Pistas

1180 Words
Josh Ayer fue el día más feliz y triste de mi vida. Mi hermano, después de tantos años, se había despertado, pero luego de que Vivian se fue, cuando le pregunté si recordaba que pasó aquella noche, él me miró incrédulo a la par que me preguntaba: "¿Qué noche?" Supe que las cosas no estaban bien. Me dijo que quería ver a papá y no supe cómo decirle que ellos ya no estaban. Él era la única pista de saber dónde estaba mi madre. Hoy por la mañana fui con él al médico. Él nos dijo que tal vez su mente había anulado los momentos trágicos vividos aquella noche y por eso es que no recordaba nada. Ni bien salió de la consulta y luego de haberle explicado que había estado 4 años en coma, Amilcar dijo que tenía que recuperar el tiempo perdido. Mi bro siempre fue el mejor, así que adaptarse a una escuela sería fácil para él. Esperaba salir rápido y estudiar una carrera, puesto que como él ya era mayor, tenía que disponer del dinero de nuestros padres. A eso de las 3 de la tarde fui a casa de Vivian, no sé porque me siento tan confundido cada vez que la veo. Ella me recibió con una enorme sonrisa, me llevó hacia su habitación y me pasó sus apuntes, estuve tentado a preguntarle sobre Torrealba, pero entonces ella preguntó por mi bro. Le conté todo, ella me inspira una confianza que no la tengo con cualquiera. Me despedí de ella y regresé a casa. Amilcar estaba hablando y recuperando el tiempo con Albert, ambos eran muy buenos amigos, Albert ya estaba en el cuarto año de su carrera. Si no fuera por aquel suceso, Amilcar también estaría en el mismo año de su carrera. En eso que ellos estaban jugando, que alguien tocó el timbre, yo fui a abrir, pero cuando llegué hasta la puerta ya no había nadie, fijé mi vista en el suelo y había un sobre, lo abrí y había una foto de mamá. Quedé en estado de shock, voltee la foto e inscrito en letras rojas pude leer una sola palabra: “despertaste” Despertaste... ¿Pero qué diablos significa esto? Ni bien caí en cuenta de que había algo que todos me habían estado ocultando. Amilcar no recordaba nada, traté de tranquilizarme, puesto que pensar en que este pedazo de papel podría llevarme a mi madre, era como una opresión de angustia y alegría en mi pecho. *** Año 1987 Siempre fue la más linda de la escuela, su belleza estaba dibujada en sus hermosos ojos color n***o, su piel blanca y su mirada inocente, era la envidia de muchas y el anhelo de otros. Ella no tenía ojos para nadie excepto para él, un chico alto y de tez morena, aunque su mirada era seria, siempre trataba de conquistarla con pequeños gestos que a ella le encantaban. Su ex no lo entendía, no sabía por qué lo había dejado por Palacios, no entendía, si él era mejor que ese chico pobretón sin qué caerse muerto. Siempre la observaba desde lejos, ella era lo único puro que tenía en su vida podrida pero ya no estaba a su lado, faltaban meses para que terminaran la preparatoria y él no había podido reconquistar su corazón. Había estado con varias chicas después de ella, pero era precisamente ella a quien no podía olvidar, tenía que planear algo. Ella sería suya al precio que sea… *** Vivian Desperté más temprano que de costumbre. Anoche me quedé hasta altas horas de la noche conversando vía f*******: con mi castaño amigo, ni bien me conecté él me habló. —¿Estás bien, Josh? —le pregunté con preocupación. —Perfectamente, ¿por qué? —Pareces angustiado —mordí mi labio, esperando su respuesta mientras escribía, pero me dejó en visto. Parecía querer hacerlo al principio, pero luego cambió de parecer. Eso me hizo sentir algo incómoda, como si ya no confiara en mí. Luego trató de evadir el tema y empezó a hablarme de otras cosas, de las tareas, de los planes que teníamos, hacía tanto tiempo que no salíamos los 3, Joaquín él y yo. Necesitaba urgente una tarde de PlayStation con mis mejores amigos para liberar el estrés. Para matar el tiempo antes de arreglarme para la uni, tomé uno de mis libros favoritos. En él, la historia principal se centraba en un crimen de asesinato, el hijo de la víctima, una mujer de unos 40 años, se enamoraba de la hermana del asesino, su hermano era el culpable de todo, una relación prohibida con la madre del amor de su hermana había decantado en un asesinato frío y violento, era una historia atrayente y llena de lujuria y sexo. Me encantan las historias con escenas picantes y casos policiales, aún no lo tengo decidido, pero quizá en un futuro me gustaría ser médico forense. El despertador sonó cuando estaba en la mejor parte del libro, con un mohín en el rostro lo cerré, estaba muy decepcionada, pero en fin, tenía que ir a clases. Jacinto Córdoba, mi odioso profesor de fisiología, que no sé por qué se las trae conmigo desde la primera vez que me vio, me cerraría la puerta en la cara si llegaba tarde. Me alisté lo más rápido que pude. Edgar, tan puntual como siempre, estaba esperándome en el living. Ni bien lo vi, lo abracé y le di un beso corto en los labios. Mamá no dijo nada, sólo me dio dinero para desayunar en el colegio. Llegamos y fuimos directamente al aula, estaba vacía, por lo visto llegamos demasiado temprano. Edgar me dirigió una mirada cómplice y se acercó lentamente, empezando a besarme, era un beso muy apasionado. No era la primera vez que me besaba así, una vez estuvimos a punto de hacerlo pero no pasó, yo aún seguía siendo virgen y me puse de meta no entregarme a nadie aún hasta estar enamorada de verdad. Sabía que ni Edgar ni Felipe fueron o llegarían a ser el gran amor de mi vida, estaba esperando a mi tercer amor, dicen que a la tercera es la vencida, ¿no?, pues quería comprobar la veracidad de la frase. Alguien interrumpió la burbuja en la que nos encontrábamos sumergidos Edgar y yo. Era nada más ni nada menos que Josh, que nos miraba completamente rojo, no sabía si de la vergüenza o de la furia, sus ojos se mostraban más negros que nunca y disimuló bien al girar su vista hacia otra dirección. Edgar y yo no estábamos haciendo algo malo, después de todo somos novios, pero sentí una punzada de dolor y tristeza al ver cómo me dirigió la palabra de forma despectiva. —¿Interrumpo algo? —murmuró Josh con un tartamudeo en la voz. —No estábamos haciendo nada malo, renegón —hice un puchero y me acerqué a darle un beso en la mejilla a modo de saludo, pero cuando me acerqué, él se apartó como si mi contacto le quemara.
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