Por tercera vez. Probablemente por tercera vez estoy secuestrado ¿y me siento inquieto por la situación? Yo diría que no, pero esta vez que me matasen y no me liberasen porque para lo que le importaba a mis padres y hermanos. Bien podía acontecer eso y olvidarse de mí.
No, no estaba siendo dramático porque es que lo último que recuerdo es perder el conocimiento en un callejón oliendo a orine. Y lo que veo ahora al abrir los ojos y enfrentarme al más asqueroso de los dolores de cabeza, es un techo blanco y un sofá color crema.
Ciertamente esto parecía cualquier lugar menos el callejón en el que todo se volvió n***o con rapidez. Incluso mis secuestradoras fueron tan amables de acobijarme con una manta que huele excesivamente bien, una en la que me acurruco más. Ya les daría más tarde las gracias por secuestrarme en estas condiciones tan consideradas.
Mi principal prioridad en el presente es el de dormir, dormir hasta volver a ser yo.
—Gabriel… — me remueve una mano en mi hombro — Gabo… despierta, tienes que comer algo primo.
¿Primo?
Con dificultad me concentro en abrir mis ojos, que las cosas no se muevan tanto de su sitio. Y al poder concentrarme en quien me observa desde arriba, doy con que conozco su rostro muy bien…
—¿Amelia? — susurro confirmando este hecho.
Es ella, lo es. Mi prima Amelia, la hija mayor de mis tíos Michel y Doris. Esos ojos marrones que no parecen ser reales de lo grandes que son, y su rostro de niñita recién conociendo la adultez, es inconfundible. Así como lo es la forma en la que está vestida, con una sudadera más grande que su talla y el cabello revuelto amarrado en forma de hongo en su cabeza. Ah, y ese glorioso plato con comida que huele bien, muy bien en sus manos.
Amelia me sonríe, se sienta en el mismo sofá donde estoy y me acerca el plato de modo que el olor me haga despertarme de una buena vez.
—Huevos revueltos, mucha tocineta y tostadas. Todo puede ser tuyo si me dices cómo me llamo — me ofrece — vamos, siéntate.
—Agua, dame agua si quieres que recuerde tu nombre por completo — respondo tomando asiento y el plato con la comida.
Ni le prestó atención a que no me trajo un tenedor, y comienzo a comer con las manos mientras ella en un suspiro cansado va a buscar espero que mi agua. No tarda tanto en eso, y antes que pueda reclamar algo pone en la mesa del frente una jarra con agua. La tomo y me la bebo casi toda de una vez.
—¿No podías esperar a que te diera el vaso? — dice ofendida con el vaso en cuestión en la mano. Y la miro ofendida, sin embargo, mi estomago sigue demandando de comida y vuelvo con ella.
—Lo siento Sofi, la resaca apremia…
El rostro de Amelia entra en pánico y casi me grita muy agudamente a continuación.
—¿Sabes que soy tu prima Amelia?
Mis ojos tienen que ponerse en blanco y mis labios sostener una sonrisa traviesa.
—Era broma prima, una broma — trago la comida ahora con más calma y vuelvo a analizar dónde estoy. Más allá de una sala de estar muy femenina, no me ubico —¿tú fuiste la que me trajiste no? ¿Dónde estamos?
—Sí, fui yo. Este es mi departamento, mi primer departamento como adulta — me expone orgullosa — ¿te gusta?
No sabía que mi prima había comenzado a vivir sola, si había estado alejado de toda la familia, estarlo de mi prima adolescente y que era un pan de Dios era natural. Saco cuentas y ya debió cumplir los 18, por eso sus papás le debieron dejar mudarse para acá, sola.
—Está bonito — le elogio — ¿Qué dirección es esta?
Amelia inicia a arreglar la mesa próxima a nosotros, porque estaba llena de revistas de moda esparcidas aquí y allá. Durante eso me va revelando piezas de información muy interesantes.
—El parque del Sur, puedes verlo desde aquí — señala con su mirada las ventanas de la sala de estar, para darme una visión de ese parque.
