Alexander sabía que Thomas se tomaría bastante tiempo antes de regresar, así que una vez que todos terminaron de comer, decidieron quedarse en el palacio que, a simple vista, parecía una majestuosa iglesia. Los antiguos castillos de los Wolfsbone, al igual que todas las tierras y mansiones que poseían en la actualidad, estaban resguardados por barreras que solo permitían el acceso a aquellos que eran invitados por la manada de la familia real, es decir, por Alexander y sus tres leales lobos. No había posibilidad de que un cazador o alguien que la manada rechazara pudiera ingresar en aquel lugar. Por eso sentían que estaban más seguros allí que en cualquier otro sitio. —Ya que estaremos aquí durante bastante tiempo mientras Thomas viene a recogernos, quiero presentarlos con alguien—anunció