Luego de ese ofrecimiento por parte de Jonathan, Alexander miró a Oliver, buscando su aprobación, y este asintió con la cabeza. —De acuerdo, ve, hijo, pero que Edward te acompañe. Como bien sabes, no somos lobos solitarios. —Está bien —dijo Jonathan con una sonrisa, luego se acercó a Alexander para hacerle una reverencia. Campbell los acompañó, diciendo: —Les daré el dinero. Traigan más de una pomada, tengo la leve sensación de que las necesitaremos en el futuro —comentó Campbell al unirse a los dos Alfas para proporcionarles el dinero que necesitaban. Con sumo cuidado, Thomas cargó a Isabella y anunció: —La llevaré a mi habitación, su alteza. Alexander esbozó una sonrisa, observando a Thomas detenidamente. —Como bien sabes, Thomas, cuando alguien ajeno ingresa a nuestro territorio,