Los hermanos Antonov siempre fueron imponentes, sádicos y dignos de portar el apellido de su padre. Fueron considerados un asedio durante muchos años, encabezando la lista de las mafias más brutales a nivel mundial. Su nombre evocaba malos recuerdos, erizaba el vello de la nuca de las mujeres y hacía temblar a los hombres. Quien se dignara a mirarlos a los ojos, debía evitar mojar su pantalón o sería lo último que haría. Fueron años de buena reputación, donde no solo marcaron precedentes para el resto de las mafias, sino que se posicionaron como la mejor organización criminal. No tenían competencia, eran autoritarios y brutales, pero todo cambió cuando una chica de poco más de veinte años arrojó una cabeza sobre su mesa.
Asha Antonov era digna nieta de Hedeon, y una sobrina ejemplar para su despiadado tío Levka. De permanecer con vida, se verían reflejados en el odio de sus ojos, en el temple para asesinar, en la disposición para tergiversar a su antojo, y con esa seducción que solo un puto Antonov poseía. Ella llegó con la fuerza voraz de un tornado y engulló a todos en su vórtice. Solo con poseer la sangre de Hedeon en sus venas, creyó tener el control de sus tíos. Asha estaba llena de ambición, una que la llevaría a la muerte si no controlaba sus impulsos. Ella se consideraba un alma indómita, una persona que no seguía las reglas ni obedecía lo que otro demandara. Ella no acataba las exigencias de los demás, ni se regía por los estereotipos de mujer bonita con poco coeficiente intelectual. Lo que Asha poseía de belleza, lo duplicaba en asedio.
A diferencia de sus primos, ella no se dejaba seducir por las mieles del sexo, ni por la rendición que eso requería. Ella sí tenía su juguete s****l para liberar el estrés, pero no lo consideraba algo sin lo que no podría vivir. Ella no estaba destinada a permanecer como la esposa fiel de un hombre. Ella los buscaba para calmar sus ansias, no para proponerles matrimonio, y de esa forma pensaba su intrépido primo Darko, quien, aunque el puto infierno ardiera fuera de su habitación, él cogía con una puta diferente cada semana para pensar mejor. Él consideraba el sexo como una distracción y al mismo tiempo el momento perfecto para pensar en buenas ideas.
Dante a diferencia de él, prefería pedirle a su tío que le enseñara el misterio tras el juego de las navajas. Nina aprendió un poco con Ignati, pero Dante quería ser mejor. Dante no era virgen por Darko, quien una noche lo llevó a un club de strippers e hicieron una extraña orgía donde Dante liberó sus veinte años de insatisfacción. Fue una buena noche, pero no era algo que le quitara el sueño. Él mantenía su mente ocupada, al mismo tiempo que su primo mantenía la boca de su puta de la semana ocupada con su pene. Dante abrió la puerta de la habitación de Darko sin tocar, y lo encontró sentado al borde de la cama, con ambas manos en el cabello rubio de la mujer, mientras deslizaba su pie entre sus pliegues húmedos y ella aumentaba la velocidad de su boca y lengua sobre el pene de Darko. Todos en la casa estaban acostumbrados a encontrarlo así. Coger putas era su jodida diversión.
—No tenemos tiempo para esto.
Darko le sonrió.
—Cinco minutos. —Le guiñó el ojo—. ¡Cierra la puerta!
Dante cerró los ojos, giró la manija y cerró la puerta. Mientras él esperaba fuera de la habitación, recostado a la pared con los brazos cruzados, la chica goteaba de excitación. Darko no le permitió masturbarse. Quería que se viniera solo con el roce sobre el clítoris hinchado que su pie le daba. Darko sentía la humedad en su piel, al igual que los gemidos que salían de la boca de la chica cuando él penetraba su garganta. Sus testículos dolían por soportar el orgasmo, pero quería que ella terminase con él. La chica sentía el enorme pene taladrar su garganta. Las arcadas fueron sustituidas por el placer que le daba ver el rostro enfurecido de Darko con el que la penetraba sin control. Quería satisfacerlo para que volviera por ella. Quería ser su única puta, por eso permitió que él cumpliera sus oscuras fantasías con ella.
