Me despierto en un cuarto bastante luminoso, la luz era radiante y me traía una sensación de paz. Me levanto de mi cama y miro por la ventana, observo un amplio parque cubierto de rosas, había niños jugando por todos lados, logro reconocer a tres de ellos y los saludo, ellos también notan mi presencia y me sonríen. Intento mover mi cuerpo para observar toda la habitación, sin embargo, no puedo controlarlo, este tiene movimientos propios y yo… soy simplemente un observador.
Mientras me encontraba absorto en mis pensamientos, una voz femenina me llama para que bajara, salgo de mi habitación y observo hacia la izquierda, ahí se encontraban las escaleras que me llevarían hacia el primer piso. Al llegar me percato que la casa en donde me encontraba era bastante pequeña, en el primer piso a mi lado derecho, cercano a la puerta principal, había solo una pequeña sala como para unas cuatro o cinco personas, un baño justo debajo de las escaleras, luego un corto pasillo y al final de este una puerta de madera. Camino alegremente en esa dirección, abro la puerta y me encuentro con la misma mujer hermosa de mi anterior sueño, mi madre. Me siento en la mesa que había en el centro de lo que parecía ser la cocina, mi madre se percata de mi presencia, se gira para poder mirarme y me sonríe, con una dulzura que nunca había visto.
- … que bueno que ya bajaste, hoy te preparé tu comida favorita. No te olvidarás de tener todo listo para la tarde, acuérdate que tu padre viene hoy – Otra vez, la misma sensación que tuve en mi sueño, había algo que no se escuchaba con claridad, partes que se oían como si me encontrara debajo del agua.
- Sí mamá, solo jugaré un momento con mis amigos afuera, los estaba viendo desde la ventana y parece que me están esperando. Todavía me falta empacar unas cosas, pero no te preocupes las tendré listas.
- Yo sé que esto es duro para ti hijo, pero te prometo que vamos a un lugar mejor, podrás hacer nuevos amigos.
- Yo sé mamá – Viré mis ojos demostrando molestia, ya había escuchado ese mismo discurso varias veces antes y estaba cansado – Me los haz dicho un millón de veces.
- Bueno hijo, cuídate – Su madre miró un momento hacia la venta y susurró – tengo un mal presentimiento.
Miré a mi madre, a pesar de que intentó que yo no la escuchara pude captar cada una de sus palabras y me extrañaba lo que decía, nosotros vivíamos en un sitio bastante seguro y tranquilo, casi todos los vecinos se conocían entre sí y se ayudaban mutuamente, era muy poco probable que algo malo llegara a pasar. Dentro de mí tengo una sensación extraña, yo sabía que, en este sitio, poco tiempo después ocurriría el desastre nuclear más grande de la historia, no obstante, en este momento solo podía pensar que mi madre estaba diciendo disparates.
Al acabar mi desayuno me despedí de mamá y salí rápidamente de mi casa, afuera me esperaban tres chicos de mi edad, mis vecinos, a los cuales conocía desde muy pequeño. Todos teníamos edades parecidas, sin embargo, Avgust, mi amigo más antiguo, era el más de alto de todos, me atrevería a decir que parecía más nuestro hermano mayor que un amigo.
Avgust fue el primero en acercarse a mí, en estos últimos días habíamos salido a jugar cada vez que podíamos, en nuestro interior no queríamos despedirnos como la mayoría, no queríamos vernos tristes, lamentablemente ambos sabíamos que yo saldría de Prípiat pronto, y no nos volveríamos a ver.
- Te estábamos esperando, debemos jugar una última vez antes de que te vayas – dijo Avgust, en su cara podía ver reflejada su tristeza, al saber que yo, su amigo de toda la vida me iba a mudar a una ciudad que quedaba bastante lejos de Prípiat. De repente sentí una punzada en mi corazón, mis ojos se humedecieron, pero no quería llorar, no era una persona que mostrara mucho sus emociones y mucho menos lo iba a ser con tantas personas observándome. Contuve mis lágrimas apretando mis puños fuertemente, miré a mi amigo y le sonreí.
- Entonces esta será la última vez que les ganaré a todos – dije en un tono burlón. A pesar de mis intentos, mi amigo Avgust notó mi tristeza, pero al igual que yo no iba a dejar que nadie se percatara de cuánto nos íbamos a extrañar.
