—Ex mejor amigo —repitió, pasando ocasionalmente una mano por su barbilla. Sonrió de medio lado y regresó su atención a la pantalla del móvil que sostenía.
No pude evitar verlo fijamente; ¡Dios! ¡Cómo había cambiado!
Al parecer todos estos años que había pasado en el extranjero, le he sido de gran ayuda. Sus pectorales se dibujaron perfectamente bajo la camisa blanca que llevaba puesta, su cabello n***o caía agradablemente sobre su ojo izquierdo, esos labios ... ¿Acaso se había inyectado algo para que se le vieran tan apetecibles? Ni hablar de su piel aceitunada.
¿Dónde había quedado el pequeño niño que solía ser mi compañero de travesuras?
—Así que sigues cabreada —prosiguió. Eché un vistazo a su teléfono, se estuvo jugando Candy Crush . Al parecer, el juego le resultaba más entretenido, que verme a la cara mientras me hablaba—. ¿Ya terminaste de verme? —Levantó su mirada. Sus ojos negros brillaban con diversión.
Puse los ojos en blanco, y crucé los brazos a la altura de mi pecho.
—No estaba viéndote.
¡Mentira! Si me había faltado poco para comérmelo con la mirada. Pero, Thiara nunca perdía.
—¡Ajá! —Se limitó a decir con una media sonrisa—. Entonces ... ¿Sigues enojada? -volvió a preguntar.
—Me abandonaste, ¿No debería de estarlo?
Se encogió de hombros. —¿Debía de dejar atrás la oportunidad de superación que se me había presentado solo para continuar haciendo bromas con una pequeña niña punk? —Me fijamente sin dejar de sonreír—. Veo que ya superaste tu etapa de punk.
—Eres un idiota —eso había dolido.
Solo porque en mi niñez me gustaba dibujar calaveras en mis cuadernos y vestirme de n***o, no significaba que fuera punk.
Ambos parecían estar en un juego de miradas. Él no alejaba la suya de la mía, y yo tampoco pretendía hacerlo; hasta que los juegos artificiales comenzaron a hacerse oír fuera de casa; miré el reloj que estaba sobre la chimenea, ya marcaba las 12 am, y gracias a este bastardo, había perdido los primeros segundos del año nuevo al lado de mi familia.
—Mierda —murmuré, terminando de bajar las escaleras.
Pasé a su lado casi corriendo, pero su mano se envolvió en mi muñeca en un rápido movimiento impidiéndome avanzar. Él tiró de mí, logrando que me estrellara contra su pecho otra vez. Estaba sin aire, ni siquiera sabía qué demonios estaba haciendo. Sus labios bajaron hasta mi frente, donde depositó un pequeño beso.
—Me da mucho gusto volver a verte. Feliz año nuevo, Chaparra —me susurró, antes de alejarse y caminar hacia el patio trasero.
Me sostuve de la baranda de la escalera, viendo por la ventana las luces que subían al cielo antes de hacer explosión y así esparcirse en bellos colores. Cerré los ojos, enfocando todas las vibras positivas en este nuevo año, a la vez que trataba de calmar los latidos de mi corazón.
¿Acaso algo podría salirme mal?
Terminaría la secundaria, me iría a la universidad con Cooper, ganaría una beca de deportes a España gracias a mi equipo de porristas... tenía todo mi futuro planeado, solo debía de seguir poniendo todo mi empeño en ello y lo conseguiría sin ningún problema.
—¿Thia? —Abrí los ojos, mi padre estaba de pie frente a mí, con una enorme sonrisa en el rostro—. ¿Está todo bien? Estamos esperándote.
Asentí y me le eché encima, rodeándolo con mis brazos.
—Feliz año nuevo, papá —le susurré, dándole un beso en la mejilla.
Sus brazos me apretaron con fuerza, devolviéndome el gesto de cariño.
—Feliz año nuevo, pequeña —replicó.