El empuje en su garganta se hizo más rápido. Darko tiró de su cabello y frotó su clítoris con rapidez. La chica, por instinto, movía la cintura sobre el pie de Darko. Él le repitió varias veces que lo controlase, que soportase el orgasmo hasta que fuese imposible contenerlo. Mientras tiraba del cabello le repetía que era su puta, y que él, como su amo, haría con ella lo que quisiese. Darko alzó un poco el trasero de la cama, y de una dura embestida, se derramó tan fuerte en su garganta, que la chica se ahogó por la fuerza del empuje. No se controló más y soltó su orgasmo sobre el pie de Darko, mientras él continuaba frotando para que sus piernas temblasen por varios minutos. Las rodillas de la chica dolían, su clítoris palpitaba y sentía como goteaba entre sus piernas. Fue el mejor orgasmo de su jodida vida.
Darko salió de su boca y se inclinó para deslizar su pulgar por el borde de sus labios. Sus labios eran carnosos, pero no lo suficiente. Le quitó el cabello de la frente y deslizó su dedo por el puente de su nariz. Sus putas siempre eran hermosas, pero no despertaban nada más que el deseo en su interior.
—Khoroshaya devochka (buena chica) —susurró Darko—. Me gustó.
Ella lamió sus labios y esperaba que él la besara, pero en su lugar, se levantó de la cama para tomar un baño y la dejó sentada sobre su humedad. Darko se ocultó bajo el agua de la ducha y limpió todos los residuos. Cepilló sus dientes, hizo gárgaras con el enjuague bucal, y cuando se colocó su ropa oscura, roció perfume en sus muñecas. La chica continuaba sentada en el mismo lugar, observando lo guapo que era Darko. Su largo cabello azabache, los ojos azules de su padre, esa sonrisa ladeada y una barba que siempre mantenía baja, conjuntamente con la masa de músculos de los que cualquier chica quisiese sostenerse y un pene lo bastante grande como para complacer y humedecer a una mujer, eran los factores más imponentes del chico.
—¿Pochemu ty yeshche ne ushel? (¿Por qué aun no te has ido?) —le preguntó Darko—. Terminamos. Tienes que largarte.
Darko se inclinó para sujetarla por el codo, recoger su ropa del suelo y arrojarla fuera. Dante miró a la chica temblar ligeramente cuando Darko le cerró la puerta en la nariz. La chica era voluptuosa, con un estómago no tan plano, pero lo suficiente para colocar un shot en su ombligo. La chica sujetó la poca dignidad que le quedaba y se vistió. Dante miró al hueco de la escalera frente a él y solo miró de reojo cuando ella bajó las escaleras corriendo. Darko siempre hacía lo mismo con sus chicas. Las buscaba para el sexo y nada más. Siempre fue honesto sobre eso, pero cada chica que llevaba pensaba que lo doblaría y harían con él lo que Nina hizo con su padre. Nina era un alma dulce y su padre la secuestró. ¿Cómo surgió una relación de eso? Era una pregunta que muchos se hacían, sin embargo, fue un amor que se mantuvo por décadas y que continuaba igual de ferviente, apasionado y seductor que el primer día.
Darko arrojó la puerta de su habitación cuando salió y Dante lo siguió. Lo que harían no seguía las reglas del Volk. Adkik dejó estipulado que nadie haría nada contra ella hasta que se demostrara si era o no una Antonov. Adkik estaba confundido de qué era lo que debía hacer, así que mientras su mente se aclaraba, debían aguardar su decisión, cuestión que los menores no acatarían. Dante quería venganza por la muerte de Koç. Él tenía recuerdos con él, cuando iban a visitarlos. Koç era una buena persona que no merecía la muerte, y aunque aun su cuerpo no estaba sepultado, era momento de plantearse una venganza digna de la jodida familia Antonov. Les importaba poco si Asha era o no familia. Pagaría de igual forma por su muerte.
