Capítulo 5: Cueva de lobos

2169 Words
Jazmín dijo ¿él o yo? ¿Y qué responderá mi prima? Es decir, si hace unos meses me hubiesen planteado esta pregunta, seguro mi ego habría hecho todo por mí y daría por supuesto que me escogería a mí. Era el encantador y divertido Gabriel, me debería escoger a mí. Sin embargo, ¿Amelia me escogería a mí por sobre su mejor amiga siendo casi una adolescente todavía? Peor, su amiga lisiada. Sabía que no lo haría, y eso solo hace que maldiga por dentro. ¿Hasta cuándo estas mujeres me alejarían de mi familia? ¿Hasta cuándo? —Jaz… eres mi mejor amiga, pero… él… él es mi primo. Y este departamento es tan grande, hay tanto espacio. Ninguno tiene que irse, por favor reconsidéralo — es lo que dice Amelia con sinceridad y una mirada vulnerable a Jazmín. Tan vulnerable que se ve cómo está descomponiendo por dentro a la susodicha, y a mí sorprendiéndome. ¿Me está eligiendo por encima de esta mujer? Vaya, el gen traidor no había sido heredado por mi prima hermosa, qué bueno, qué dicha. —Es tu familia, tienes razón — Jazmín traga, toma su bastón y procede a levantarse — buscaré dónde alquilar en los siguientes días. —¡Pero no tienes que hacer eso..! Dile Gabo — me ruega Amelia. Oh sí lo tiene que hacer. Que esa intrusa se vaya de aquí será lo mejor que me podría pasar en la vida. Aunque no es algo que vaya a decir en voz alta como es obvio, trato de “convencerla” de quedarse por petición de Amelia. —Es innecesario esto, lo digo de todo corazón — agrego viendo con “sinceridad” a Jazmín para que esta vuelva a verse confundida, aunque no arrepentida. Menos mal. —No estoy molesta, ni herida, ni nada de eso Amelia. Es una decisión que he tomado, no discutamos más de eso ¿si? Con esa línea pretendiendo ser madura, Jaz se va a una de las habitaciones y mi prima le sigue con más excusas para quedarse. Ojalá no escuchase ninguna y se largase, era lo mejor para mí. Satisfecho por haber jugado bien mis cartas me recuesto a mis anchas en el sofá, y planeo mis siguientes jugadas. Jugadas que habían tomado una forma más concisa finalmente. La solución a todo esto, la gran reconversión de Gabriel, era ser un excelente actor por algunos meses. Pasados estos y recuperada las confianzas correspondientes volvería a mí yo tradicional. Y lo más importante, sin perder. Porque perder era creerme esa basura de que yo debía cambiar para mi bien. Nada de eso. ¿Para qué cambiar de verdad cuando puedes fingir que cambias? ….. Con el estómago lleno, más descansado por el sueño y respaldado por la protección de Amelia, mi día comenzó a parecer más radiante que nunca. Ni siquiera llegue a pasar una noche en la calle porque me habían rescatado y traído a dormir a un cómodo y exclusivo departamento sin planearlo. Definitivamente había nacido con estrella, y suerte, suerte que haría a cualquiera envidiarme. Como debía estarlo haciendo Jazmín, con quien no me quería enfrentar porque temía dañar mi imagen frente a mi prima. Y con esas insinuaciones de la hermana, me conocía muy bien. Así que le avise a Amelia que iría a rescatar mi auto, ese que dejaron estacionado en el aparcamiento del bar y daría una vuelta para volver temprano. Llegado a mi bebé favorito, estaba intacto, no tan intacta quedó mi reputación de dar las mejores propinas. Porque el cuidador dio varias indirectas de la propina que merecía. Propina que nunca recibió porque es que ni para eso me quedaba. Buscando en mi guantera y raspando los asientos a duras penas encontré 105 dólares. Cuánta absurdidad había en este presente mío. Encerrado en un Porsche de cientos de miles con solo 105 dólares en efectivo y un lugar donde dormir y comer de invitado. No lo más deseable, pero era lo que tenía. Debía mover más contactos, quizás no los extravagantes, sino los más simples y hablar con urgencia con mi tío. Era