El patio trasero se encontraba iluminado de miles de pequeñas luces navideñas. Mi madre siempre había sido obsesiva, cuando de celebraciones de navidad y año nuevo se trataba y que no haya nevado en el transcurso de esta semana a como lo hizo para noche buena, había sido una verdadera bendición para ella.
Una mesa larga llena de comida y bebidas, con muchas sillas a su alrededor se encontraba en el centro de éste. Ahí, toda la familia se encontraba llenando sus copas para hacer el brindis antes de compartir las uvas. En total sumábamos 18 personas. La abuela Paola, junto con el tío Mike, su esposa y su hijo de 8 años. Después, los abuelos paternos, junto con la tía Alex y su nuevo novio.
La tía Alex era un caso especial; a pesar de tener 36 años, se negaba a tener una relación seria, nos decía que aún no era el momento de comprometerse y casarse, mi padre solía discutir con ella por ello, pero desde que Tara y yo crecimos, se ha encargado de mantener a todos los chicos alejados de nuestra casa, olvidándose de la sobreprotección de su hermana menor.
Y, tampoco podrían faltar los tíos Amy y Billy, los mejores amigos de mis padres desde siempre; la historia de ellos era algo extraña. El tío Billy había fingido ser gay por mucho tiempo, solo para que la tía Amy se desvistiera frente a él. Pero al final, terminó por enamorarla, logrando concebir un hijo: Zackary Jones, mi bastardo ex mejor amigo, quien continuaba observándome mientras yo caminaba del brazo de mi padre, hacia donde se encontraba sentada mi madre, mis otras tres hermanas y mi hermano Tyler.
Me senté en medio de papá y de Tara, quedando en frente del ejemplar hijo de Lucifer... perdón, de los Jones.
—¡Thiara! —habló la abuela Paola desde un extremo de la mesa. Levanté una mano y la saludé, mientras ella mandaba un beso en mi dirección.
La abuela Paola había perdido a su esposo hacía 22 años atrás, un momento muy difícil en la vida de mi madre, según cuenta mi padre. Pues justo después de haber perdido a su papá, casi pierde a su novio, cortesía del maldito cáncer.
La vida amorosa de mis padres simplemente fue durante años una dura montaña rusa; con muchas subidas y bajadas, superando desde la ceguera de mi padre, además de la leucemia que casi lo manda de paseo al más allá, y como si fuera poco, los cuatro años que mi madre estuvo en coma, uniéndosele el trasplante de riñón que tuvieron que hacerle años después —muchos la conocerán, otros lo sabrán de camino— pero aun así, continuaban felizmente casados desde hacía 21 años atrás, yo simplemente nunca había visto a una pareja tan enamorada como ellos.
—¿Ahora sí estamos todos? —el tío Billy tomó su copa y se levantó de su silla.
Nora puso enfrente de mí, una copa de vino tinto, dándome un pequeño codazo en el camino.
—Lo siento, Chaparra. No habrá mucho alcohol esta noche para ti —susurró, prestando su completa atención al tío Billy, quien hablaba sobre lo bueno que había sido el año que habíamos dejado atrás, así como en lo bueno que sería este que comenzaba, acompañado de un montón de mierdas más.
Solo me concentré en levantar la copa y hacerla chocar contra las de todos los que estaban cerca de mí en la mesa. Me tomé el contenido de un solo trago, bajo la mirada atenta de Zac, quien sonreía con aire divertido.
Puse los ojos en blanco.
—¿Se te perdió algo? —murmuré entre dientes, para no llamar la atención de mi padre. Él solo sonrió, dirigiendo su mirada hacia su madre.
—Han cambiado mucho Tara y Thiara, ¿Verdad, Zackary? —aseveró su madre, bebiendo de su copa.
Él miró de mí a Tara, y luego a mí otra vez.
—Tara sin lugar a dudas no es para nada la misma niña que solía meterse bajo las camas a leer libros —afirmó.
