Carola decidió contener su impaciencia y ofreció, —Si vienes de Londres, querrás comer o beber algo. —No tengo hambre, me detuve a almorzar por el camino, pero sí me gustaría algo de beber, si es que lo hay. —Diré a Newman que suba del sótano una de las botellas del clarete favorito de Papá. Carola dirigió una sonrisa radiante a su hermano y salió de la estancia. Peter la siguió con la mirada, pensando que estaba todavía más bonita que la última ocasión en que la había visto. «Supongo», se dijo, «que no debería pedirle que hiciera esto, pero no hay nadie más que pueda hacerlo— y no creo que la perjudique en absoluto». Carola encontró a Newman sentado en la cocina, en mangas de camisa y charlando con su esposa. Igual que a ésta, al mayordomo le hubiera encantado tener que pulir la p