7. La casa en Santiago

1486 Words
Ana Lago La casa que tiene Arturo en Santiago, Nuevo León, es enorme a simple vista se ve como si fuera de cuatro pisos, como un edificio, pero la primera planta era exclusiva para estacionamiento, luego dos plantas y la última era una terraza. No me sorprendía el estilo tan innovador que notaba en cada detalle de la fachada al exterior, Arturo era arquitecto así que imagine que él habría ideado toda la estructura de esta casa. Me quede observando cada detalle desde las escaleras que comenzaban desde el estacionamiento hasta la segunda planta de la casa. —¿Te gusta? —preguntó él al mismo tiempo que sentía como posaba su mano en mi espalda baja. —Esta casa es enorme y hermosa —dije sin dejar de observar. —Espera a ver la terraza —dijo él con entusiasmo mientras subíamos escaleras tomados de la mano. La casa por dentro era como si hubiera salido de una casita de muñecas, no estaba sobrecargada de muebles, éstos eran sencillos y los espacios eran abiertos. Arturo me veía con diversión. —Parece… —musité. —Una casa de muñecas —completó. Asentí, viéndolo extrañada. Él sonrió. Dejó las maletas a un lado del sofá y me invito a sentarme en su regazo, rodeé su cuello con mis brazos. —Hace un año, Lisa tenía una casita de muñecas que adoraba, sólo que esa casita era de color rosa, por supuesto no iba a construir una casa de ese color, pero a ella le encantaba, una vez se me ocurrió hacer un plano basándome en esa casita, mande replicar los muebles más modernos, con colores que a mi me gustarán y proyectarán armonía, el resultado fue esta casa, Lisa aún no la conoce por que apenas hace unos meses me la entregaron ya completa, planeaba mostrársela en un día especial para los dos, pero ahora que Sam la traiga presiento que le fascinara estar aquí, es perfecta —me emocionaba escuchar como Arturo se expresaba lleno de ilusión, en cosas como esta me daba cuenta cuanto amaba a su hija, a pesar de que no muchos padres tuvieran el recurso para hacer este tipo de detalles, él lo tenía pero le impregnaba emoción y una razón a cada uno de ellos, no era sólo llenarla de obsequios y juguetes para mantenerla calmada. El era un excelente padre —¿Qué pasa? —preguntó analizando mi mirada fija en él. Sonreí. —Además de ser el hombre de mi vida, eres un excelente padre y me siento orgullosa de ti —lo besé en la mejilla, después el me beso en los labios, nuestro tierno beso subió de nivel, ahora tenía la mano de él en la parte interna de mis muslos. Arturo me sube en peso completo hasta la segunda planta del interior de la casa, donde están las habitaciones, entramos hasta una de ellas y me baja. Con premura comienza a quitarme la ropa mientras me besa por todo el cuerpo. Caminamos hasta la ducha, el calor aquí es tremendo y un buen baño nos refrescará y regresará la energía de todo este ajetreo. Arturo abre la llave y los dos gritamos divertidos al sentir el agua fría caer sobre nosotros. Pronto nos acostumbramos a la temperatura del agua y nuestros besos se intensifican al mismo tiempo que el agua corre por nuestra piel. De pronto, me pega a una de las paredes de la ducha, me aprieta a él, lo beso con pasión, mi necesidad de él es demasiada lo extrañaba tanto. Su boca exige mis labios y los mordisquea mientras sus manos recorren todo mi cuerpo, hago lo mismo con las mías. Ahora somos uno solo. Sus manos juegan con mis pechos, su dedo pulgar recorre la aureola de mis pezones, estos están duros, sus ojos brillan al notarlo, sin pensarlo los introduce en su boca y comienza a mordisquearlos, suspiró para después comenzar a jadear. Sigue recorriendo un camino imaginario deteniéndose unos momentos en mi vientre bajo. Separa mis labios vaginales e introduce su lengua dentro, el cosquilleo que siento es impresionante. Siento que voy a tener un orgasmo, estoy tan excitada y me excita aún más cuando nuestras miradas se cruzan, poso mi mano en su cabeza y juego con sus cabellos. Comienzo a gemir y gritar, entonces antes de que llegue a mi clímax el se detiene y se pone de pie de nuevo. Alza una de mis piernas con su mano dejándolas completamente