En otras palabras, estamos en una de las zonas más céntricas y costosas de toda la capital. La gente mataba por este tipo de propiedades, la lista de espera para comprar o alquilar acá era absurda. Como era de esperarse de un tiburón de los bienes raíces como tía Doris, era lo mejor de lo mejor.
Lo mejor de lo mejor.
Yo me merezco lo mejor de lo mejor.
Una pequeña chispa se prende en esta mente maquiavélica, y todo mi cuerpo reacciona en favor de ella.
Mi lenguaje corporal pasa de entusiasmado por la comida a decaído. Mis hombros descienden y mi vista se planta en el plato con apenas algunos restos de huevo y migas de pan. Percibo el peso de Amelia sentándose a mi lado, y conozco a la perfección de lo que me hablará, cómo actuará y cómo le ganaré al gran Cuervo sin sudar una gota.
—Gabo cuando te vi en ese bar, en serio me asusté. Pensé que estabas acompañado, pero verte tirado en esas bolsas de basura, en ese callejón tan solitario, ¿qué hubiese ocurrido si no te encontraba yo? Es que ni pestañeaste alguna vez trayéndote para acá — me muestra su preocupación mi primita.
Mi dulce primita, tan empática ella.
Niego lleno de “arrepentimiento”. No soy capaz de verle al rostro por “vergüenza”.
—Bebi irresponsablemente. Pero algunas veces, emborracharte es lo único que sirve para calmar el dolor… — hago una pausa dramática — vi que anoche nació el hijo de Adrián. ¿Crees que alguien me llamó o dijo de eso?
Escucho una expresión de asombro y luego de molestia.
—¿Ninguno de mis tíos te comentó? ¿Cómo puede ser? Todos sabíamos, y hablamos con Adrián y Lily por videollamada. No puede ser…
¿Cómo puede ser prima? Yo te lo diré en mi mente, aunque deba pretender que esto me duele cuando lo que hace es prenderme por dentro. Prenderme con materiales radioactivos y volátiles. Puede ser porque no hay nada más peligroso que una mujer manipuladora, y una narrativa bien montada. Pero conociendo lo dulce e inocente que eres, no lo entenderías. Nunca lo entenderías, por lo que ya he aprendido mi lección.
Nunca ganaría contra a una mujer que acababa de darle el primer bebé de una nueva generación a los Bryrne. Menos que menos, del semen del favorito, del hijo favorito y primo favorito, NUNCA.
Por el contrario, debía fingir ser más sumiso, más arrepentido para ganar puntos a mi favor.
—Sí puede ser… pero no es algo que me extrañé tanto. Ya te habrás dado cuenta lo poco que les importó… creía saberlo, aun así, confirmarlo es… triste — le explico con tanta intensidad que si de mi dependiese me daría un Oscar o un Tony.
—Ay Gabo, no, debe haber un malentendido. Mañana vamos a conocer al bebé a su casa. ¿Por qué no vas con nosotros? Resuelve esa pelea que tienes con tío Aidan. Anda…
Primero que me decapiten en el medio del Parque del Sur Amelia Sofia Fernández.
—Primero, tengo mucho por procesar y sanar… no estoy preparado…
—Comprendo, comprendo… — toca mi brazo con su mano en apoyo — ¿quieres que te lleve ya a donde estás viviendo o quieres que hagamos algo más? ¿Monopolio como en los viejos tiempos?
—Suena bien — le sonrío en una mezcla de tristeza y nostalgia. Pero que se cae… punzantemente…
Mi prima se queda esperando que diga algo, aunque no lo hago, esquivo mi mirada como si fuera alguien tímido y miro alrededor del departamento compulsivamente.
—¿Qué pasa? ¿Pasa algo? Te ves preocupado… puedes hablar conmigo de lo que sea. Puedo ayudarte…
Claro, que puedes hacerlo prima. Claro que lo harás.