necesario, al igual que lo era volver a donde Amelia, porque es que tampoco es que tuviese mucho que hacer con tan poco dinero… ni cenar en un restaurante decente podía con esta miseria… ¿y en billetes arrugados? Pero, al llegar al departamento lo primero que me recibe es mi prima Amelia llorosa y con un ruego para su amiguita del diablo. —No puedes dejar que se vaya. Si se va mi papá va a arrastrarme a la universidad primo… por favor… Claro que lo de más temprano fue muy rápido para gritar victoria. Podría hacerlo sería cuando esa mujer se fuese lejos, muy lejos, mientras, tenía que tratar de contextualizarme en las condiciones de su relación. ¿Cómo que no va a la universidad? Si Amelia es la versión académica de Adrián en femenino. —¿Qué tipo de trato hiciste con tus padres? ¿No eres mayor de edad ya? — trato de averiguar. —Lo soy, pero ellos no entienden que no quiero estudiar ahora, en un futuro, no ahora. Extrañado por semejante información voy a la cocina a beber algo de agua. En todo eso mi prima me sigue. No hay rastros de la lisiada. —Si no estás estudiando en la universidad. ¿Qué haces? ¿De qué tiene que cuidarte esa mujer? — pregunto. Amelia hace como si me fuera a revelar un gran secreto. —Actuación, estoy en una academia de actuación. Estoy armando mi portafolio y yendo a algunas audiciones. Como puedes esperar, mis papás no están muy de acuerdo… Vaya, eso sí que me sorprende. ¿Actuar no es de extrovertidos? Aunque nunca había visto actuar a mi prima aunque… estoy mintiendo. Hago memoria, creo que una vez fuimos a una obra de teatro de su escuela. Fue hace muchos años. —¿Tiene algo que ver con el teatro de tu colegio? ¿Fue Blancanieves que fuiste? —¿Te recuerdas? — me sonríe radiantemente — irónicamente papá fue el que me impulso a meterme en el club de teatro para perder mi miedo a hablar en público y desde entonces no puedo parar. No sé si vaya a funcionar, pero intentar no hace mal a nadie. Menos con mi edad. —¿Mis tíos tienen miedo de que te pase algo malo metiéndote en ese mundo no? — comprendo algo más lo de tener una chaperona. El mundo del espectáculo era turbio y no era un secreto. —Sí, y fue cuando Jaz intervino, y más adelante intervino mi mamá diciéndole que podía vivir conmigo porque su nuevo trabajo queda cerca. Ella me acompaña a pautas que son de noche y me ayuda con mis diálogos, es maestra ¿sabías que se graduó de eso con honores? — como si ese discursito no fuese chantajista de por sí, que mi prima me jale del borde mi suéter y me mire con esos ojitos de niña no traidora, me rompe por dentro. Al contrario de todo lo que digan de mí, tengo mi corazón. Y eso de la protección de mi prima, y lo de los guiones… sumado al riesgo de perder el departamento, me acorralan. Me acorralan a ir a la cueva de lobos de la que no debería estar pensando en entrar. —No garantizo nada. Ya viste que no le caigo bien — comento cansado. —Son malentendidos por doquier. Todo es solucionable y más contigo estando tan abierto al cambio. Anda por favor — dice segura de sí. Yo no estaría tan segura, pero ya debía acostumbrarme a eso en mi familia, a sus opiniones conociendo solo una cuarta parte de mi historia con las hermanas Salas. Rendido me acerco a la puerta de su habitación, esa que me señaló mi prima, y como está medio abierta, solo empujo un tanto la puerta en silencio y me recuesto del marco. Me recuesto de este para observar a Jazmín escarbando en su closet con la maleta abierta en su cama. No se despega de su bastón. Dramática la mujer ¿no? —¿En serio te marcharás y dejarás a tu mejor mejor amiga desamparada en su camino al estrellato? — le pregunto. Ella voltea a verme contrariada, molesta e impotente. —Eres su primo, sustitúyeme si tanto te preocupa y todo esto no es una farsa para vivir a costillas de ella — me reclama. Me reclama y a mí me