Arturo Abad
Me dejé caer en mi silla, bebí hasta el fondo el vaso con whisky sintiendo como la sensación de alcohol quemaba en mi garganta. La visita de Ana me había tomado por sorpresa, me quiere, lo sé, lo pude ver en sus ojos. Pero ella es tan terca, que mi peor miedo es que se quede con él por lastima. Tenia que pensar en algo para que ella se diera cuenta de que a la persona que ama es a mí, esta sería mi última jugada. Después de esta visita, ahora más que nunca debía luchar por su amor.
De repente Roberto entro a mi oficina sin tocar, ya había olvidado sus molestas costumbres, fruncí el ceño.
- ¿Puedes tocar antes de entrar?, si no es mucho pedir – dije algo molesto.
- Claro, oye acabo de ver a Ana, iba llorando por el pasillo – suspiré al recordar, Roberto camino hasta sentarse en la silla frente a mí. Apoye una mano en mi escritorio - ¿aún no te perdona por mentirle?
Apreté mi mano al escritorio y lo miré fijamente.
- Nunca hemos sido tan cercanos como para platicarnos nuestros problemas personales, menos los amorosos, el hecho de que papá me haya pedido que te regrese a la constructora después de la charla que tuvimos sobre los Alcázar no creas que se me ha olvidado todo lo que has hecho, escúchame bien Roberto – alcé la voz – si vuelves a traicionarme esta vez ni nuestro padre te podrá salvar, ¿entendiste?
Él sonrió acomodándose en su asiento.
- Estoy dispuesto a olvidar el pasado si tu también lo haces, nunca fue mi intención que las personas que fallecieron en el derrumbe perdieran la vida, fue un error y cada día me atormento por eso, sólo intentaba hacerte pasar un mal rato – la voz de Roberto sonaba sincera, pero los daños ya se habían cometido, el tiempo no puede volver atrás y si de verdad él esta arrepentido deberá aprender a vivir con el recuerdo de sus errores.
- Con el tiempo demostraras si lo que dices es cierto o no, mientras necesitamos comenzar a trabajar, prepararnos por que según mis investigaciones Grupo Monterrey ya ha conseguido firmar sus primeros proyectos y están comenzando a contratar personal, algunos de nuestros contratistas se han pasado para allá y eso me mantiene tenso – le explique, contrayendo mi quijada, era muy molesta toda esta situación.
- ¿Has pensado que todo esto de las constructoras es más bien personal? – pregunto Roberto, esbozando una media sonrisa.
- ¿Personal? Pero si el culpable de todo esto eres tú – solté con rabia, con mi hermano nunca medí las palabras, jamás siempre le expresé todo lo que pensaba por que así siempre fue nuestra relación dese pequeños. Nunca sentí remordimientos por ser tan duro con él. Puede notar como su expresión se enfrío.
- Pero, ¿quién se agasajo y disfruto de su prometida mientras Carlos Alcázar estaba en coma?, las tragedias del amor a veces cambian a las personas, te lo digo por experiencia – notaba la amargura en la voz de Roberto, hace ya varios años que Clara falleció, había cosas que ya había olvidado pero lo que nunca olvidaré es que ellos se llevaban muy bien, ella siempre hablaba maravillas de su cuñado yo no se si se amaban o no, pero me dolió en el alma su traición por que yo si la amaba. Contraté a alguien para saber con quien me había engañado, pero nunca tuve éxito, ahora que sabía, ya no me interesaba la venganza por que Ana me había regresado la esperanza de amar a una mujer, me había enseñado el valor de un amor de verdad.
- ¿Conociste a Alcázar en persona – pregunté con intriga? Él negó con la cabeza.
- Sólo cuando le hice la entrevista, hablamos unas dos o tres veces, parecía buen chico, pero uno nunca sabe, con el ejemplo de los padres que tiene yo me prepararía para cualquier cosa – esbozó con una sonrisa de medio lado, Roberto tenía razón, en los negocios siempre hay que estar preparado. Lo que me preocupaba es que si este asunto de las constructoras se tornaba tenso Ana quedaría en medio de los dos, tenía que convencerla para que me eligiera a mi sobre él.