Darko miró a Dante esquivar las cámaras de seguridad que Adkik colocó en los rincones de la mansión. Por protección, instalaron las cámaras poco tiempo después de reconstruir la mansión después de su destrucción. Adkik no quería visitas sorpresas, ni personas que hicieran daño. Además, cuando la mansión se llenaba con la familia, la mejor forma de localizarlos era por las cámaras. Adkik solo las desconectaba cuando sujetaba a Shaindel por la cintura y la subía sobre la mesa del comedor. No quería que nadie lo viera coger a su Dama. Del resto, las cámaras se mantenían activas todo el año y eran vigiladas por el equipo que mantenía en la instalación continua.
—¿Te estás escondiendo? —preguntó Darko cuando Dante se arrastró por la pared para evitarlas—. ¿Qué carajos eres? ¿Un puto cobarde?
Dante no respondió y continuó esquivando las cámaras. Estudió el patrón de movimiento y se grabó cada movimiento de cámara de acuerdo a los segundos que tardaba en moverse para cubrir todo el terreno. La mansión era enorme, como tres campos de futbol profesional. Las habitaciones eran del tamaño de un apartamento, y las escaleras estaban por todas partes. Dante continuó caminando hasta evitar todas las cámaras principales y llegar al pasaje que conectaba la mansión con la instalación donde dormían sus hombres y se encontraba el puesto de control. Adkik, al igual que Levka, no quería que sus hombres estuviesen lejos ante un ataque, así que los más fieles dormían, entrenaban y vivían dentro del perímetro resguardado de la mansión. Y la base de control que monitoreaba todo, estaba dentro de ella.
—Esta puta idea fue tuya, Dante —rezongó Darko.
—Ya deja de decir puta.
Dante odiaba esa maldita palabra.
—Puta, puta, puta —dijo Darko como un niño—. Todo esto es una puta mala idea. ¿Tienes idea de lo que Adkik nos hará, o incluso nuestros padres?
Dante se detuvo, con su pecho rozando el de Darko.
—¿Quién es el puto cobarde ahora? —preguntó Dante.
Darko lo empujó con la fuerza suficiente para hacerlo retroceder.
—Jódete —gruñó Darko por lo alto—. ¿Qué putas quieres?
Dante se limpió las manos en la parte trasera del pantalón.
—Venganza —dijo Dante—. Quiero vengar la muerte de Koç.
Todos querían eso, y más cuando vieron la tristeza en la que se revolcaba Arinka desde que Asha la entregó. Arinka no volvió a ser la misma. No comía, no salía de la cama, simplemente no podía creerlo. Un día estaba sonriendo en el avión con el amor de su vida, y al siguiente estaba en una cama, con los putos rusos rodeándola y dándole la peor noticia de la vida. Arinka estaba destruida. Jamás imaginó que su Koç pudiera morir, ni que ella continuase con vida después de eso. Adeline se ofreció a quedarse con ella, al igual que Grisa, mientras todo se nivelaba. Serían días difíciles, pero también surgirían decisiones que cambiarían por completo lo que se pensaba de los Antonov.
Darko quería exactamente lo mismo que su primo. Dejaron la rivalidad que por alguna razón siempre los acompañaba y caminaron hasta la sala de control. El lugar era enorme, con pantallas HD que monitoreaban todas las instalaciones que le pertenecían a los Antonov. Entrar a ese lugar era como ver una película dentro de una cabina con pantallas en las cuatro paredes. La mayoría tenia los auriculares en los oídos y la mirada en sus computadores. Algunos se comunicaban con los hombres en tierra en los dos idiomas que manejaban, el ruso y el inglés. Monitoreaban que Asha no decidiera atacarlos por cielo o tierra. Después de ella la seguridad aumentó un doscientos porciento, y custodiaban todo lo que harían. Adkik ordenó que la familia entera se quedase en la mansión, custodiada y vigilada por él. Adkik no correría ningún otro riesgo, por lo que nadie debía salir del recinto. El problema era que sus hijos, aquellos que llevaban la misma sangre hirviendo por sus venas, harían lo posible para hacerle entender que se equivocaba.
