Capítulo XII-2

1879 Words

—Adiós, señorita Tarrant. ¿Tendremos el placer de escucharla en Nueva York? Me temo que allá hemos caído demasiado bajo. —Por supuesto que me gustaría elevar mi voz en la más grande de las ciudades —respondió la joven. —Entonces trate de ir. No la refutaré. Sería el nuestro un mundo, después de todo, muy estúpido, si siempre supiésemos lo que las mujeres van a decir. Verena era consciente de que el autobús de Charles Street estaba por pasar así como del malestar que la señorita Chancellor experimentaba; pero se detuvo aún lo suficiente para decirle que él tenía ideas muy anticuadas y que consideraba a las mujeres como un juguete de los hombres. —¡No diga un juguete, diga un gozo! —exclamó Ransom—. Hay una afirmación que me gustaría aventurar; soy tan partidario de ustedes como lo son u

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