—¿Por qué no?— suspiró Amanda. —Porque no tengo nada que ofrecerte. Nada más que amargura y una vida en las sombras. ¡Confía en mí! ¡Créeme… que algún día podré ofrecerte todo lo que mereces! Levantó la mano y tocó en la ventana de cristal. El carruaje se detuvo. —Voy a dejarte aquí, Amanda— dijo él—. No debemos llegar juntos. ––¡Oh, no te vayas! ¡No me dejes!— suplicó ella—. Peter, llévame contigo. Haré cualquier cosa por estar a tu lado… no me importa lo que suceda. Levantó las manos y se aferró a las solapas de la chaqueta de él. Con mucha gentileza, Peter las bajó. —¿Has olvidado a tus padres? ¿Has olvidado lo que esto significa para ellos? —Sí, lo he olvidado— aceptó ella con aire desafiante—. Sólo sé ahora que ninguna de las cosas que pensé que eran importantes, como dinero, p