abiertas para él. Clava su mirada penetrante en la mía, curva con lascivia su sonrisa traviesa. Le respondo del mismo modo y de un empujón se introduce dentro de mí. —¡Te extrañaba! —solté en un suspiro mientras buscaba con mi boca sus labios. Nos fundimos en un beso. Sin apartarse demasiado él exclamó. —No dormía pensando en ti —mis ojos se cristalizaron, pero el metió su lengua hasta lo más profundo de mi garganta al mismo tiempo que empujaba con todas sus fuerzas su pene dentro de mí. Jadeé y me retorcí, pero el se pegó más a mí. Alzó mi otra pierna y asustada volteé al piso, el estaba sobre un tapete, eso me reconforto un poco, odiaba los accidentes, era muy miedosa. Arturo comenzó a poseerme con fuerza, un empuje tras otro, tan rápido, tan potente que mi v****a comenzó a contraerse en cada embestida, pronto el roce de nuestros cuerpos, mi clítoris dilatado y todas las sensaciones de mi cuerpo explotan en un ya anunciado y maravilloso orgasmo, Arturo gruñe al mismo tiempo que mis piernas comienzan a temblar y mi interior a vibrar, siento como su m*****o cálido vibra bombeando su semen dentro de mí. Él se ha corrido conmigo. Baja mis piernas poco a poco, recomponiéndonos del esfuerzo, nos fundimos en un largo beso mientras nuestros toqueteos continúan. —Te amo Ana —me dice mientras besa mi cuello. —Te amo Arturo —le respondo, buscando su mirada. Él sonríe de manera tierna y chocamos nuestras frentes. Después de eso, toma la esponja enjabonada y comienza a frotarla por todo mi cuerpo, haciendo mayor énfasis por en medio de mis piernas, estoy sensible y la sensación es deliciosa. Poco después yo hago lo mismo con él. Jugamos por otro largo rato dentro de la ducha hasta que la piel de nuestros dedos se vuelve arrugada por la humedad. Nos secamos y nos vestimos. Como hacía calor decidí ponerme un short blanco y una blusa ligera. También unos tenis deportivos. Arturo optó por unas bermudas y una playera tipo polo. Me sorprendió lo mucho que cambiaba su semblante con ropa casual, sólo una vez lo había visto con jeans y playera, la vez que fuimos de paseo a Parque Fundidora, pero todas las demás veces siempre traía puesto el traje de oficina. Este Arturo me gustaba, era muy apuesto y su mirada penetrante le daba un toque de misterio a su personalidad tan atrayente para mí. Subimos a la terraza. —¡Dios, son muchas escaleras! – solté al subir la última. —Pensé que a los doctores les gustaba hacer ejercicio —exclamó juguetón. —Para nada, a que hora haría ejercicio si muchas de las jornadas son de diez horas —hice puchero. El se me quedó viendo conteniendo la risa. —¡Pobre de mi pequeña! – espetó con compasión fingida, abrazándome y acariciando mi cabello como si fuera una niña. Lo fulminé con la mirada. Él río. Entonces giré para observar la terraza, no me había percatado de que era demasiado grande, la alberca que yo pensé que estaría en el patio trasero estaba en la terraza, era la primera vez que veía una casa así. A la izquierda de nosotros, estaba una pequeña palapa con asador, Arturo caminó hasta ahí sacando del refrigerador una charola con carne congelada. —Esta noche cocino yo —dijo esbozando una gran sonrisa. —San Petrino tenias que ser — solté sarcástica. —Un hombre que no sabe cocinar carne, no es hombre señorita Lago, tu más que nadie deberías saberlo, tengo una carne asada pendiente con tu padre —dijo Arturo mientras colocaba el carbón en el asador y lo encendía con mucha pericia. Sonreí ante su respuesta, ahora que lo pensaba mi padre y él tenían muchas cosas en común tal vez por eso se habían llevado bien desde la vez que se conocieron. Mientras tanto yo me senté en una de las sillas altas observando como preparaba la cena. Cuando encendí la pantalla de mi celular tenía varias llamadas perdidas de Carlos, decidí bloquear su número, por ahora quería disfrutar de la compañía de Arturo, lo amaba y deseaba ser feliz a su lado, tal vez si tendría que hablar con Carlos pero sólo para comunicarle que he decidido hacer mi nueva vida con Arturo, sin importar lo que piense de mí.
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