Mi boba hermana soltó unas risitas nerviosas, mientras un rubor se apoderaba de sus blancas mejillas. Bajó su mirada y se mordió su labio inferior.
Volví a poner los ojos en blanco.
—Pero Thia... al menos creció cinco centímetros más. Pues sigue siendo la misma niñata traviesa de siempre.
—Habla más alto, tal vez en algún momento me importe lo que digas.
La mesa se llenó de bulliciosas carcajadas. Inclusive mi padre se reía. Mientras yo me dedicaba a fulminar al idiota de Zac con la mirada.
—¿No le pediste a Santa que te alargara un poco más? Sigues siendo la misma enana de siempre.
—Y tú el mismo cerdo asqueroso de siempre —ataqué.
—¿Cerdo asqueroso? —Elevó ambas cejas y se inclinó hacia adelante, apoyando sus manos bajo su barbilla, con sus codos presionando la mesa—. ¿Así a cómo me veías adentro es la manera en la que miras a un cerdo asqueroso?
La risa de mi padre cesó. Dirigió una ceñuda mirada en dirección de Zac, apretando las manos en puños. Cerré los ojos, pronto correría sangre. Al parecer, Billy se dio cuenta de ello, pues se apresuró a tomar la botella de vino para servirle otra copa a mi padre.
—Tranquilo, Luca. A Zackary solo le gusta bromear —Billy dirigió una amenazante mirada a su hijo, antes de dirigirse a Luca otra vez—. ¿Verdad, Zac?
—Estoy jugando, tío. Usted sabe que las chicas son como mis hermanas —sonrió, tomando de su copa otra vez.
—Deberías de relajarte, cariño. Las chicas ya no son unas niñas —la dulce voz de mi madre hizo que su ceño se suavizara. La observó con esa ternura que solo él poseía y le sonrió, relajándose completamente.
—¿Cuándo regresas a Alemania, Zac? —habló el tío Mike, cambiando completamente el rumbo de la conversación.
—No lo sé, estaba pensando en terminar mi último año aquí, para luego regresar a Alemania —dijo, tomando uvas del tazón, para llevarlas a su boca.
—¿Tu súper cerebrito estará bien con estudiar en una escuela normal a cómo lo hacemos todos? —ataqué, inclinándome hacia adelante.
—Thia... —la voz de advertencia de mi madre, se escuchó a unas sillas más allá.
—Ya sabes... siempre es bueno darle un poco de vacaciones al genio que llevo dentro —sonrió, mostrándome todos sus perfectos y blancos dientes.
Puse los ojos en blanco como por milésima vez. Este sería un largo año.
—¿Ustedes no solían ser mejores amigos? —miré a la tía Alex, quien como por arte de magia se había separado de su novio, para inmiscuirse en la conversación.
—¿Mejores amigos? ¡Nah! Hace mucho dejé de creer en esa mierda.
—No podría ser el amigo de una niña malcriada como lo es Thia, con el perdón de ustedes, tíos —se dirigió a mis padres.
Las miradas de mis padres y demás familia estaban sobre nuestra tonta pelea. Algo de lo que estaba segura, no perdería.
—Thiara —le dije, viéndolo fijamente—. Solo las personas que me caen bien pueden llamarme Thia. Y tú estás fuera de mi lista.
Crucé los brazos a la altura de mi pecho y me recosté en mi asiento. Nina llevó la copa a sus labios, para ocultar un ataque de risa. Mientras papá suspiraba a mi lado.
Me desconecté de las conversaciones, tal y como lo hacía Tyler. Centré mi atención en él, solo jugaba placenteramente con los palillos de dientes, encerrado en su propio mundo. Al parecer, quería construir un edificio, por la manera en que los colocaba sobre la mesa. Me incliné curiosa para verlo, tratando de averiguar si podría conseguirlo.
