, a él se le ocurrió la brillante idea de ir a un maldito bar para conocerme más.
—Estás muy callada —dice mientras conduce hacia el lugar.
Trato de sonreír, a la vez de que prácticamente retuerzo mis dedos sobre mis muslos, tratando de calmar aquel maldito pánico que me ha invadido.
—¿Segura que está bien que vayamos ahí? —pude sentir su mirada sobre mí, cierro los ojos, tragando saliva con fuerza.
Mierda, si el chico era de lo más lindo, no era justo que ahora acabara por cagarla otra vez.
—Escucha, Camille… puedo dejarte en tu casa si lo deseas.
—No —respondo al final, tratando de evitar su mirada a toda costa—, está bien.
Desvío la mirada hacia la ventana, rogando en mi interior poder hacerlo bien, era tiempo que dejara de temer, era tiempo de dejar aquella maldita timidez atrás, para poder ser la mujer que debía ser: una que fuese segura de sí misma.
Ya en el bar, nos sentamos frente a la barra, él pide un par de cervezas mientras se dedica a hablarme de su carrera de medicina, sobre todo, de lo orgulloso que estaba su abuelo de que haya elegido la misma carrera que él estudió en su juventud.
En todo momento, me dedico a asentir con la cabeza en su dirección, a la vez de que sonrío y lo dejo hablar sin parar, rogando para que se entretuviera con ello y no acabara con hacerme preguntas que probablemente no iba a poder responder.
—Así que Camille es un nombre francés, ¿verdad?
¡Diantres! Y ya había comenzado.
Con aquella pregunta, mi corazón comienza a acelerarse, mis manos y piernas comienzan a hormiguear, ante el pánico de volver a decir la misma idiotez que acababa con arruinarlo todo.
—Mi bisabuela es francesa —respondo, tratando de evitar su mirada otra vez—, mi madre también lo es, bueno, en parte —¡quiero morderme la lengua para no decirlo! Pero, ¡maldición! El acto de que mi madre gringa haya muerto para volver en el cuerpo de una francesa antes de que yo naciera, era algo que aún me impactaba y no podía callar.
—Tú no tienes acento francés.
—Es porque nací en este lugar y mi padre es norteamericano; no he vivido en otro sitio que no sea Utah.
—¿Tu madre sí tiene acento francés?
—Creo que sí, aunque trata de evitarlo —le cuento al asentir con la cabeza—, lo que pasa es que… a ella le gusta sentirse como era antes de morir.
¡Y! ¡Damas y caballeros! ¡La Camille desastrosa había comenzado a surgir! Podía ver en su mirada la confusión plasmada… tal y como lo había visto en las cuatro, cinco o seis citas fallidas que había tenido en los últimos meses.
—Bueno, es que es algo difícil de entender, nadie creería que mamá murió de cáncer al tener diecinueve años, para volver en el cuerpo de una francesa de veintidós años llamada Camille Moreau —digo al hacer un gesto con mis manos, como si le restara importancia—, esa es la razón por la que me llamo Camille: en homenaje a la mujer que le dio una nueva oportunidad a mi madre para que siguiera en este plano.
Él tuerce una sonrisa, la cual pude ver era una cargada de incomodidad, infla sus cachetes para después soltar con rapidez el aire contenido, toma la botella de cerveza y la lleva hasta sus labios, tomando todo el contenido sin detenerse.
—¿Me disculpas? Debo de ir al baño —dice al ponerse de pie.
Frunzo los labios a la vez de que hago un gesto con mi mano, a sabiendas de lo que pasaría a continuación, estaba más que claro que en este instante, sería abandonada otra vez, ¡gracias al cielo que me había acostumbrado a traer dinero conmigo para regresarme en taxi y para pagar la cuenta que los idiotas de mis acompañantes dejaban sin pagar!
—Claro, aquí te espero —murmuro, sabiendo que probablemente, esa sería la última vez que le vería.
Él asiente con la cabeza una vez más, para luego desaparecer entre la multitud. ¿Acaso podría culparlo? ¿a quién iba a gustarle salir con una loca que creía en resurrecciones y que hablaba de la vida y la muerte con tanta naturalidad? La respuesta era simple: a nadie.
—¡Que mal! —me giro en mi asiento al escuchar una profunda y fría voz a mi lado, encontrándome con una sonrisa divertida marcada en unos apetecibles labios que gritaban: ¡cómeme! Además, de una mirada oscura que me veía de arriba abajo con notoria diversión—, creo que tu cita, se acaba de esfumar —suelta Hayden Graham con gran naturalidad, al levantar su botella de cerveza en mi dirección.
¡Oh por Dios!
Hayden Graham me estaba hablando…
Hayden Graham estaba muy cerca de mí…
Hayden Graham había logrado que perdiera el habla otra vez…
Hayden Graham parecía estar brindando por mí…
¡No debería de acercarme a Hayden Graham, maldita sea!