Dante buscó a uno de los perros para que lo ayudase a salir. Lo extorsionó con un problema de adicción a la cocaína que si Adkik descubría le cortaría las manos y lo haría tragarse los dedos. El perro no tuvo más opción que acceder, y de la misma forma, por medio de otro secreto, Dante logró convencer a uno de los hombres en el centro de control para que encontrase el lugar donde se ocultaba su prima. Por eso se dirigían allí, evitando las cámaras y sorteando los perros que vigilaban las puertas. Fue difícil, pero era parte de la aventura que se alzó cuando el sol resplandeció sobre la nieve. Dante entró al lugar como un posible sucesor cuando sus padres fueran demasiado viejos para gobernar. Ellos eran el futuro, uno que ninguno de los hermanos pensó que sucedería. Incluso Darko, con todos sus problemas, era el futuro de la mafia roja, una que debió caer, pero solo renació.
—¿Encontraste la dirección? —preguntó Dante cuando llegaron hasta la silla del hombre que les daría información—. La necesito hoy.
El hombre era uno de los que fueron seleccionados con ojo crítico de varios lugares en específico, para que hicieran exactamente lo que ellos querían. Eran personas inteligentes, dispuestas a sacrificarse por ellos por el alto costo de la vida que tenían, y que nunca defraudarían a su Volk. El muchacho pensó que, debido a lo sucedido un par de días atrás, el favor que los chicos le pedían era parte de una investigación contra la nueva enemiga.
—Triangulé las señales, e intenté encontrarla en las cámaras de seguridad, pero no la encuentro. —El muchacho no dejó de buscar mientras hablaba con ellos. Asha era un fantasma—. No sé dónde esta.
—¡Encuéntrala! —gritó Darko—. ¿No se supone que eres el mejor?
—Eso me ofende —dijo alguien desde la puerta.
Los dos chicos miraron a la puerta, a la mujer de cabello rubio que se encontraba sostenida del umbral con los brazos cruzados. Darko miró a Dante. Esa no era una mala señal, pero sabían lo que significaba.
—¿Qué hacen los niños Antonov? —preguntó ella—. Adivino si quieren.
Darko permaneció con la boca cerrada. Fue Dante quien habló.
—Buscamos a Asha.
—¿Y lo buscaron a él para eso? —Señaló ella—. Los imaginaba más listos.
Darko revoloteó los ojos y Adeline sonrió. Ella era la mejor.
—Eres fiel al Volk —gruñó Darko.
—A su tío Adkik —corrigió ella—. Y sí. Soy leal a la familia Antonov.
—Por eso no te buscamos —interrumpió Dante—. No eres comprable.
Adeline respiró profundo. Había rastros de sus padres en ellos.
—¿Fue por eso, porque pensaron que eran más listos o porque supusieron que le diría a su tío? —Los dos callaron y ella volvió a sonreír. Ellos le recordaban a los viejos Antonov—. Me quedaré con todas las respuestas.
Darko no le temía a la mujer, ni temía que le dijera a Adkik. En lugar de temerle, la retaba, como si eso fuese una carrera sobre quien era peor, o tenía más entereza para soportar el castigo por desobedecer una regla.
—Sabemos que no lo harías —agregó Darko.
—Porque es una misión suicida —dijo ella—. ¿Olvidaron la cabeza?
Nadie podía olvidar la cabeza sobre la mesa. Fue de las cosas más traumáticas que vivieron en la vida. Ninguno vio antes una decapitación. A diferencia de su prima o sus padres, ellos no comenzaron con los asesinatos a temprana edad. Su educación fue diferente, casi idílica comparada con la de sus antecesores. Nunca antes atentaron a muerte contra un enemigo, ni estaban listos para ello. Lo único que sabían era que nacieron dentro de una de las mafias más despiadadas, y que debían comenzar a correr riesgos.
—En las putas mafias, la gente muere todo el tiempo —alegó Darko.
