II

980 Words
Kreves y John se dirigían a la estación de policía, el camino estaba desolado, la lluvia era cada vez más tormentosa y al rebotar sobre el parabrisas dificultaba la visión. La neblina se espesaba cada vez más sobre las calles de Londres y a Kreves se le hacía cada vez más difícil manejar, pero no podía dejar de pensar en el caso, tenía que llegar y buscar cualquier pista que les pudiera conducir a algún camino. Tras manejar un par de horas, decidió que era más prudente detenerse, así evitaría cualquier tipo de accidente. Se detuvieron en un café de paso, en su ventanal decía “White and Black Coffee Shop”, con grandes letras blancas. El café estaba casi vacío, apenas había cinco personas, la mesera, el cajero y el cocinero; el establecimiento olía a café y pan, un aroma bastante agradable para aquella tarde lluviosa. Se sentaron en una mesa que estaba junto a la ventana, la camarera se acercó y tomó su orden, ambos pidieron una taza de café n***o, tenían que salir pronto, en cuanto el camino fuera más seguro lo harían. Ambos permanecieron callados, hasta que Kreves, extrañamente, decidió entablar una conversación - Extraño, ¿no te parece? John alzó la mirada, pero luego la volvió a bajar meditabundo, y con una voz muy tenue contestó - Muy extraño… es como un fantasma, no tenemos nada para seguirle el rastro. Es increíble, nunca he visto algo así - Lo que tenemos que hacer es armar el caso, tal vez así todo se vuelva más claro, tal vez omitimos algo - No lo creo Kreves, tu viste como dejó el c*****r. Cuando lo depositó absolutamente nadie lo vio, y lo más extraño es que era una hora donde bastante gente transitaba esas calles - Lo sé John, pero tenemos que encontrarlo, fue un asesinato brutal, sino damos con él la gente de Londres entrará en pánico. No pienso dejar este caso en el olvido - Está bien Kreves… pero te aconsejo que no seas tan optimista, es un caso de una magnitud abismal, nunca nos hemos enfrentado a algo así. El último asesino así de brutal era Jack el destripador, y nunca dieron con él. Kreves suspiró, la actitud de su compañero le frustraba, pero no tenía ganas de discutir. Prefirieron no cursar más palabras hasta que la neblina disminuyó, luego Kreves le hizo una seña a John para que lo siguiera al carro y continuaran con su camino. La lluvia había parado, esto reconfortaba a Kreves, siempre había sentido temor por la lluvia, pero no sabía exactamente porque la temía. Al arribar a la estación de policía, ambos estaban agotados, el caso era extenuante psicológicamente. Estaban divagando en sus mentes sobre el asesinato, mientras se dirigían a una de las oficinas para abrir las carpetas y analizar la información que les había proporcionado la doctora Abbat. El jefe de la policía, Jonathan, los detuvo en su camino. El jefe de la policía era un hombre robusto, de facciones rudas y cabello castaño claro mezclado con rojizo, piel blanquecina pero curtida por el sol y la falta de cuidado, su altura hacía que todo mundo tuviera respeto ante tal impotente persona. Llevaba un traje de color n***o con una gabardina grisácea. - Oficiales, que pueden reportar sobre el caso – dijo Jonathan con una voz seca y cortante, con un tono que demostraba que se encontraba un tanto molesto. - Capitán Brown, los forenses no han encontrado nada que nos pueda ayudar, ahora vamos a revisar el material que… - Señores, no podemos permitir que este caso se prolongue por mucho tiempo, la gente ya se ha enterado del asesinato, y si no arrestamos o avanzamos con el caso, pronto, esto se convertirá en pánico colectivo, sin contar el problema de tener un asesino suelto por las calles. - Capitán, sin nos permite, mi compañero y yo nos pondremos a trabajar inmediatamente y atraparemos a este asesino – dijo John eufóricamente, parecía que su pesimismo había cambiado tras las palabras del capitán - Cuento con ello caballeros, espero no me defrauden El capitán regreso a su oficina, y ambos oficiales decidieron dirigirse a la oficina de Kreves, que estaba en el tercer piso. Todo el edificio tenía baldosas blancas, paredes de color beige oscuro, muebles de oficina, unas cuantas computadoras y salas de interrogación. Al ingresar en el cubículo, los esperaba una gran ventana que iluminaba todo el lugar, una mesa de metal y dos sillas, y una pizarra donde Kreves hacía todas sus anotaciones. Ambos se sentaron y abrieron las carpetas de la morgue. Sacaron la poca información que disponían y la organizaron, dónde fue hallado el cuerpo y el estado del c*****r. Esperaban que se les hubiera escapado algún detalle, o que encontraran algo que les diera una pista. Les tomó alrededor de una hora y media organizar toda la información, pero no encontraban sentido alguno, no había una historia ni un motivo. Lo único que tenían claro es que tanta violencia solo sucede en dos casos, crimen pasional y venganza. Revisaron la información una vez más, observaban con detenimiento cada detalle a su disposición, pero no había nada, absolutamente nada. Estaban frustrados, no había avance alguno en el caso, el asesino se había encargado de no dejar ninguna pista. Era tan perfecto que seguramente fue premeditado y con bastante antelación, pero en la mente de los oficiales no podían comprender como una persona podía cometer un crimen tan atroz, pero al mismo tiempo tan impecable, sin duda, era una persona brillante. Todo había sido fríamente calculado, de una manera tan perfecta, con una agresión tan brutal, que solo una persona sumamente desquiciada, pero con un gran intelecto sería capaz de cometer un agravio así. Sería cerca de las once de la noche cuando el celular de Kreves sonó… otro cuerpo había aparecido
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