Capítulo 4: Primavera inesperada

2011 Words
¿Puedes recordar con cuántas mujeres te has acostado en tu vida? ¿A cuántas les has hecho promesas falsas de amor para conseguir lo que querías? Porque yo no. Gabriel Bryrne era lo que se llamaba un mujeriego, un conquistador, un Don Juan, un puto, una abejita que iba de metiendo su aguijón en cualquier flor bonita. Solo que, en una flor, no debió meter ninguna parte de su anatomía. Porque el inicio de mis desgracias comenzó con ese gusto, que terminó siendo un disgusto. No cualquier disgusto, el disgusto que hizo que una loca se obsesionará conmigo, hiciera que casi me mataran y ahora había hecho la jugada del milenio, al parir y atarse a mi familia siendo la madre del más joven del clan. Sí, estaba hablando de la pareja de mi hermano Adrián, Liliana, y su hermana pequeña, Jazmín. Es una historia larga, complicada y que denotaba que me había buscado mi propia suerte. Lo cual no me gustaba admitir. Sin embargo, algunas veces era necesario para no repetir el pasado. Hace unos años tuve una gran pelea con Adrián, bla, bla, siempre nos hemos odiado, bla, bla me fui de lengua suelta presumiendo que me había acostado con Caroline… mi prima… hermana. No estoy orgulloso de eso tampoco, quiero acotar. Todo ese enredo conllevó a que fuese a distraerme y darle alegría a mi cuerpo en un pueblo turístico perdido en medio de la nada. Gocé lo que tuve que gozar, hasta que me metí con Jaz y el resto ya lo he contado. La chica era muy sensible, intentó suicidarse porque solo quise sexo con ella y… terminó casi muerta, haciendo mucha terapia y… usando bastón. Lo cual nos traía a este incómodo presente. Estoy viendo a Jazmín tan o más paralizada que yo, sosteniendo un bastón de su mano derecha. No la culpaba, porque igual o más paralizado estaba yo. ¿Cómo que era la compañera de vivienda de mi prima? ¿De ella dependía que tuviese donde pasar la noche? Eso no podía ser posible, eso debía ser mentira. Una gran y asquerosa mentira. —¿Es que vieron un fantasma ustedes dos? ¿Por qué tienen esa cara? Están pálidos — se ríe como si este no fuese mi final Amelia. Pero debía serlo, sabía que lo sería. No había vuelto a ver a Jazmín desde no sabía cuánto. Creo que fue antes de que su hermana se fuese del país con el mío. Y si mal no recuerdo cuando eso, esta caminó varios pasos levantándose de su silla de ruedas en esa fiesta. Creía que para estas alturas ya podía caminar con normalidad, no obstante, mis ojos se van al bastón de viejita que lleva de nuevo. También se van a su anticuado conjunto de secretaria a juego en rosa palo. Lleva una falda que no le queda bien y le sobre pasa las rodillas, más una chaqueta algo más decente, que no deja de ser de señora de 55 con 7 gatos. Uno debe llamarse Chispitas. Lo más curioso es que a pesar del conjunto más ese bastón, y la cartera, oh Dios, tiene aferrada debajo de su brazo una cartera como si estuviese en medio de un robo al banco, su rostro salvaba su imagen. Para mi asombro la pequeña Jazmín podría tener un gusto atrasado como dos décadas, pero su rostro era hermoso. Había perdido ese aire universitario, rural, para tener ahora uno lindo. Más dulce, más maduro, más confiable. Y eso era una locura por quien tenía de hermana. ¿Cómo dos hermanas con el mismo tono de piel, ojos, cabello y hasta altura podían ser tan diferentes? Una parecía una víbora, dispuesta a morder tu cuello al descuidarte. Y la otra parecía un cordero, dispuesto a servirte té al descuidarte. —¿Hola? ¿Hay alguien en este departamento apartando mi ser? — reclama Amelia a los dos. Jazmín aclara su garganta y parece que romperá con este interminable silencio. —Pensé que tu primo se iría temprano, me sorprendió verlo acá. Es todo — dice sin moverse de donde está.   —Igual yo, pero hubo un gran cambio de planes Jaz. Estaba hablando con él, y este departamento es muy grande solo para las dos… ¿tienes algún problema con que viva con nosotras un tiempo? — pregunta en toda su bendita inocencia mi prima. Eso debía ser inocencia y quería creer que ignorancia, porque es que hasta donde sé y parece, nadie de mi familia sabía que yo me había acostado con Jazmín. Sin emitir una palabra veo a Jazmín que paso de lucir un color papel en su rostro, a uno transparentoso. Creo que estoy viendo sus venas, sin exageración ya. —Lo… lo tengo Amelia — contesta haciendo que mi prima se sorprenda y yo haga un sonido de impotencia dentro de mí — cuando comenzamos a vivir juntas prometimos que seríamos solo las dos. Dos mujeres, nada de hombres, ni novios, ni… ni hombres. Esa es la excusa puritana y floja que da Jazmín. —Pero Gabriel no es un novio o un hombre… — exclama Amelia y a mí me hace apretar muchos mis labios entre sí por eso de ahora no ser hombre — es mi primo, mi familia y no es para siempre, es momentáneo ¿no Gabriel? ¿Por qué no le hablas de cómo serías un buen roommate? Lo que me faltaba, dar un discurso falso ante la hermana de mi enemiga, y quien además sabía debía seguirme odiándome. Tanto por el pasado como por el presente porque esas dos eran más unidas que las uñas y la mugre. Tomo acopio de mi paciencia y me concentro en continuar con mi rol de hombre arrepentido, porque si mis sospechas eran ciertas, acá la dueña tenía que ser mi prima. Imposible que Jazmín lo fuese, aunque siendo la cuñada del bobalicon de Adrián… —Es algo momentáneo, no haré mucho estorbo y mi habilidad especial como compañero de departamento… sé hacer malabares ¿eso cuenta como talento en el área? — sonrió a mi prima que es toda risas y luego a Jazmín que es toda seriedad. Pasó de aterrorizada a molesta, muy molesta. —Lo que nunca nos faltará serán risas con Gabo. Es el divertido de la familia. Además, él podrá ser mi primo, pero… ustedes dos comparten un sobrino en común, eso me parece lo suficientemente fuerte para olvidarse de algunas reglas viejas ¿no? Con ese argumento de Amelia, ambos caemos en una terrible verdad. El hijo de Adrián y Liliana era nuestro sobrino. NUESTRO. Esa certeza nos hace contorsionar el rostro sin disimulo y a Amelia leer algo en el ambiente. —Oigan, siento una tensión no resuelta en el ambiente y sé que es por Adrián y Lily, pero Jaz, todos cometemos errores. Gabo está comprometido en acercarse más a ellos, y Gabriel… ¿qué mejor que hacerlo que tener tanta interacción con una infiltrada? — nos propone Amelia hasta que se pone de pie — tengo que hablar con mi agente por videollamada. Los dejaré discutir a solas, espero puedan llegar a un acuerdo. Con eso mi prima se marcha dejándome a la deriva con Jazmín, Jazmín que sigue parada tal cual soldado y aferrada a su bastón. A la cartera también ¿qué le pasaba? Me ponía más tenso de lo que estaba. —¿Podrías sentarte? Me pones nervioso — le sonrió… sí, le sonrío todo amabilidad porque no dejaría que la hermana de la víbora también arruinará mi imagen frente a mi prima. El colmo del colmo de los colmos. —Y tú a mí de mal humor… — me responde para que ría hipócritamente y ella me mire desconfiada. Pero me funciona porque igual se mueve con lentitud, y una ligera torpeza en su pierna izquierda. Se sienta muy despacio en el sofá del frente y suelta la cartera. El bastón lo pone a un lado. Por algún motivo no puedo dejar de ver el bastón plateado y sentirme incómodo ante su presencia. No es que hubiese visto a muchas mujeres en sus inicios de 20 cojeando y usando uno. —¿Podrías dejar de ver mi bastón? Tengo el rostro aquí — me pide sin expresión, y yo le obedezco con una, una falsa y dulce.   —Lo siento, es que no podía quitar mis ojos de él, de lo funcional y cómodo que se ve. Es casi como si no lo necesitases. Miento, miento y miento con una sonrisa dulce porque es lo que hago. —Ja — se mofa con crueldad — ni tan invisible debe ser porque no has parado de verle. —Me causa… curiosidad nada más… pensé que estabas recuperada para este nivel — comento preocupado y empático cruzando mis manos. —Lo estoy, casi por completo es solo que tengo problemas de estabilidad y una fractura reincidente del lado izquierdo — explica con simpleza y me mira con frialdad. No le caigo nada bien. Qué bueno, porque ella a mí tampoco. Y esto era un teatro, uno muy grande. —Jazmín, no tenemos que hablarnos, ni interactuar mientras me hospede aquí. ¿Por qué no llevamos la fiesta en paz? — ofrezco asqueado de mis palabras. —Porque la señora Doris me pidió cuidar a Amelia, específicamente cuidar que no trajese a malas influencias o personas a su propiedad. Y tú, lo eres. Mi ojo derecho tiembla. Simplemente empieza a temblar y lucho, lucho con todo lo que tengo con no gritarle a esta igualada. Es que no me la creía, ¿quién coños era para hablar como si fuese la amiga de mi tía, MI TÍA, y aparte como si mi prima, MI PRIMA, fuese más cercana a ella que a mí? No obstante, respiro, y respiro. Mantengo mi rostro de control y arrepentimiento. —Te recuerdo que Amelia es mi prima hermana, y Doris, mi tía. ¿Tú? ¿Quién eres tú para decirme qué tanto acercarme o no a ellas? — comento con tranquilidad, a lo que Jazmín parece burlarse de mí con su sonrisa. —Soy la mejor amiga de Amelia, la señora Doris me ha dicho que soy como su cuarta hija y ah… ah sí… soy la tía de Pablito, prácticamente soy como parte de la familia…— es obvio como se burla de mí — más que tú que te la pasas desaparecido y- —Es suficiente — le exclamo conteniendo este fuego en mi interior. Al igual que el mal trago de enterarme que mi sobrino se llamaba Pablo por su boca. —No lo es Gabriel. ¿A quién quieres engañar con tu actitud hipócrita? Ninguno soporta al otro, y mientras trates así a mi hermana, créeme que no tengo la menor intención de ser amable contigo — me reclama ofendida la mujer esta. Tanto descaro — lo más hermoso fue el comentario del aborto, muy sensible y considerado de tu parte. ¿No tienes corazón? Perfectísimo, otra más que tergiversaba mi sentido del humor. Como me tenían pintado, cuidado y ponían una orden de restricción contra Pablo bebé. —Quien parece no tenerlo eres tú, nada más soy… soy un hombre buscando cambiar su vida para bien — no caigo en sus provocaciones, porque a la mierda eso de ser bueno, pero nadie me criticaría mis dotes actorales. Esos que hasta están confundiendo a Jazmín porque me observa confundida, y esa expresión confundida es condenadamente adorable. Pero no puedo seguir con mi deleite, porque Amelia sale de la habitación. —¿Solucionado todo? — cuestiona muy segura de sí misma. —Lo está… ¿no Jaz? — me adelanto y la veo lleno de paz, seguridad y certeza. Ella me mira en una batalla interna y parece tomar una decisión, una que comunica a Amelia. —Es insostenible para mí vivir con tu primo Amelia. Esto es vergonzoso, pero queda de tu parte decidir con quien vivir de los dos. ¿Es él o soy yo? No me jodas. 
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