2. “Una cita que no debía de ser perfecta”

2182 Words
Hayden Graham La chica rara de la que hablan muchos chicos en los pasillos de la universidad, ahora estaba frente a mí, paralizada, con sus labios entreabiertos, con aquellas mejillas blancas salpicadas de pecas que la hacían lucir bastante tierna. Me preguntaba qué estaría pasando por su mente justo ahora, ¿tal vez que iba a utilizarla para un ritual? ¿o que la invitaría a jugar a la ouija? Había escuchado tantos rumores sobre mí, que ya nada me sorprendía, rumores que al final, resultaban ser todos falsos. No practicaba el satanismo a como todos pensaban, mucho menos había llegado a asesinar, a como lo escuché una vez en la cafetería, mi único pecado era ser un chico algo oscuro, hijo de un recluso el cual llevaba ya cuatro años encerrado, pagando por un crimen que no cometió. Me concentro en la chica frente a mí, perdiéndome ligeramente en sus ojos, aquellos ojos que son como dos balas grises de acero, brillantes y penetrantes, como si fuese capaz de leer el interior de cualquier persona, sus ojos eran especiales, sin duda alguna, pues no son de un gris normal, si no como uno gélido, capaz de dejarte petrificado. Mi mirada recae en aquel aro que decora su nariz, además de un pequeño tatuaje al lado de su oreja, es un nombre, el cual no logro leer a la perfección. —Entonces tu madre volvió a la vida —repito lo que ella le había contado al tipo que la dejó sola—, vamos, cuéntame a mí, yo voy a escucharte —digo al mover la cabeza en afirmación—, ¿quieres otra cerveza? Yo invito, no tengas miedo, pequeña, no voy a usarte como sacrificio a Lucifer. Ella niega con la cabeza, a la vez de que parpadea en repetidas ocasiones, movimiento que me provoca estirar una mano para atrapar su barbilla, impidiendo que siga moviéndose para lograr leer aquellas pequeñas letras que están marcadas a un costado de su oído izquierdo. Ella se paraliza ante mi roce, comenzando a temblar ligeramente, lo que me hace prever que, aquella chica, aunque fuese bastante hermosa, parecía ser bastante insegura. —Waili —leo al pasar la punta de mi dedo índice por aquellas letras con tinte permanente, marcadas en su piel—, ¿Quién es Waili? —Mi- mi madre —titubea al hablar, alejando mi mano de su rostro. —Quien volvió de la muerte. —Mi heroína —me corrige. —¿Qué tal si me cuentas de la forma en que esa heroína volvió de la muerte? —Vas a reírte de mí —susurra al torcer una sonrisa, a la vez de que baja la mirada, probablemente sintiéndose avergonzada ante aquel suceso que, al parecer, había marcado tanto su vida, que insistía en contarlo al mundo. —No lo sabremos si no me lo cuentas —digo al tratar de devolverle la sonrisa. Durante los últimos años, las ganas de divertirme o de mezclarme entre las personas, simplemente se me habían acabado, dándole paso a las ganas de trabajar y de convertirme en uno de los mejores abogados de toda Utah. Mi padre lo era todo para mi vida, mi héroe, tal y como al parecer, lo es su madre para ella, también llevaba su nombre grabado en mi piel, únicamente que yo lo llevaba en la parte trasera de mi cuello. Mi madre se fue cuando yo tenía ocho años, y, durante todos esos años, mi padre se esforzó en que no la echara de menos, desde entonces se convirtió en mi mejor amigo, el hombre a quien admiraba y anhelaba ser como él, hasta el momento en que se vio envuelto en una serie de problemas que lo mandaron a la cárcel. Es inocente, de eso no me quedaba ninguna duda, por lo que, desde entonces, me había aferrado a la idea de continuar estudiando sin cansancio, para así lograr sacarlo de prisión. Varios abogados habían intentado llevar su caso, dando un resultado desfavorable, algo que, sin duda alguna, no pasaría conmigo. Miro a Camille, la chica aún parecía estar tensa, puta, ¿Qué tanto era lo que se hablaba de mí para que esta chica estuviera aterrada? Me giro hacia el barman y levanto una