No todo en mí era perfecto ante los analíticos ojos de mis padres, en varias ocasiones afirmaron que yo sería “la hija más perfecta del mundo” si no fuera tan impulsiva. Había algo de cierto en esa afirmación, más de una vez me vi soportando los reproches y críticas de mis padres por haber dicho, sin detenerme a meditarlo, algo indebido en un contexto social que ellos se esforzaban por mantener como “perfecto”. A veces tan sólo bastaba con decirle a alguna amiga de mi madre que si quería divorciarse de su marido por falta de amor, yo lo consideraba un motivo más que suficiente. Hubo ocasiones en las que hice referencia al fanatismo insano de algunas personas que frecuentaban nuestro entorno y eso me valió días de penitencia. Por suerte los métodos de castigo a los que me sometían mis padres, no eran tan arcaicos: una semana sin salir, gran cosa, yo casi nunca salía; pasar todo un día estudiando, una idiotez de castigo porque de todas formas yo estudiaba mucho; un mes sin usar la computadora, lo cual no duraba ni dos días porque siempre lograba la forma de hacerles entender que necesitaba la PC para realizar algún trabajo de la facultad. El peor castigo que recibí fue inmediatamente después de haber perdido mi virginidad. Mi madre me mandó directamente con un cura, para confesarme. Pasé toda una tarde rezando y creo que el Padre fue tan severo por órdenes directas de mis padres.
Una sola vez recibí una reprimenda física. Ocurrió cuando dije, a un grupo de personas, que a un amigo de mi padre ya no lo invitaban a participar en las reuniones de la iglesia porque se habían enterado que era homosexual. Eso me valió un fuerte cachetazo de revés por parte de mi madre y, por parte de mi padre, un colérico sermón que duró más de una hora y media.
Con eso aprendí que ciertos temas eran intocables, así como también aprendí que debía mantener la boca cerrada la mayor parte del tiempo, si tenía a mis padres cerca; por eso ni siquiera les contaba sobre mis amistades. Me limitaba a hablarles sobre mi vida estudiantil, dejando de lado todo lo demás, a no ser que recibiera preguntas directas cuando alguno de los dos dudaba de la integridad de alguna de mis amigas. Acaso por eso me encantaba pasar el rato con Lara, ella no era tan prejuiciosa y su vida s****l, hasta donde yo sabía, era nula; por lo que me evitaba problemas indirectos con mis represores.