— Oh, Zenda, rayos... — Decidí repetir menú, por eso Isabella estaba en la orilla de mi cama, con las piernas muy abiertas y mi boca succionando su clítoris. Su cabello rojo estaba despeinado y sus ojos se volteaban de placer, su brazo tatuado se agarraba de mi cabello hundiendo mi rostro más aún en esa húmeda y rosada v****a suya.Mis uñas se clavaban en la piel lechosa de su culo. Sentí el escalofrío en su piel, una línea suave de sudor frío la cubría y su boca entreabierta y llena de suaves gritos me hacían saber que estaba atravesando un delicioso orgasmo. Se lo merecía, me hizo ver las estrellas hace diez minutos.Agarré el vibrador con el que estábamos jugando hace unas cuatro horas y empecé a penetrarla mientras mantenía los restos de clímax, un segundo orgasmo la arremetió y cayó te