Freidys entró a la habitación y me quedó mirando. Caminé hacia ella para sacarla, pero se movió rápidamente a otro lugar.
—Se supone que nos casaríamos —dijo.
Me reí un poco. Mi padre era el que quería tal cosa; yo jamás acepté, pero ella y su familia estaban seguros de nuestra unión.
—El que folláramos un par de veces no quiere decir que haya aceptado, así que no me molestes, tengo cosas más importantes en las que pensar —le respondí.
—¿En ella? Te gusta, lo veo en tu mirada —dijo.
Si, me gustaba, pero decirlo en voz alta seria muy peligroso para ella, aunque quedarse conmigo también lo seria. Se supone que haría cualquier cosa por conseguir el amuleto, pero ahora no si se sea capaz de ser cruel con ella.
—Si me gusta o no, no es de tu incumbencia —le respondí molesto.
Ella abrió la boca ligeramente para después reír con amargura.
—No puedo creer lo que dices. Todos confiamos en ti, todos dependemos de ti, y tú no has hecho nada para conseguir lo que necesitamos —me reclamó.
Era consciente de eso, pero no podía hacerle daño. Por más que lo intentara, siempre me frenaba a mitad del camino.
—Cállate y sal de aquí —le dije.
Ella se acercó y me miró a los ojos.
—Todos moriremos por tu culpa —dijo.
Se dio la vuelta y salió de la habitación. Respiré profundamente, tratando de encontrar una solución. No quería lastimarla, pero necesitaba encontrar el amuleto.
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Caminé de un lado a otro, necesitaba un buen plan, uno que me dejara libre en poco tiempo. Escuché pasos y me di la vuelta. Allí estaba él, mirándome con un extraño brillo en los ojos. Retrocedí hasta pegar mi espalda a la pared de la celda. Eirik entró y caminó hacia mí lentamente.
—No quiero hacerte daño, pero si no me ayudas, tendré que lastimarte hasta obtener lo que deseo —me dijo.
Acarició mi mejilla con delicadeza; sus ojos parecían taladrar mi alma. Elevé ambos brazos, envolviéndolos en su cuello. Me puse de puntillas y lo besé. Él se quedó quieto por un momento, hasta que sentí sus manos acariciar la curva de mi espalda. Eirik me devolvió el beso, al principio con suavidad, pero pronto la intensidad comenzó a crecer.
El beso se volvió feroz, desesperado. Sentía su aliento entrecortado mezclarse con el mío, y cada segundo que pasaba aumentaba la urgencia en sus movimientos. Mis dedos se enredaron en su cabello, atrayéndolo más cerca, como si ese contacto físico pudiera aliviar el fuego que ardía dentro de mí.
Su mano bajó por mi espalda, trazando cada vértebra con una ternura que contrastaba con la pasión de sus labios sobre los míos. Mi cuerpo temblaba, no solo de miedo, sino también de una necesidad primitiva, una desesperación que no podía controlar. El beso se volvió más profundo, más exigente.
Eirik presionó su cuerpo contra el mío. Sus labios viajaron a lo largo de mi mandíbula, encontrando el camino hacia mi cuello. Escuché la tela desgarrarse de mi vestido, seguido de la húmeda y tibia lengua de Eirik sobre mi pezón. Succionó con fuerza, haciéndome daño en el proceso. Sentí su mano subiendo por mi muslo, deteniéndose en mi coño. Sus dedos entraron en él, jugando con mi clítoris. Gemí como loca mientras él me atormentaba de esa forma.
—Te necesito —le dije en un hilo de voz.
Eirik soltó mi pezón y fue al otro, chupando y mordiendo.
—Por favor —lloriqueé.
Se apartó un poco de mí y terminó de rasgar mi vestido, dejándome desnuda. El frío del lugar golpeó mi piel, haciendo que mis pezones se pusieran aún más duros. Eirik se quitó la ropa, dándome un espectáculo de piel. Su polla gorda y larga me invitaba a tocarla. Me acerqué a ella con cautela y, con sumo cuidado, la tomé en mi mano. La acaricié un poco y se volvió aún más dura.
—Quiero probarla —le dije.
Los ojos de Eirik brillaron con deseo. Ahora sabía cómo podía controlarlo, y utilizaría mi cuerpo para obtener mi libertad.
Me tumbé de rodillas y llevé su polla a mi boca, lamí la punta con cuidado, dando lamidas de gatito. Un gruñido salió del pecho de Eirik, indicador de que estaba haciendo las cosas bien. Metí un poco más de su polla en mi boca y empecé a mamársela despacio. Quería volverlo loco.
—Si sigues así, derramaré mi semilla en tu boca —me dijo con la voz ronca.
Lo miré hacia arriba y le sonreí. Eirik tomó un puñado de mi cabello y me apartó. Su polla salió de mi boca con un muy ruidoso plop.
— Quiero estar en tu coño, y llenarte de mi semilla — me dijo.
Tragué en seco. Lo último que necesitaba era un embarazo; eso complicaría mucho las cosas. Eirik me obligó a levantarme, me cargó y se sentó en el suelo.
—Móntame —me ordenó.
Agarre su polla y la guié a mi coño. Bajé un poco y pude sentir un tirón. No recordaba que este no era mi cuerpo, y por lo que estaba sintiendo en estos momentos, era obvio que ella era virgen.
—Vas a estrangular mi polla —dijo mientras acariciaba mi trasero.
Cerré los ojos con fuerza y bajé. Un ardor horrible atravesó mi cuerpo.
— Tiana, eres perfecta, eres mía — dijo.
Puse mis manos sobre su pecho para apoyarme, subí con cuidado mi cadera y la bajé. Aunque me dolía, la excitación que sentía era aún más grande. Cerré los ojos para disfrutar más del sexo; su polla se sentía enorme dentro de mi cuerpo y, por increíble que pareciera, crecía mucho más.
— ¡Ahg! Hmmm… — lloriqueé.
— Abre los ojos, quiero que me veas cuando me derrame en ti — dijo con la voz ronca.
Abrí los ojos y lo miré. Su expresión era tan deliciosa. Me incliné y lo besé. Eirik empezó a embestirme con fuerza mientras nuestros labios estaban juntos. Me tragué sus gemidos y él los míos.
Nos separamos un momento, ambos jadeando, su pecho subía y bajaba. Sus ojos ardían con un deseo incontrolable. Le sonreí mientras sentía palpitar su polla dentro de mi coño. Él abrió los labios para decir algo, pero puse mi dedo entre ellos para impedirlo.
— Quiero correrme, Eirik — le dije.
Agarro mi cadera con fuerza y volvió a embestirme, pero esta vez fue diferente, más fuerte, con más urgencia. Tanto él como yo necesitábamos liberarnos, necesitábamos saciar este deseo que ha estado latente desde el primer momento en que nos conocimos.