mano, señalando con mis dedos dos cervezas, las cuales acerca enseguida. Deslizo una botella hacia ella, tratando de sonreírle para parecer simpático. —Según he escuchado por ahí, has tenido citas horribles durante los últimos meses, así que, te haré el favor de que justo hoy tengas la mejor cita de tu vida, y, te doy mi palabra de que mañana nos olvidaremos de esto, seremos un par de completos desconocidos a como lo hemos sido desde siempre. —¿Para que te rías de mí con tus amigos? —interroga un poco más segura, mientras toma la botella entre sus manos. —Lo haría si los tuviera —respondo al acercar la botella hasta mis labios—. Así que, Camille, ¿Qué dices? ¿estás dispuesta a tener la mejor cita de tu vida? —Supongo que justo ahora no tengo algo mejor que hacer —reconoce al sonreír, elevando la botella de cerveza en mi dirección. Una botella que fue seguida por cuatro más, mientras nos dedicábamos a hablar sobre la vida después de la muerte, un tema que, al parecer, a aquella linda morena le interesaba demasiado. Ella había pasado su niñez y parte de su adolescencia investigando sobre aquel tema en particular, recopilando cantidades de libros en su habitación, pues tan solo quería averiguar la forma en que su madre había sido capaz de volver en otro cuerpo. La escucho con atención, dando algunos aportes a aquel tema que hacía que su mirada brillara de emoción al compartir su conocimiento, un tema que, en particular, probablemente a muchas personas llegaba a asustar, ahora entendía por qué todas sus citas salían corriendo, si es que con ello, casi parecía que estuviera loca. —¿En serio no te asustan estos temas? —interroga al ladear la cabeza. —Se dice que realizo rituales a Lucifer, ¿Por qué me asustaría algo tan simple como la reencarnación? —bromeo al sonreír. —¿Y es verdad? —¿Quieres venir a mi casa? será la única forma en que lo averigües —levanto una ceja, guiñándole un ojo con picardía al hablar con doble sentido. Noto como las comisuras de sus labios se curvean en una pequeña sonrisa, casi soy capaz de ver como sus mejillas se tiñen de rojo, si no fuese por la escasa luz que hay en el lugar. Estiro una mano para acariciar su mejilla, la siento estremecerse bajo mi roce, una pequeña sonrisa se forma en mis labios al percibir que, sin duda alguna aquella chica estaba bastante necesitada de afecto. ¿Esa era la razón por la que insistía en continuar teniendo citas desastrosas que no paraba en nada? ¿acaso no se daba cuenta que, había muchos chicos en diversas facultades de la universidad que no paraban de hablar sobre lo loca que estaba al no dejar de hablar sobre temas sobrenaturales? —¿Entonces qué dices? —Claro que no —repone enseguida al alejar mi mano de su rostro. —Te dije que te iba a dar la mejor cita de tu vida. —Para mí, la mejor cita de mi vida no tiene que terminar en sexo, necesariamente. —¡Pero que mente tan sucia tienes! —exclamo al echarme a reír—, ¿acaso te he dicho algo con respecto al sexo? —¿Qué? ¿Acaso invitas a las chicas a ir a ver Netflix a tu casa? —No —digo al negar enseguida, sin siquiera tratar de ocultar la diversión que todo aquello me provoca—, las invito a ver HBO+ —Eres un idiota. Suelto una carcajada, mientras nuevamente me giro hacia el barman para pedir otro par de cervezas. Debía de admitir que, hacía mucho tiempo que no me divertía de este modo, desde el momento en que mi padre cayó en prisión, solo tenía tiempo para pensar en posibles soluciones para liberarlo. Además de matar mi tiempo libre en prácticas de futbol y boxeo, para matar la frustración que aquella situación me provocaba. —¿Por qué dejas de sonreír de forma tan abrupta? —pregunta al acercarse a mí. Hago una mueca, dedicándome a negar. —¿Qué dices? —Sip, de un pronto a otro pareciera que estás feliz, y luego, tu rostro se oscurece. —No digas estupideces. —Bueno —dice al encogerse de hombros, dedicándose a tomar nuevamente—. ¡Oh Dios