Jugamos como nunca, comenzamos con las escondidas, luego atrapadas, después simplemente a cualquier cosa que se nos ocurriera. Aprovechamos el tiempo al máximo y luego de aproximadamente tres horas sentí algo extraño a mis espaldas… mi cuerpo comenzó a sentir un escalofrío, sentía que alguien me observaba, me volteé para encontrar al portador de esos ojos, pero no veía a nadie…
- ¡Avgust! Mira eso – Al escuchar a mi amiga Lesya regresé mi mirada hacia ellos, pude ver como ella estaba levantando su brazo izquierdo en mi dirección, instintivamente giré para observar lo que ella señalaba, inspeccioné el área con mi mirada y al final lo encontré, al fondo, en dirección a la planta nuclear… una figura humanoide, gigante, parecía que medía unos dos metros, n***o por completo, y en su espalda tenía dos alas enormes.
- Ky… q-que rayos e-es eso – dijo Avgust sumamente asustado
- Y-yo como voy a saberlo, nunca en mi vida he visto algo así – me sorprendí al ver que respondí, el nombre que Avgust había dicho ciertamente no era Kreves, sin embargo, mi verdadero nombre seguía protegido por mi subconsciente.
- Tu lees ese tipo de cosas…
- E-Es el Mothman – dijo Yuri, estaba pálido, al igual que todos nosotros el miedo era presente en él.
- Que significa eso Yuri – respondí, necesitaba saber más para no correr hacia mi casa del terror. De repente una voz de un adulto surgió detrás de nosotros.
- El Mothman es una criatura de mal presagio, lo han visto en Estados Unidos e Inglaterra. Chicos regresen a sus casas, no es bueno que permanezcan aquí.
Todos lo quedamos viendo incrédulamente, para empezar ninguno de nosotros conocíamos a este señor, tenía cierto parecido con la familia Burakov, ojos color miel, cabello castaño, bastante alto y fornido, pero no recordaba haberlo visto antes. Además, ninguno de nosotros creía en cosas sobrenaturales, y ahora teníamos una justo delante de nuestros ojos, una que traía malas noticias, y si ese era el caso entonces qué podría ser lo trágico que iba a suceder. Nos mirábamos entre nosotros, no sabíamos bien que hacer, todos queríamos irnos, pero no teníamos el valor para hacerlo. Sentía un terror inmenso, no quería estar afuera con esa criatura, su mirada me perturbaba.
Mi madre en ese preciso momento me llamó para que entrara a la casa, sentí un gran alivio, me volteé a verla y le dije que solo debía despedirme de mis amigos, los miré y con una sonrisa tímida me despedí de ellos. Al llegar subí directamente a mi cuarto, no quería contárselo a mi madre y dudaba que alguno de mis amigos lo llegara a hacer. Los adultos no creían en estas cosas y mucho menos en una ciudad tan segura como Prípiat. Mi madre seguramente pensaría o que estaba imaginando cosas o que buscaba excusas para no mudarme.
Me sentía bastante inquieto, en la mañana mi madre me dijo que tenía un mal presentimiento, y ahora precisamente había visto a la reencarnación del mal presagio. No podía pensar en nada más que en la figura que había visto, estaba tan enajenado que olvidé que debía terminar de empacar mis cosas, simplemente me senté en la cama y traté de conducir mis pensamientos hacia otra cosa, sin embargo, lo único que podía ver era a ese ser… no era humano, pero lo parecía. Algo en mi interior me decía que las cosas no estaban bien, todo indicaba a que ocurriría una desgracia y la cuestión era descubrir exactamente qué iba a suceder.
Durante gran parte de la mañana mi mente divagó con los acontecimientos que había vivido, no me atreví a contárselo a mi padre a pesar de que había llegado a la casa horas atrás. Mientras caminaba de un lado a otro en mi cuarto, escucho nuevamente el timbre de mi casa, salgo corriendo al pensar que podría ser mi padre nuevamente, ya que en la tarde había salido por unos pendientes. Al llegar a las escaleras me doy cuenta de que el portador de aquella voz es otra persona.