Lucio, el padre de Lara, fue muy amable al llevarnos en auto hasta la Universidad; pero yo no podía tranquilizarme, los recuerdos de lo que había hecho durante la noche me agobiaban, la rápida ducha no había sido suficiente para limpiarme y aún me sentía sucia, dentro de mi alma. Tenía una fuerte necesidad de confesarme; sin embargo no me sentiría nada cómoda narrándole lo acontecido a un Cura, él era hombre y no comprendería asuntos femeninos tan delicados. Al bajar del auto miré directamente hacia la capilla que estaba conectada a la Universidad. Ésta dividía justo a la mitad el enorme establecimiento, si uno observaba el edificio de frente podría ver a la derecha el amplio complejo universitario con una arquitectura moderna y paredes color beige; a la izquierda se encontraba el colegio