mío! ¡Amo esa canción! —exclama al levantar la cabeza en cuanto comienza a reproducirse Don´t Panic de Coldplay—, ¿quieres bailar? Jalo de mi mano en cuanto trata de tomarla, dedicándome a negar con la cabeza mientras mantengo el ceño fruncido. —Ni de chiste. —¡Venga! ¡qué has dicho que sería la mejor cita de mi vida! —No vas a hacerme bailar, Camille, así que no insistas. —Pero, ¿Por qué? —No bailo, es todo. —Entonces yo si lo haré —murmura al poner los ojos en blanco, para luego saltar de su lugar y así perderse entre el grupo de personas que se encuentran en la pista de baile. La sigo con la mirada, ella comienza a moverse sola, cierra los ojos y levanta las manos, dejándose llevar por el ritmo de la música. Recorro su cuerpo con la mirada, en realidad, aquella chica no estaba nada mal, un par de largas piernas sobresalen de unos shorts de mezclilla bastante corto, acompañado de un top crop color n***o, que dejaba toda su espalda descubierta dado al fino hilo que lo sujeta en forma de zic zac. Su cabello oscuro y corto, cayendo agradablemente sobre sus hombros. Tuerzo una sonrisa sin dejar de mirarla. Aquella chica sin duda alguna era bastante atractiva, lástima que estuviera tan loca, para que los chicos escaparan sin siquiera terminar la primera cita. Dejo de sonreír en el instante en que un sujeto se acerca a ella, colocando sus manos en su pequeña cintura descubierta, para comenzar a moverse a su mismo ritmo. Noto como la chica se tensa enseguida, a la vez de que trata de alejarse inútilmente, pues el sujeto no lo permite. De inmediato, saco unos cuantos dólares, los cuales dejo sobre la barra, para luego saltar del taburete y dirigirme hacia ella, manteniendo mis manos cerradas en puños. —Nos vamos —apunto al envolver mi mano en su muñeca, jalándola con firmeza hacia mí, sin despegar mi mirada del sujeto que sonríe con ironía. —Tranquilo, viejo, no sabía que venía acompañada. —Lárgate, ahora. No me hagas enojar —digo manteniendo los labios apretados y el ceño fruncido. —Ya, no ha pasado nada, mejor salgamos de aquí —susurra ella al sonreír, trayéndome de vuelta. Respiro con suavidad, tratando de controlarme, aún sin poder alejar la mirada de aquel alto moreno que continuaba observándola con descaro. Doy un paso hacia él, pero Camille aprieta mi mano, impidiéndome avanzar. No era sano cuando perdía la razón, porque algunas veces, me costaba parar, esa era la razón por la que amaba el boxeo, ese deporte me ayudaba a desahogarme, a descargar la ira que recorre mis venas sin necesidad de dañar a los demás. —Es hora de irnos, Hayden, basta —repite al jalarme lejos de ahí. Hayden… era la primera vez que decía mi nombre y, definitivamente no sonaba mal, se oía bien, puta, no quería acostumbrarme a escucharlo salir de sus lindos labios. —O espera, que no he pagado la cuenta —dice al tratar de caminar hacia la barra otra vez. —No seas tonta, ya la he pagado —murmuro al reír otra vez—. ¿Entonces, qué? ¿mi casa o te llevo a la tuya? —pregunto en cuanto salimos al estacionamiento. Aquellos hermosos ojos grises vuelven a enfocarme, una pequeña sonrisa surca sus labios mientras acomoda un mechón de cabello tras su oreja derecha. —¿Me prometes que no vas a intentar nada conmigo? —Nada que no quieras —le aseguro al levantar mi mano derecha a la altura de mi hombro. —¿Por qué quieres que te acompañe? —Es una cita, la única cita que tendremos y quiero vivirla —digo al encogerme de hombros—, ya mañana, no existirá nada entre nosotros. —Está bien, pero que quede claro que, no voy a jugar ni un solo juego que involucre comunicarnos con el diablo. —¡Creo que has visto muchas películas, Camille! —me burlo al detenernos frente a mi motocicleta. —¿Motocicleta? ¿En serio? —No sería un chico malo si no tuviera una, ¿no? —le guiño un ojo, jugando con las llaves entre mis dedos, lo que la hace sonreír.
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