vuelve a temblar uno de mis ojos. Era un buen mentiroso, y podía pretender algo de pasividad, pero tenía un límite. Cambio la ruta a duras penas. —Me comentó que eres maestra y la ayudas con lo de los guiones. Memorizar líneas no es lo mío, nada que tenga que ver con estudiar. —Puedo guiarla cuando nos veamos. Lo que no podré es lo de acompañarla en las noches, y te doy esa asignación — deja de verme y toma algunas prendas para doblarlas cerca de su cama. Tengo que suspirar en voz alta, porque esta mujer no me dejaría ganar, o eso creía ella. Me quedo solo viendo como arma su maleta en silencio y ella decide ignorarme. No encuentro de qué forma convencerla de lo contrario, ni loco me iba a ir de aquí, también le dije “que cambiaría”, aunque fuese real igual no sería suficiente para ella. En mi búsqueda de soluciones milagrosas, en mí se siembra una duda. Una duda que podía resolver con ella aquí ¿no? —Y… — juego con mi oreja para restar seriedad al asunto — ¿cómo fue el nacimiento de Pablo? Me dio curiosidad, no fue la gran cosa. Y con esa pregunta es como si le estuviese hablando de la venida de Jesús a Jazmín, sus ojos brillan y comienza a sonreír alegremente a la ropa que guarda. —Es una preciosura. Peso 4,1 kg y midió casi 50 cm. Mucho cabello n***o, parecía una selva su cabecita. ¿Cómo puede tener tanto? — comenta. —¿Está bien de salud? ¿Todo como debió ser esa noche? — vuelvo a preguntar. —Sí, sí es un bebé muy sano. Mi hermana lo tuvo por parto natural, se le adelanto y lo más gracioso es que en una hora de llegada a la clínica, ya lo tenía en sus brazos. Ni tiempo me dio de llegar rápido por andar con Amelia. Y Lily que temía todo tipo de desgracias… no pasaron. Eso es bueno, después de todo un hijo no tenía la culpa de los errores de su madre. Madre… —¿Y mi mamá cómo estaba cuando lo cargo por primera vez? — vuelvo a preguntar por curiosidad nada más. —La señora Elle parecía una cascada, no sé quién lloró más si ella o mi hermana o Diego. Era como un show de comedia, los hubieses vis… visto — dice dándose cuenta de algo en mi cara. Quizás fuese el ligero resentimiento de que mis padres y hermanos estuviesen allí, y a mí me hubiesen dejado por fuera. Tenía una mala relación con Liliana, pero ¿es que tanto valía su palabra que ni una llamada pudieron darme? Un enlace a un post de una red social sin mensaje aparte por Diego fue lo que recibí. Hipócritas. —¿Estás dolido con tu familia por no avisarte verdad? — me pregunta Jazmín viéndome fijamente. —¿Dolido yo? Para nada. Veo que tu hermana es la que tiene la voz de mando sobre su hijo, y no es que mi hermano vaya a interceder por mí que digamos — desestimo todo rasgo de sentimentalismo barato e inútil. Entonces pasa algo de lo más raro, Jazmín me ve con la cabeza ladeada y se toca el labio con el pulgar. Se queda un rato viéndome así, y haciendo que mis ojos se concentren en lo suave que luce. —No te aproveches de tu prima, comienza a morderte la lengua con respecto a mi hermana, no me hables a no ser que yo inicie primero. Cumple eso y me quedo… ¿aceptas? Una lista corta pero algo complicada, sobre todo con lo de morderme la lengua con lo de la víbora. Pero la buena noticia es que Jazmín no podía leer mis pensamientos, ni nunca lo haría. —¿Puedo preguntarte cosas del bebé cuando me dé curiosidad? — digo por decir, porque necesitaba agregar algo a mi negociación. —Lo puedes hacer — suspira e inicia a sacar la ropa de su maleta. Una parte de mí quiere que la volviese a meter y que se largue lejos, muy lejos con su martirizante bastón, su información de bebés y una familia que me desprecia. Pero otra parte de mí, sabe que Jazmín Salas podría ser el comprobante número uno de mi gran cambio. Y haría que lo fuese, tuviese las consecuencias que tuviese.
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