Sus manos aprietan mi trasero, obligándome a que me siente a horcajadas sobre sus muslos, cosa a lo que no me resisto y solo obedezco. Rodeo su cuello con mis manos y dejo que me bese y me toque de la forma en que él lo desee. Diablos, si es que, desde esa noche en su casa, no había parado de pensar en las ganas que sentía que volviera a besarme de la forma en que lo había hecho, aunque ahora, debía de admitir que lo hacía mucho mejor. Sus labios me besan de una forma frenética, impulsiva, como si quisiera devorarme y lo peor de todo es que me estaba gustando, sus manos suben por mi espalda, se mueven sobre mi cuerpo con total experiencia, acaricia mis costados, hasta que se detienen sobre mis pechos, los aprieta, haciéndome jadear contra sus labios, a la vez de que trato de no temblar s