A lo lejos podía escuchar pequeños fragmentos de las conversaciones que tenían los demás. Tara hablaba sobre carreras universitarias con Zac. De vez en cuando la veía jugar con su cabello mientras le lanzaba sonrisitas nada discretas al pelinegro que teníamos en frente. Nora parecía que se había atrevido hablarle a mi padre sobre el novio que tenía en Italia, pues la veía jugar con sus dedos, nerviosamente.
Papá parecía no haber tomado bien la noticia, había golpeado la mesa con ambos puños, logrando sobresaltarnos a todos, mientras mi madre acariciaba su brazo y le hablaba al oído, tratando de tranquilizarlo.
El tío Mike, sostenía a su hijo dormido en sus piernas, mientras veía con curiosidad en dirección de mi padre. Siempre le habían gustado los ataques de celos de mi amado padre.
La tía Alex había vuelto a besarse con su joven novio, mientras que mis abuelos paternos mantenían una agradable conversación con mi otra abuela.
Volví a centrar mi atención en Tyler. Estaba más entretenido lo que él estaba haciendo que lo que pasaba a mí alrededor. Hasta que algo llamó mi atención.
—Tío Luca, me da mucho gusto que haya dejado ir a Thia a la fiesta en casa de Mía, es asombroso que confíe en ella para dejarla salir casi a media noche —Zac sonrió divertido, sabiendo a la perfección que había escapado.
Abrí mis ojos como platos, mientras formaba una perfecta O con mis labios.
Ese... hijo de perra.
Estiré mi pie bajo la mesa, logrando golpearlo en la rodilla. Dejó escapar un largo suspiro, agarrándose fuerte de la esquina de la mesa.
—No la he dejado ir a ningún lado —mi padre me miró ceñudo. Tyler se puso alerta al instante.
—Thia estaba conmigo —dijo rápidamente—. Estábamos leyendo Percy Jackson... ¿Recuerdas, papá? —los ojos verdes de mi pequeño hermano casi salían de sus órbitas, mientras trataba de convencer a mi padre.
—¡Oh! ¿Entonces fuiste tú la que chocó conmigo a la salida de esa casa, Tara? —volví a patearlo, ganándome una mirada fulminante de su parte. Tara se aclaró la garganta, pero no dijo nada—. No, si aquí la chaparra es Thia, fue a ella a quien miré escapar por la ventana —sacudió su cabeza y apretó la parte trasera de su cuello.
—¿Me has desobedecido, Thiara?
Mi mirada se encontró con la de mi padre, la decepción era evidente en ella. Negó con su cabeza y bajó lentamente los hombros.
—Tal vez, si me permitieras salir un poco más, no tendría que hacerlo, papá —salí de la mesa, disculpándome con mi madre con una mirada y luego simplemente me dirigí hacia el interior de mi casa, preguntándome por qué demonios ese bastardo no se quedó en su prestigiosa escuela, antes de venir a joderme la vida.
Estaba por subir el primer escalón para ir a mi habitación, lo escuché llamarme a unos pasos tras de mí. Me volví hacia él, jugando con el pirsin que tenía en mi ceja izquierda y viéndolo con furia; tan solo deseaba tener telequinesis como los lorien, para lanzarle el florero de mi madre a la cabeza, sin necesidad de ensuciarme las manos.
Sonreí ante la imagen.
—¿Por qué haces todo esto, Thiara? —Pasó una mano por su cabello y dejó escapar un largo suspiro—. Pienso que puedes ser mejor que una chica que escapa por la ventana de su habitación, para ir a una fiesta a la que no tiene permitido asistir.
Ni siquiera me molesté en preguntarle cómo diablos sabía que era yo quien escapaba por la ventana, simplemente levanté mi mano izquierda y le mostré mi dedo medio.
—El día que me importe lo que pienses de mí, te busco y te pido tu opinión.
Después solo desaparecí escaleras arriba.