Al escuchar lo que dijo el lobo de piel bronceada, Ash frunció el ceño y respondió de inmediato: —No soy ningún cobarde —y con su mano temblorosa, la abrió. Thomas se acercó y vio que la mano del niño tenía muchas marcas recientes. —¿Qué te ha pasado? —Son las cuerdas cuando bajo o subo el cargamento en las grúas, queman las manos cuando no tienes guantes. Mañana amaneceré curado, pero igual todos los días se rompen —dijo Ash mirando sus manos con una mezcla de tristeza y resignación. —¿Por qué no usas guantes? —preguntó Jaime, interesado en entender la situación. —Tenía un par, pero se me desgastaron. Estoy ahorrando para comprarme unos nuevos. Los compraré a fin de mes —dijo el chico, metiendo la mano dentro de su ropa. Llevaba un saquito alrededor del cuello y comenzó a moverlo par