I
“A todas las unidades disponibles, tenemos un c*****r frente al Parlamento, repórtense inmediatamente a la calle Abingdon y Avenida 3212, presunto asesino dado a la fuga”
Eso fue lo que Kreves escuchó esa tarde, era un jueves 15 de abril de 1999. El típico clima londinense, el frío, la lluvia, las nubes de color gris no dejaban que ningún rayo de sol penetrara hacia la ciudad. Las calles llenas de agua, y la gente corriendo apresurada para cubrirse de las gotas que caían del cielo, se observaban centenares de paraguas a medida que Kreves merodeaba las calles.
Kreves era un hombre solitario que se aproximaba a los 27 años, era el típico londinense, ojos azules, piel marfilada, fornido, y cabello de color n***o espeso. En su cara se podía observar claros tintes de tristeza, además del agotamiento que su trabajo causaba. En esa tarde, más o menos a las tres y cuarto, Kreves escucha lo sucedido en las calles Abingdon y Avenida 3212, de inmediato, decide acercarse a la escena donde se había suscitado el crimen, puesto que se encontraba a solo diez minutos del lugar.
Al llegar, lo primero que visualizó fue la cinta amarilla policial, colocada para impedir el paso a las personas no autorizadas. También el personal de criminología estaba presente en la escena, tomaban muestras y fotos del área para la investigación. Además, había policías que se encontraban alrededor del área, evitando así que los merodeadores invadieran y contaminaran la escena. También ellos fueron los que informaron a las demás patrullas para que ayudaran a contener el área.
El cuerpo de la víctima estaba siendo recogido para llevarlo a la morgue y realizar su autopsia, Kreves se acercó para poder observar el c*****r, pero extrañamente, se le había negado el acceso. Intentó observarlo de reojo, pero estaba cubierto por completo con una manta blanca y hacía imposible observar cualquier rastro de evidencia.
A unos metros de la escena del crimen, detrás de la línea amarilla de la policía y escoltados por estos mismos, se encontraban cuatro personas detenidas, tres mujeres y un hombre, los cuales supuso Kreves que eran los que habrían descubierto el c*****r y observado la escena en primera instancia.
Jonathan, el jefe de policía, intentaba cuestionarlos acerca del tema, pero los testigos no podían formular oraciones coherentes, temblaban de miedo, todos se encontraban cabizbajos y murmuraban en un tono muy bajo, se podía escuchar como sus dientes tiritaban, y no exactamente por el frío. Kreves se dirigió hacia Jonathan, pero el sentir el tacto de una mano tras su espalda, lo detuvo en seco,
- “El Capitán Brown se encuentra ocupado”, al oír esto, Kreves se dio la vuelta para observar al portador de la voz, este era un hombre robusto, moreno, calvo, de aproximadamente treinta y dos años, portaba un traje muy anticuado de color n***o y se posaba frente a Kreves de manera intimidante. Al escuchar esto de tal figura, Kreves hizo un gesto de despedida para dirigirse a su coche y esperar a que el jefe de policía terminara de hablar con los testigos.
Al momento en el que Kreves se dirigía a su carro, John Wright, su amigo, lo tomó por sorpresa. John era el amigo más antiguo de Kreves, juntos habían pasado la academia de policía, pero últimamente se habían distanciado. Era un hombre de corta estatura, un poco flacucho, ojos de color miel y cabello castaño claro, su nariz era bastante prominente y sus labios muy delgados.
John le informó a Kreves que el caso les había sido asignado y que ambos tenían que reportarse a la morgue a la que habían transportado el cuerpo. Esto no fue del agrado de Kreves, pero eran las órdenes del jefe. Kreves hizo un gesto para que se dirigieran a su vehículo, John lo siguió y se sentó en el sitio del copiloto. A diferencia de Kreves, John era muy hablador, intentó dar temas de conversación, pero Kreves no parecía poner interés alguno.
El c*****r había sido transportado a una morgue en United House y Commercial Way. Ambos detectives arribaron al edificio, impotente, pero lúgubre y con un deterioro notable. Sus paredes eran grises y su gran altura que no permitía el ingreso de la luz le extirpaba la poca vida que le podría quedar al lugar. La puerta principal era de reja y a un costado se encontraba un guardia que les dejó pasar al ver sus credenciales. Al bajarse del vehículo y entrar no pudieron evitar que un escalofrío les recorriera la espalda.
Una joven los esperaba, tenía aproximadamente veinte años, su cabello era castaño claro, piel de porcelana, y lo que más impresionó a Kreves, unos ojos verdes esmeralda, que lamentablemente, no brillaban como el esperaba, seguramente por trabajar en un lugar así. Sin articular una palabra, la muchacha los escoltó por el edificio, subieron al segundo piso donde los esperaba un elevador, colocó el piso S3 y al abrirse las puertas se encontraron con un largo pasillo. La chica les pidió que esperen y se alejó por aquel corredizo.
- Kreves- dijo John, que piensas del caso
- No tengo mucho que decir, cuando llegué me prohibieron el acceso
- Yo si lo pude ver, bueno solo de reojo porque había mucha gente alrededor del c*****r…
- ¿Y? Suelen permitir un tiempo para que los detectives y policías puedan analizar la escena del crimen con el c*****r. Además, no nos dejaron ni entrevistar a los testigos.
Antes de que pudieran continuar una voz femenina los interrumpió.
-Señores Lockwood y Wright, pasen por favor- sin haberse percatado, la joven que antes los había atendido había regresado, en su mano tenía dos carpetas de color beige.
