La traición podría tener muchos rostros, pero lo que nunca pude haber esperado es que tuviese el mismo que yo tenía. ¿Cómo que no podía quedarme en la propiedad de mi hermano? Me olvido de lo poco que queda de la lasaña inmunda esta, y me levanto golpeando contundentemente la mesa.
—¡SOY TU HERMANO DIEGO! ¡LO QUE ES TUYO ES MÍO! — le reclamo para hacerlo entrar en razón.
No parece que lo hará porque me mira un segundo y luego vuelve a llenar su boca de un gran pedazo de su platillo.
—No me culpes de tus malas decisiones Gabriel. Sabemos todo el dinero que papá nos ha dado aquí y allá, si es así ¿cómo es posible que no tengas donde pasar la noche? ¿No has comprado una casa o un departamento a este nivel? No tiene sentido.
La respuesta a eso era que no, no había comprado una propiedad como tal, porque me aburría muy rápido de todo. Alquilar y viajar era lo mío. No quería ningún tipo de ataduras, e igual siempre tendría donde llegar, eso creía.
—He invertido mi dinero en otro tipo de negocios, no el de bienes raíces — miento con lo que me queda de dignidad.
—Me muero de curiosidad saber qué tipo de negocios si ni has estudiado o trabajado con la edad que tienes. Los 30 nos están respirando en el oído hermano — me asegura. No sé si burlándose de mí o dándome un consejo amistoso.
Comenzaba a creer que era lo primero.
—Escúchame bien Diego, soy un Bryrne, repito soy-un-Bryrne — enfoco esto con mis manos y vuelvo a tomar asiento — media ciudad me pertenece por herencia.
—Peroooo ¿crees que papá te heredará en vida si sigues actuando así? No lo va a hacer. Y yo tampoco lo haría si en medio año gastaste todo el dinero que debías tener guardado de fiesta en fiesta.
El colmo de los colmos es lo que estaba experimentado en este preciso instante de mi vida. En mis pulmones se van acumulando todos los gritos que le quiero dar, pero detengo esta acción al concentrarme por primera vez en la taza en la que está bebiendo lo que sea que le guste al raro de mi hermano.
¿Por qué? Porque era una taza con una ecografía impresa. Una ecografía impresa de una sombra amorfa y escalofriante, que además arriba tenía la frase: ¿Tío quieres ser mi padrino?
El segundo nombre de Diego debía ser Judas.
—¿Todo esto es porque estás siendo manipulado por el par ese no? ¿Por una taza horrible me vas a hacer dormir en la calle Diego?
Diego con toda la tranquilidad del mundo ve la taza y sonríe dulcemente detallando su diseño.
—Tiene mi misma nariz ¿a poco no? — luego se da cuenta de algo — espera claro que la tiene, soy el trillizo del papá.
Sus risas no me dan risa a mí. ¿Es que todos se habían vueltos locos hoy? Me estaban sacando de su vida como si fuese un chiste, como si no fuese nada.
—¿Sabes qué? — esta vez decido más calmado levantarme de la silla — no importa qué tan emocionados estén por el nacimiento de ese niño. Porque esa víbora mudara su piel una vez nazca, y cuando lo haga, no quiero que vengan a mí llorando. Y en realidad, tengo donde dormir, muchos sitios donde dormir de gratis. No te necesito. Ni a ti, ni a ninguno de ustedes.
Le aclaro para marcharme de un estúpido departamento con una vez más alguien llamando mi nombre, pero sin importarle lo suficiente como para salir a detenerme.
……
Dicen que no puedes ahogar tus penas en alcohol, pero yo lo estaba haciendo y me iba muy bien. Porque era para lo único que tuve cabeza después de esa traición por parte de mi hermano, el que supuestamente me quería. El ardor en mi pecho fue tan grande y vergonzoso que con algo lo tuve que callar.
Así que con unos cuantos billetes que conseguí en mi auto me vine a beber a un bar más o menos decente que conocía. Pero mis tristes billetes no me alcanzaban para buenos licores y grandes propinas, apenas una botella barata de ron. Una que ya estoy a poco de terminarme solo sentado en la barra con la música estridente de fondo.