—Esto me llena de vergüenza pero… no he tomado las mejores decisiones en mi vida. Estoy tratando de cambiar, de demostrarle a mi padre que sí he cambiado. Es tan difícil… hacerlo de cero… yo… la vedad es que, no tengo donde quedarme, no tengo dinero y probablemente tenga que dormir en un albergue o algo así esta noche — explico sumergido en mi rol.
—Estás equivocado entonces. Porque sí tienes donde quedarte esta noche y las que sean necesarias primo, aquí conmigo — afirma como toda una mujercita mi Amelia. Mi sangre Amelia, mi única familia reconocida Amelia. ¿Cómo se llama tu único familiar? Amelia.
—No quiero meterte en problemas con tus papás o los míos — respondo fingiendo algo de resistencia.
—No lo harás. No tienen que saber que te quedarás conmigo. E igual ¿me prometes que tu meta final es reconciliarte con tío Aidan, Adrián y ser el mejor tío posible no? — me señala interrogándome.
Haría a esa gente entrar en razón de alguna forma, sin embargo, si mi prima quería interpretarlo de esa manera, que lo hiciera. Asiento comprometido y ella me abraza sentidamente. Tengo que corresponderle y sentirme muy aliviado.
Demasiado aliviado.
Había conseguido un lugar bueno donde quedarme, la comida y demás cosas no debían ser un problema por aquí. Y lo más importante, debía inclinarme más al lado de tío Michel, seguro él me ayudaría a conseguir dinero de alguna forma. Que fuese el enemigo principal de papá, también debía ayudarme. Debía jugar todas mis cartas.
Durante un tiempo suponía que sería el chaperón de mi primita, y me disfrazaría de hombre reconvertido. Reconvertido mientras estuviese acá. Seriamos dos primos en acción. A pesar de la diferencia de edad, mi infancia está plagada de recuerdos haciendo travesuras con Amelia, también con Gabriela y Estefanía, sus hermanas.
—Pero tengo una roomie — suelta de improviso.
¿Una qué? Esa revelación interrumpe mis planes, me separo de Amelia y la miro interrogante.
—Tengo que hablar con ella y decirle que te quedarás — dice insegura y mordiendo una de sus uñas — ¿hay algún problema?
Soy un egoísta por naturaleza, y un ser acostumbrado a marcar su territorio. Conocía a Amelia, era alguien pasiva y tranquila. Yo era lo contrario, así que me estaba haciendo la idea de tener una convivencia muy relax con ella. Pero, ¿y si la amiga esa tenía ínfulas de propietaria? Peor, si se encaprichaba conmigo y debía hacer lo que debía hacer. Podía ser problemático, bastante problemático.
—No, ah, no porque tienes tres habitaciones ¿no? — cuestiono descartando situaciones de riesgo.
—Tengo cinco habitaciones, por eso no hay inconveniente. Puedo llamar a la señora Lola para que acomode la tuya y la uses — se pierde en sus pensamientos — ella trabaja en la limpieza del condominio y-
—¿Cómo es tu amiga Amelia? — la corto de una haciendo que se concentre en cosas importantes.
La identidad de esa mujer. ¿De esa enemiga o amiga? Mi prima se ríe.
—Es la persona más responsable, dulce y linda del mundo. No mi amiga, mi mejor, mejor amiga. Tú la conoces. ¿Adivina quién es?
El tono travieso con el que Amelia me habla me da una mala impresión. Porque en resumen, mi relación con las mujeres que no eran mi familia, no era la mejor del mundo. Y sin saber por qué me pone nervioso escuchar cómo la puerta se abre, cómo el suelo de madera es golpeado por toques irregulares de pisadas y cómo la vista de mi prima se ilumina para quien sea que esté a mis espaldas.
—¿Y cómo te fue? — dice a esa persona y después me mira, vuelve a esta — ah sí, tenemos algo de que hablar. Los tres.
Postergar las cosas no le restan dolor, por lo que volteo para acabar con tremenda expectativa y la identidad de esta mujer me es revelada.
Alguien allá arriba o abajo debía estar riéndose de mí, porque esa mujer era…
Era… una versión más joven de la víbora.
Su hermana menor, Jazmín.