Roberto y yo estuvimos trabajando y discutiendo proyectos que había en puerta, planeábamos expandir nuestros proyectos a nivel nacional e internacional, mi hermano se encargaría de los extranjeros él mismo lo sugirió para evitar roces, estuve de acuerdo porque en estos momentos no podía salir del estado. Menos de San Pedro. Roberto conocía la constructora como la palma de su mano, antes era yo quien salía a supervisar los proyectos más grandes y difíciles. Pero ahora él tendría que hacer ese trabajo.
Ana Lago
Aún no oscurecía por completo, decidí pasar a ver como estaba Carlos. Cuando entré a su habitación estaba recostado con un teléfono móvil en sus manos. Me vio y en su rostro se dibujo una sonrisa enorme, me dio mucha ternura.
- ¡Hola! – dije observando como ya se veía mucho mejor, con más fuerza.
- Estaba a punto de llamarte – su voz sonaba cansada, entrecerré los ojos, tomé la silla que estaba junto a su cama y me senté junto a él.
- Te ves como si no hubieras dormido todo el día – negó con la cabeza, me veía fijamente con pesadez, en su rostro podía ver como se asomaban unas oscuras ojeras de cansancio – deberías descansar, tu cuerpo lo necesita y…
Puso su dedo índice en mi boca, pidiendo que guardara silencio, abrí mis ojos con sorpresa.
- Hay algo muy importante que necesito hablar contigo Ana – manifestó con expresión seria.
Mi espalda se tensó al instante, apreté los labios rogando que no fuera lo que imaginaba por que acababa de descubrir que lo que siento por Carlos es más cariño que amor. Si seguiré viéndolo es por que lo aprecio y deseo que pronto se recuperé por completo, he decidido que en cuánto inicie su vida normal hablaré con él sobre mis sentimientos.
- Dime – tragué disimuladamente saliva por mi garganta.
- En dos días me darán de alta – suspiró – mis padres me han pedido que me vaya a vivir con ellos.
- Ajá – fue lo único que pudo salir de mi boca, todo mi cuerpo se contrajo.
- Yo quisiera irme a vivir al departamento, el departamento que tu y yo lo convertimos en hogar.
- Carlos yo… - dudé un poco.
- Lo sé Ana, lo veo y lo siento, ya no es lo mismo, estás confundida mis padres te mintieron si, pero también me sufro mucho al pensar que ya no me amas, no importa si me iré a vivir al departamento solo, quiero hacerlo esperando que aún la ropa colgada en el closet huele a ti, a nosotros, las ultimas sábanas que utilizamos, las almohadas- cambio su mirada a una más seria- si tu me dejarás intentar reconquistarte de nuevo Ana, por favor, no puedo creer que todo el amor que sentíamos haya desaparecido de la nada, mis sentimientos por ti siguen intactos.
Una lagrimita de culpa rodó por mi mejilla, Carlos la limpio con su mano.
Tomé su mano con la mía. Lo miré con cariño sincero.
- Carlos yo no puedo ir a vivir contigo por que han pasado muchas cosas en mi vida después del accidente, tal vez he sido muy cobarde por no atreverme a hablarte las cosas directamente, pero una vez te amé mucho y no quiero verte sufrir.
- ¿Me amaste? – replicó con furor.
- Carlos perdóname, pero no puedo mentirte – me sinceré lo más que pude mientras que mi voz sonó temblorosa.
El río desesperado, me miró con furia en los ojos y mi corazón se encogió sintiéndose culpable de su dolor.
- Sabes que es lo que más me duele – espetó con rencor – que quién me robó tu amor es Arturo Rocamonte, el culpable de todo lo que me ha pasado, que por una negligencia en su empresa casi muero por su culpa y todavía no quedándose conforme se quiere quedar con mi mujer.
Enderecé mi espalda.
- Arturo no tiene la culpa, el culpable ya esta pagando su condena en la cárcel eso debieron habértelo dicho tus padres – repliqué.
Carlos me miró enfurecido.
- Creo que mejor hablamos mañana cuando estés más tranquilo.