Divagando y divagando en cómo si seguía por estas tendría que bajar mi cabeza ante mi padre y darle las disculpas que tanto quería. Sin embargo, no podía, una parte de mí se negaba porque no concebía cómo me estaba poniendo por debajo de esa aparecida. Lo peor era que Aidan no sabía todo lo que había hecho esa mujer, porque es que, si lo supiese, estaría de mi lado.
¿Por qué no debía decírselo yo? Abrirle los ojos por mi propia cuenta, aunque sinceramente… ¿sin esa mujer en nuestras vidas papá igual estaría decepcionado de mí? Sí. 100% sí porque para sus ojos debo ser un bueno para nada.
No soy el perfecto Adrián con su alto coeficiente o las ganas de ser el hijo dorado que tarde o temprano sustituirá a su padre. No soy el amable y simpático de Diego Judas que por fin encontró su camino y pasión en una noble causa.
¿Quién era este pobre borracho solitario? Gabriel, el puto chulo. Y eso le debía fascinar a la víbora esa.
Todo era su culpa. Sí su culpa.
Mis ojos luchan por permanecer abiertos, una tarea muy complicada porque me había acabado casi toda la botella en seco, pero el sonido de notificación de mi celular me hace abrirlos para ver la pantalla.
Veo todo borroso por un instante, hasta que puedo ingresar en i********: para ver qué era tan importante. Y cuando lo hago, aprecio que es un mensaje directo con una publicación adjuntada. Esa era un carrusel de fotos…
Un carrusel de fotos en donde la primera era de Judas Diego cargando un bebé rojizo envuelto en todo tipo de mantas. La segunda foto era la de Adrián con el mismo bebé y una gigantesca y llorosa serpiente al lado, parecía que en una cama de hospital. Y la tercera, la más punzante e impactante: papá y mamá llorosos también cargando y viendo al hombrecito pequeño envuelto en todas esas mantas.
Ese hombrecito que probablemente nunca me dejarían conocer porque yo era todo lo que estaba mal. Y todo lo que estaba mal tenía derecho a llorar borracho bebiendo lo último que le quedaba de su ron con sabor a gasolina.
—Estúpidos… tupidos… tai… traidores — balbuceo apenas pudiendo balbucear de lo bebido que estaba.
Pero no era suficiente, sentía que debía beber más por alguna razón, por alguna importante razón. Sin embargo, que no tuviese nada en los bolsillos no ayudaba mucho a mi cometido. Aunque quizás tenga suerte en mi auto y consiga otro billete por ahí tirado.
Teniendo eso en mente, camino como puedo saliendo del bar por una de sus puertas traseras, esas que daban con un callejón oscuro y que olía a basura. Que viese por aquí varios contenedores y bolsas negras de basura combinaba con semejante olor.
Doy pasos inestables, veo borroso y titilante sin ser yo del todo. Tampoco soy yo del todo cuando me tropiezo con mis propios zapatos y tan poco sentido del equilibrio tengo que termino desplomado entre un grupo de las bolsas negras que decoraban este lugar.
Quizás para algunos estar acostado en un lecho de desperdicios ajenos viendo el cielo estrellado y ese toque agrio encantador de orine que percibo, sea una noche de mierda. Pero si yo ya era una mierda, puede que lo aceptase, que me quedaría en este silencioso lugar hasta que se me pasase el litro de ron adulterado en mi sistema.
—No es él, vámonos a casa … — escucho decir a una voz femenina a mucha distancia.
—Qué sí lo es. ¿Dónde se metió? — escucho a otra que suena algo diferente ¿o era la misma?
No es que me importase mucho. Solo quería que el mundo dejase de existir.
—¡DIOS MÍO! ¡SÍ ES ÉL! ¡GABRIEL, GABRIEL! — vuelvo a escuchar esta vez con más fuerza a una de las mujeres de hace un rato.
Si me está tocando está o la otra o estoy imaginando toda esta situación, eso sigue sin importarme porque fuese cual fuese mi destino, ya nada podría hacer. Mi cuerpo falla y hace que pierda el conocimiento en todo eso.