Tensión.

2894 Words
Lydie apretó los puños sobre su regazo, muchos voltearon a verla, pero mantuvo su frente en alto. El silencio no duró, pues Prisco fue el primero que decidió decirlo “¡una rebelde, una desviada, como Jefa de un clan respetable! ¡Eso sí es absurdo!”, muchos lo apoyaron, otros entendían la decisión de Adel y la defendían, había una dualidad entre los jóvenes y a Lydie se le revolvía el estomago de pensar en lo que dirían los más viejos demonios del clan.   - Pues a mí me alegra que sea Lydie quien esté como Jefa en el clan, ella ha demostrado su valor y su lealtad. – Señaló Farah, levantándose de su asiento. Su gemelo la miraba con molestia, deseando sentarla con un jalón, pero se encontraba lejos de ella. – Lydie no nació en el clan, pero es sabia, conoce nuestra historia, ayuda a quienes lo necesitan, maneja un increíble poder. ¡Debe ser Jefa!   Muchos aplaudieron las palabras de Farah, Adel sabía que así como ella, muchos más le defenderían.   - ¡Muy bien! Ese era nuestro anuncio, compañeros. Los que no saben cómo es el proceso de votación para líderes del clan, quédense, los que conocen cómo votar pueden retirarse. Quejas, dudas o preguntas, conmigo o con Adel. – Exclamó Seth, aquello le resultaba divertido o eso denotaba su voz.   Las quejas y preguntas empezaron a saltar, algunos sólo querían gritar que elegir a una Rebelde era la propuesta más estúpida que habían escuchado en décadas. Lydie buscó la manera de levantarse para irse, pero todos querían acercarse a ella, demostrando apoyo y otros preguntando si se había acostado con Adel para ser Jefa. Eso último le perturbaba, pues siempre vio a Adel como su mentor, como un compañero con el que compartía sus ideales y propuestas, como un amigo que no la vería con odio.   Siguió esquivando preguntas y personas, caminando lo más rápido que podía, Farah les pedía a las personas que resolvieran sus inquietudes con Seth, que no presionaran a Lydie. Lois y Prisco se encontraban cerca de Umay y la miraban con cierto recelo, ellos ya sabían lo que había decidido Adel y no les agradaba ni un poco.   Tocó el pomo de la puerta, y una mano grande se colocó sobre la de ella. Miró a la persona que le prohibía salir con ese gesto.   - Te acompaño, Seth se quedará. – Adel abrió la puerta del salón, esperando que Lydie saliera primero.   Si él buscaba protegerla, no iba a lograr que muchos allí callaran sus ganas de llamarla “Rebelde prostituta”. Decidió salir, y esperaba que el camino de regreso a su casa fuera lo más rápido posible. Farah se despidió de ella con un apretón de manos y una sonrisa, no emitió ni una sola palabra pues deseaba que su gesto le reconfortara, le transmitiera tranquilidad. Caminaron con tranquilidad, esa noche de agosto era fresca más no helada, aún así Lydie llevaba los brazos cruzados sobre el pecho con mil pensamientos en su cabeza como si sintiera que la brisa la helaba.   - Es curiosa la forma en la que somos percibidos por los humanos. – Bufoneó Adel, lo cual logró una pequeña sonrisa en Lydie. – Hace unas décadas ya, estuve con una humana, - comentó por lo bajo, - y era una mujer muy agradable. La conocí en una universidad, yo tomé el papel de ser profesor en ese tiempo. Explicarles de historia universal a humanos resultaba aburrido, pero con ella era muy entretenido. Pensé más de una vez en confesarle que era un demonio, uno que podía absorber el alma de los humanos pues nosotros no teníamos, y al ser codiciosos, nos tragábamos sus almas, sus miedos, sus deseos y todo aquello que consideráramos nos podía satisfacer.   La caminata aminoró el paso y se sentaron en unos bancos que había para esperar el bus hacia la ciudad.   - Un día decidí preguntarle: “Olivia, ¿crees en los demonios?” y algo en sus gestos cambió después de esa pregunta. – Apretó los labios, asintió como si viera delante de él aquel recuerdo reproducirse y continuó: - En sí, Lyd, yo no quería saber sí creía en los demonios. Todos los humanos creen en algo, y para ellos es difícil de procesar que estamos aquí entre su r**a; por lo tanto, no podemos decírselos, no podemos establecer vínculos con ellos a menos que tengamos claras muchas cosas, una de esas cosas es verlos morir. Yo quería, muy estúpido de mi parte en esa época, saber si existía una manera de que Olivia estuviera conmigo sin que sintiera temor de lo que soy realmente y comprendiera que no iba a poder darle todo aquello que quisiera. En ese momento comprendí lo que era realmente ser codicioso como demonio.   - A Olivia aún le sorprende que su profesor de la universidad se vea tan joven. – Comentó Lydie después de un breve silencio. – Y su hijo… - suspiró – es un niño maravilloso.   - Me alegra que sea así, aunque muy en el fondo desearía que fuera diferente, que fuera conmigo todo lo que la llena de felicidad. – Reconoció Adel con dificultad. – Sigamos hasta tu casa, niña.   Lydie comprendía de cierta forma a lo que se refería con lo último que había dicho, “en ese momento comprendí lo que era realmente ser codicioso como demonio”. Eran casi inmortales, debían ocultar muchas cosas, aprender muchas más. Tenían responsabilidades por atender en el inframundo, batallas que liderar y convenios que mantener, procurar el orden para convivir con los mundanos, vigilar y mantener a raya a otras especies o a otros demonios… Y en medio de todo aquello, deseaban llenar algo dentro de sí mismos, poder satisfacer finalmente su sed y no volver a tomar almas o memorias, no volver a masticar carnes… Algunos demonios enloquecían por ello, nunca sabían cuando iban a dejar de sentir ese vacío y buscaban mil formas de llenarlo.   - Sé que te preocupa que los Rebeldes se lleguen a enterar…   - No me preocupa eso, probablemente van a preferir seguir como estamos. No éramos una tribu muy unida, ninguno volverá para decirme que acabe con el clan o les dé información.   - ¿Qué te disgusta tanto entonces, niña? – Indagó Adel.   - Quería mantenerme bajo perfil. – Admitió Lydie mirando a los ojos a su amigo deteniéndose pero continuó caminando. – Quería cierta tranquilidad para lo que me restara de existencia y no esa gran responsabilidad. No es un pequeño grupo de personas, son miles que dependerán de mis decisiones, que quedan a mi cargo y esperan algo de mí. Yo puedo ocuparme de mí, y en aquellos años con los Rebeldes sólo nos importaban dos o tres demonios a lo mucho. – Lydie sacó las llaves de su casa del bolsillo al verla a lo lejos, había dejado la luz de la cocina prendida. Suspiró. – Supongo que sí es curiosa la manera en la que somos percibidos por los humanos. Creen que somos muy individualistas y realmente somos grandes clanes que necesitamos unos de los otros, del orden y de líderes que nos encaminen.   - Tú podrás darle eso y más al clan, niña. – Aseguró Adel. – Te he visto actuar, y tienes madera de líder, sé que no defraudarás. Y cuentas con mi voto, eso ya es más que suficiente para verte a la cabeza de los Deamonium por 15 años, o más.   Siguieron caminando hasta llegar a la entrada de la casa de Lydie. Se despidieron y Adel regresó a su hogar sin apuro.   En la oscuridad del bosque había alguien más que lo acompañaba, y Adel pudo sentir su piel erizarse mas no le dio importancia. Tal vez algún curioso quería confirmar la clase de relación que llevaba con Lydie, eso le causo gracia.   Sacó su llave y abrió la puerta de la gran casa de los Jefes, se quedó un segundo pensando si entrar o voltear a ver quién estaba siguiendo sus pasos, pero finalmente entró sin debatirlo más.   Tal vez debió voltear a ver, pero prefirió subir las escaleras hasta su habitación. Revisó su teléfono y tenía algunos mensajes, se sentó en su escritorio a leerlos sin esperar nada bueno ya que en su mayoría eran mensajes de Seth.   “¡Sueltas esa noticia y me dejas solo para acompañarla! Eres increíble, Adel. Maravilloso, en serio, puedo jurarlo.” Seth Spax.   “Me aburrí, me voy a la casa. Seth cierra el salón”. Umay Salord.   “Okey, logré finalizar la reunión, Umay se cansó de responder dudas y me dejó casi todo el trabajo a mí, ¿sí? ¡Gracias!”. Seth Spax.   “¿Dónde estás? Además, ¿por qué no has llegado a la casa? ¡Aparece!”. Seth Spax.   “¡ADEL, DEMONIO INFELIZ! LLEGA YA A LA CASA”. Seth Spax.   “También eres jefe y debes ocuparte de tu joven clan, Seth”. Escribió en respuesta Adel. Dejó en visto a Umay. Vio algunos papeles sobre su escritorio sin leerlos realmente. Se recostó de la silla meditando las palabras de Lydie.   - A veces me sorprende que tú seas Jefe, considerando que tus padres eran Rebeldes. – Apareció Umay recostada de la puerta de su habitación. – Creciste dentro del clan y tus padres… Bueno, Rebeldes al fin, hicieron lo que se esperaba de ellos: traicionar.   - A veces me sorprende que seas tú una de las Jefas, Umay. Tienes todo para ser Rebelde y aún así me imagino lo que harían contigo, como que te destrocen las carnes hasta que no quede nada de ti. – Escupió Adel.   - Te desapareciste y tuvimos que hacernos cargo, pero esta vez no seremos Wann y yo los que nos encarguemos de tus desastres para luego buscar formas de zafarnos de Los Guardianes. – Recriminó la rubia mirando fijamente a Adel.   - Wann existió todo lo que debía en ambos planos. Tanto como en el inframundo le estaban deseando su extinción, como entre los mundanos ya había dudas de él. No creo que estuvieras esperando que lo cazaran, Umay. Pero en el fondo, ya no sé qué esperar de ti. – Objetó con cansancio.   Wann había muerto hacía ya 5 años, y por ello incluyeron a Seth antes de lo esperado. Los Deamonium no podían estar sin 3 jefes, aún cuando la manera en la que cayó Wann dejó a todos con una presión extraña en el pecho y no se esperaban por decisiones tan repentinas, aunque ya después de unas cuantas décadas, nada lograba impresionar al clan. Hasta esa noche.   La tensión entre Adel y Umay siempre había sido notoria, pero todo el mes de julio mientras debatían a quienes postularían para jefes, volvía incomodas las cosas a su alrededor, pero sabían cuando poner un alto a aquello como cuando aún vivía Wann. Sin embargo, julio se había vuelto insoportable para Adel y estaba ansioso de que llegara agosto, a diferencia de Umay, quien sólo le reclamaba por elegir a Lydie y sentía asco de aquella extraña fijación de Adel por ella. Cada favor, cada minuto y cada mirada que le dedicaba a Lydie, hacia que Umay pensara cada vez peor de ella.   - ¿La ayudas y le das tanto porque es como tú, no? – Cuestionó Umay, acomodando su cabello rubio detrás de las orejas.   - Sé porqué hago las cosas que hago, y no te debo explicaciones a ti, sólo a Los Guardianes. – Finalizó y se levantó en dirección de Umay, para cerrar la puerta.   Suspiró con pesadez, cansado de aquel día de anuncios y recuerdos. Volvió a su escritorio y sacó una foto de uno de los cajones. Vio a Olivia, con sus ojos marrones, su piel canela y sus delicados rizos, sentada junto a un Adel más joven, si es que se podía, en un aula de clases con varios libros delante de ellos.   Era un recuerdo aún le pesaba, ese día estuvo a punto de revelarle a Olivia su verdadera forma para que se quedara con él. Pero desistió al considerar que esa no era la vida que le quería dar a ella. Se tuvo que conformar, por primera vez en 197 años, que a veces valía más perder a alguien para que fuera feliz a tenerla a su lado infeliz. Así pasó muchos años, perdiendo y aprendiendo. A sus 287 veía con mayor claridad. Y con ello comprendía a Lydie; comprendía su deseo de paz luego de años pérdida, pero deseaba que fuera ella quien estuviera al mando del clan. Así lo hubieran deseado sus padres.   - ¡Quítate de mi camino, niño! – Vociferó Umay y Adel guardó la foto esperando por un Seth que aún no se acostumbraba a tocar la puerta antes de entrar.   - Bruja… - Murmuró Seth antes de cerrar la puerta detrás de él. - ¡Muy bien! Aquí estás, necesito que hablemos.   - ¿Qué no puede esperar a mañana?   - ¿Desde cuándo duermes temprano? O siquiera duermes.   - Seth…   - ¡Bueno! – Levantó sus manos en defensa. Caminó hasta la ventana detrás del escritorio de Adel y miró un rato antes de continuar. – No puede esperar a mañana, Adel, porque así como todo el clan entró en alerta después de la reunión, yo lo estoy desde que empezó todo el debate de los nuevos Jefes. Hay muchos preguntándose si realmente han decidido bajo el permiso de Los Guardianes.   - Tú mejor que nadie sabes que todo esto fue autorizado por Los Guardianes, no podemos pasar sobre ellos a menos que… - Adel suspiró pensando muy bien sus siguientes palabras. – A menos que quieras morir como… un Rebelde.   - Así como Wann, ¿no? – Se aventuró a preguntar Seth, no había malicia en su curiosidad y Adel pudo detectarlo.   - Wann no era Rebelde.   - No, pero los ayudaba.   - ¿Crees que está mal ayudarlos?   - Mataron a gente de mi tribu en una de las guerras por territorio del Inframundo. – Recordó Seth, sin una pizca de rencor en su voz.   Conocía a detalle la vida de Seth. Nació de un pecado común, creció en el inframundo y batalló para el clan de los Morthen, cuando demostró su valía, fue enviado con los mundanos, pero no se adaptaba a la vida de ellos, causando algunos problemas. El clan de los Morthen, conformado en su mayoría por Demonios Caníbales, que les gustaba meter en problema a los más jóvenes, decidió darle la tarea a un pequeño grupo que lo incluía a él: organizarse para quitarle territorio a un “pequeño” grupo de Rebeldes.   A la hora de la batalla, no era un pequeño grupo, sino una de las tribus con más demonios del alma y caníbales a su disposición, totalmente enfurecidos porque los Morthen habían tenido semanas antes reuniones con ellos donde acordaron que ese terreno sería de Rebeldes.   Seth no supo eso sino unas décadas después, durante esa guerra tenía 97 años, renunció al clan de los Morthen y se unió a los Deamonium, no hubo castigo pues ya habían sabían que muchos de esos demonios renunciarían a la marca de los Morthen tras jugar con ellos. Ya tenía 207 años y una piel humana de 38 años, con la que a veces parecía un adolescente de 22 años, pues entre su aprendizaje con los Morthen, estaba el viejo truco de restar o sumar años a sus pieles con hechizos simples.   - No te agrada Lyd, ¿cierto? – Preguntó Adel.   - La ayudaría tanto como tú, y creo que en el momento que te vayas la cuidaría como a todo el clan. – Explicó Seth.   - Ella es más que una parte del clan. – Adel sabía que se estaba metiendo en un terreno peligroso, y entendía la necesidad de respuestas de Seth.   - ¿Qué es Lydie para ti, Adel? – Insistió Seth.   Era una pregunta difícil de escuchar, pero fácil de contestar. Sólo que no quería hablar de ello, porque eso desencadenaría muchas cosas para las que no estaba listo.   Alguien tocó la puerta.   - Pasa Kir. – Pidió Adel.   - Me di una vuelta por la casa y me informaron que hay dos del clan Morthen buscándote. – Reporto Kir sin mayor preámbulo.   - ¡Já! No se cansan de buscar problemas. – Exclamó Seth con su habitual tono de desencanto por el mundo. – Pensé que no tenían nada que buscar por aquí…   - Tal vez sean amigos tuyos, Seth, ¿por qué no los recibes? – Bromeó Kir.   A Seth le brillaron los ojos, su rojo particular, debajo del tono marrón que tenía en sus ojos humanos, destellaba por la rabia e incomodidad de tener a los de su primer clan merodeando la casa de los Jefes.   - Iré a ver, vayan a descansar. – Anunció Adel para sacarlos de su habitación.   Agradeció en su interior que apareciera Kir para no adentrarse más en la conversación con Seth. Tal vez le debía respuestas a Lydie, pero aún no era el momento.   Salió de la casa, a buscar a los dos Morthen, pero no vio a nadie a los alrededores.   Aunque había varios ojos que sí lo miraban a él.  
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