- Señores, yo soy la señorita Marie Abbat, aquí tienen los expedientes del caso, acompáñenme por favor
Ambos policías movieron su cabeza afirmativamente y siguieron a la señorita Abbat, este apellido le sonaba conocido a Kreves, pero no podía recordar donde lo había escuchado exactamente.
Caminaron por el largo pasillo, a medida que avanzaban podían sentir ese olor putrefacto que caracteriza a las morgues, un olor a podrido y formol, mezclado con ambientador. La señorita Abbat se detuvo en una puerta de vaivén metálica, les hizo un ademán para que entrasen y luego se retiró por el mismo pasillo por el que ellos habían venido.
Estaban en una sala de autopsias, una mesa central con todo el instrumental y al costado de la habitación estaban todos los cajones con los cuerpos que faltaban identificar o que habían recién llegado. A lado de la mesa estaba otra mujer, alta, no muy joven, estaría cerca de los 40 años, cabello rojizo en forma de coleta alta, facciones muy hermosas, nariz perfilada, pecas, labios rosas y… otros ojos verdes esmeralda.
La mujer se acercó al cuerpo, este seguía con la manta blanca, parecía que la autopsia todavía no había comenzado. John tomó la palabra.
- Buenas tardes, somos los policías Lockwood y Wright, venimos a…
- Si ya se a que vienen, el c*****r encontrado hoy cerca del parlamento- la señora interrumpió rápidamente a John, su tono era muy altivo y a Kreves le molestó su falta de cortesía – “Soy la doctora Abbat, médico forense a cargo de este centro”
- Doctora- dijo Kreves – si no le molesta, porqué el cuerpo fue retirado con tanta premura
- Ya lo verá por usted detective, si no le molesta, prosigo con el caso, el tiempo es oro.
La doctora pidió a los detectives que no tocaran absolutamente nada, y que se colocaran frente a ella. Levantó parcialmente la manta con la que estaba siendo cubierto el c*****r. El cuerpo… ahora Kreves entendía porque lo habían llevado a la morgue en lugar de dejarlo en la acerca. El asesinato era brutal, el cuerpo era irreconocible. La víctima no tenía extremidad alguna, su rostro, si eso se podía llamar rostro, tenía injertos de piel, sus ojos fueron extirpados, estaba lleno de llagas, la esperanza de saber su identificación por reconocimiento facial era nula. En el pecho la víctima tenía unas cortadas tan profundas que se observaban sus costillas, lo extraño es que no había una sola gota de sangre, a pesar de su profundidad y longitud.
- Señores, además encontramos esto sobre el rostro de la víctima
La doctora Abbat les entregó una funda plástica transparente, en su interior estaba una máscara de gas verde, tenía un deterioro significativo, el metal estaba oxidado y tenía hendiduras por todos lados. La funda en la que estaba la máscara tenía una etiqueta de color naranja, era un residuo tóxico.
- Está con esa etiqueta porque se encontraron residuos de dióxido de uranio, carburo de boro, óxido de europio, erbio, circonio y grafito, todos ellos son rastros de material nuclear y por lo tanto mortales. Aunque no hay un alto contenido de estos materiales en la máscara es mejor tomar precauciones – contestó la doctora antes de que los detectives pudieran preguntar
- ¿Alguna identificación de la víctima?, dijo John con voz temblorosa, se encontraba extremadamente pálido
- Lamentablemente no, la desfiguración no permite el reconocimiento facial, y la sangre fue drenada por lo que hemos intentado buscar otras formas de extraer ADN que hasta ahora no han sido posibles. Además, como pueden observar – la doctora hizo un ademán en el lugar donde se encontrarían sus brazos – no tenemos huellas dactilares a las cuales recurrir. Detectives, para este siguiente paso necesito que mantengan la calma.
La Doctora Abbat levantó la manta por completo, el cuerpo había sido rebanado, la víctima era solo un torso con un “rostro”. Kreves tuvo que dar unos pasos atrás, le parecía inconcebible que alguien pudiera hacer algo como lo que estaba observando. Ahora que podía ver el c*****r por completo entendió lo que significaban esas cortadas en el torso de la víctima, era el símbolo de nuclear.
- Fueron cortadas con tanta presión que los pulmones de la víctima colapsaron – la doctora Abbat hizo una larga pausa, bajó la mirada hacia el c*****r como si una tristeza se apoderara de ella y luego continuó – se encontraba vivo cuando el asesino hizo esto
- Y… ¿Fue esto lo que causó su muerte?, pregunto Kreves con premura
- No sabemos con exactitud, intuyo que murió por estas perforaciones, y en caso de que no lo hiciera, cuando el asesino drenó su sangre seguramente provocó su muerte. Lamentablemente todavía no puedo saber con certeza que fue lo que pasó
- Tiene alguna otra cosa que nos pueda ayudar en el caso, doctora Abbat
- No, necesito hacer algunos análisis todavía, pero si encontramos algo les avisaremos inmediatamente. Todos los avances y fotos de la víctima y la escena están en las carpetas.
Kreves y John se despidieron de la doctora Abbat, salieron de la morgue y se dirigieron a la central de policía, si no había rastros de absolutamente nada, no tenían la identidad del c*****r, y si los testigos no habían aportado algún dato que ayudara a la investigación, el caso estaba muerto. No obstante, la policía no podría simplemente cerrarlo, este asesinato era tan brutal, las cortaduras, el símbolo, el colocar el cuerpo en un lugar público, la máscara, todo indicaba el modus operandi de un asesino en serie que apenas comenzaba. El gran problema era que no tenían idea de que víctimas prefería, no sabían nada, todo era un callejón sin salida.