—No los que están bajo la protección del Volk —replicó Adeline dejando el umbral para acercarse a ellos—. Esto se salió de control, y antes de que hagan algo, esperen que él elija su siguiente movimiento.
Aunque Adeline siempre fue una buena persona con ellos, en ese momento era una jodida bruja que no los dejaba equivocarse.
—No tenemos tiempo. —Darko se adelantó. A diferencia del cobarde de su primo, él no les temía a sus mayores—. ¿Viste a Arinka? Esta destruida.
Dante se mantuvo en silencio. Él no sentía que lo que hacían era lo correcto. Quizá se equivocó al invitar a Dante. Lo conocía, era explosivo, y Dante estaba consciente que podía terminar mal si no tomaban las medidas necesarias. Se dejaron influenciar por los sentimientos, unos que ardían con tanta intensidad, que los cegó como la luz de una bomba nuclear.
—Queremos venganza —habló Dante finalmente.
Adeline lo miró. Para todos. Dante era inteligente, casi el hijo modelo. Adeline no pensó que se dejaría influenciar por Darko, porque en su mente de que Dante era casi perfecto, él no iría en contra de las reglas. Eran tan distintos, que de Darko podían creer cualquier cosa, pero no de dante. Él era otro nivel de chico, y estaba en la misma línea de hijos perfectos en el que se encontraba Etlana, la hija de Nina, mientras Alenka, la hija de Adkik, y Darko, eran un poco más salvajes de lo que sus primos podrían llegar a ser.
—Todos aquí queremos venganza, pero somos más inteligentes. —Adeline colocó las manos en su cintura y miró al muchacho que los ayudaría—. Ustedes, al contrario de nosotros, no han vivido lo suficiente. No saben lo que es una puta guerra, ni las muertes que eso conlleva.
Adeline no era la mala de la historia. Quería salvarlos.
—No puedo ayudarlos —dijo Adeline—. No los llevaré a la muerte.
La decisión de Adeline no era debatible, ni por aquello que Darko dijo.
—¿Y si la cabeza hubiese sido de Grisa? —preguntó el chico—. ¿Pensarías igual después de ver el cuerpo decapitado de tu esposo?
Adeline no pestañeó, no se movió, no tuvo gestos. Permaneció de espaldas, con la mirada en la sala al otro lado. Adeline se preguntó la noche anterior mientras cuidaba a Arinka cuál sería su respuesta a esa muerte si en lugar de Koç hubiese estado Grisa. El grado de amor que Adeline sentía por Grisa sobrepasaba sus límites. Adeline habría enloquecido bañándose en la sangre de aquellos que siquiera miraron el cuerpo sin vida de su esposo.
—Si la cabeza fuese la de Grisa, estarían desmembrados en sus jardines —articuló Adeline—. Nadie toca al ser que amo, no si quiere vivir.
Adeline los miró por encima de su hombro derecho.
—Cuiden sus espaldas —aconsejó—. Son un puto blanco.
Adeline los dejó pensando. Realmente Darko no pensaba, se guiaba por sus emociones. Quien sí pensaba era Dante. Quizás Adeline sí tenía razón y ellos se equivocaban al intentar actuar como si la vida fuese simple. Dante entendía la amenaza que estaba sobre ellos, pero como dijo Adeline, ellos no estaban preparados, ni siquiera tenían un arma en sus cinturas.
—¿Realmente lo haremos? —preguntó Dante.
Darko lo miró con el ceño fruncido y apretó su nuca.
—¿Te intimidó una jodida hacker? —preguntó mirándolo a los ojos y con la mano aferrada a su cuello—. ¡Brat! ¡Vamos! Somos los putos Antonov.
El apellido no era su salvación a la muerte. Solo era un apellido.
—¿Tienes miedo? —Dante mintió negando con la cabeza—. ¿Entonces?
Dante conoció su equivocación, pero fue tarde para arrepentirse. Debía continuar con su elección, salir de la mansión y conocer por primera vez el bar Nórdicos, donde no solo encontrarían a Asha, sino muchos problemas.