03. En búsqueda de un nuevo comienzo

1209 Words
—¡Que tenga un excelente día, caballero! —exclama alegre el jovencito, radiante de felicidad al finalizar su jornada de venta de periódicos. Con prisa, Campbell se sube rápidamente al carruaje, con los periódicos bajo el brazo, evidenciando su apremio. Sin percatarse de ello, dos rollos de las noticias del día se deslizan fuera de su alcance y aterrizan en un charco, justo en el momento en que la puerta del carruaje se cierra y el conductor emprende el camino sin demora. Emily, observadora, no pasa por alto esta situación y, sin titubear, se apresura a recogerlos y comienza a hojear las páginas. —¡No los he robado como pudiste ver! —exclama Emily, echando una mirada furtiva al ignorante niño, que se aleja despreocupadamente en busca de delicioso pan recién horneado. —¡Oye, niño! ¡Espera, tengo que preguntarte algo! —vocifera ella, desesperada por entablar una conversación con el pregonero que se aleja rápidamente. La joven de cabello castaño chasquea la lengua y, sin perder tiempo, vuelve su atención al periódico, buscando información que pudiera resultarle útil en su situación de desempleo. Por fortuna, encuentra justo lo que necesita en un destacado anuncio, ocupando media página: “Se solicita mujer de 18 a 22 años para empleo a tiempo completo en la mansión Wolfsbone, con alojamiento incluido. Las interesadas deben acudir a la siguiente dirección para una entrevista adecuada.” —¿La mansión Wolfsbone...? —susurra Emily mientras lee en voz alta el nombre de la imponente mansión. —Es extraño, nunca había escuchado ese apellido... ¿será común en Londres? —se pregunta, asumiendo que así debía ser. La joven pasa por alto este importante detalle que debería haber considerado. Lo primero que comprende es: —Si ese caballero ha comprado todos los periódicos, ¡eso significa que yo soy la única que ha visto este anuncio! ¡Es perfecto! —exclama la chica de ojos cafés, sintiendo que todo está saliendo mejor de lo que había imaginado. —Aquí dice la dirección... dice que debo tomar el tren. Oh... eso significa que no está en este lugar. Iré a la estación de tren; tal vez allí haya casas de cambio. ¡Debo darme prisa! Seguramente se trata de un empleo de sirvienta o cocinera, aunque no especifica con exactitud —murmura Emily, leyendo nuevamente el anuncio por tercera vez. Una persona más perspicaz habría notado la falta de información en ese anuncio, pero Emily, ingenua debido a su joven edad de dieciocho años y sus desesperadas circunstancias, asumía que así eran las cosas en ese país. Por esa razón, omitió los posibles peligros y se dijo a sí misma: —Daré una buena impresión en la entrevista. ¡Debo darme prisa! —exclama mientras busca por su cuenta una estación de tren. Horas después, Campbell llega a la mansión con un suspiro de alivio. Coge el montón de periódicos y entra al lujoso recinto, donde no le sorprende encontrar a Su Señor Alexander, esperándolo en el vestíbulo mientras bebe un vaso de whisky, demasiado temprano en la mañana para tal bebida. Alexander se había enterado anoche muy tarde de la locura que se les había ocurrido a Campbell y Thomas, por eso les dijo que a primeras horas de la mañana, debían solucionar el error que habían cometido. —¿Son todos? —pregunta el hombre lobo con voz seria, consumiendo el contenido de su vaso de un solo trago. —Sí, su majestad, son todos los diarios. Pido disculpas... anoche estábamos desesperados y... —¡Tan desesperados que estaban a punto de buscarme a cualquier mujer para convertirla en mi esposa! —rugió con tal fuerza que Campbell cierra sus ojos con fuerza mientras se quita el sombrero. —¿Creen que aceptaría algo tan repugnante como eso? —Mi Señor... —se atreve a decir Campbell, con su rostro más serio: —Todas las jóvenes de sociedad de Inglaterra lo han rechazado, no queda ninguna disponible. La última fue... la hija del duque Fraser —declara y luego se detiene para apretar los labios. —Tampoco hay disponibilidad en Escocia, Gales y ha dicho que no desea a irlandesas. Ni siquiera debemos considerar americanas... así que no tenemos más opciones, su alteza —menciona Campbell sin atreverse a mirar a Alexander, quien lo observa fijamente. —¡Pero eso no significa que me casaré con cualquier mujer vulgar que entre por esa puerta! —grita, señalando la puerta, antes de volver a llenar su vaso de whisky. Campbell tragó saliva, consciente de que su error era motivo de su desesperación por encontrar una pretendiente para su señor, pero aún así odiaba recibir reprimendas... —¿Y ahora qué hacemos, mi señor?... El tiempo se agota... —Cederé esta vez —declaró Alexander, lanzando una mirada intimidante a Campbell, quien en completo silencio escuchó a su señor decir: —busca mujeres de origen irlandés... —masculló con tanta rabia que lanzó el vaso al suelo, creando un pequeño alboroto. —¡Perfecto! ¡Llamaré a la casamentera de inmediato! —exclamó Campbell, mientras Alexander cogió un periódico y, al abrirlo, se encontró con el anuncio que Campbell y Thomas habían colocado. Al leerlo, esbozó una risa llena de ira y dijo: —Solo una mujer desquiciada vendría a una entrevista con este anuncio. ¡Ni siquiera sirven para eso! ¿Qué pretendían encontrar? ¿Una tonta desesperada? —gritó Alexander a pleno pulmón mientras arrojaba el periódico al fuego de la chimenea. —¡Quema toda esa basura! —Lo haré enseguida, su alteza—exclamó Campbell, tomando un puñado de periódicos que arrojaría al fogón de la cocina. Mientras se dirigía hacia la cocina, Campbell notó que la cocinera, una mujer de mediana edad, tenía dos maletas en sus manos y vestía ropa de calle. Observando su aspecto, Campbell no pudo evitar preguntar: —¿Qué está haciendo, señora? —¿Qué cree usted? ¡Me voy! Ya no puedo soportar vivir con este demonio, ni todo el dinero del mundo no vale la pena. Estoy cansada de que me grite y me arroje la comida —dijo la mujer regordeta mientras se dirigía hacia la salida, ya que el día anterior había recibido su pago y por eso planeaba marcharse. —¡Señora Duncan, no puede irse! Espere al menos a que tengamos un reemplazo. ¡Tiene un contrato que cumplir! —exclamó Campbell, pero la mujer respondió al instante: —¿Qué contrato? ¡No lo han renovado en dos años y lo único que han hecho es explotarme porque todos los sirvientes se marchan! ¡En esta mansión hay dos demonios viviendo! El Lord Alexander y... —en este punto, su voz bajó y mostró más temor. —Un ser infernal... Lo escucho por las noches, sus pezuñas resuenan en el techo y sus rugidos. ¡Tengo pesadillas! Con su permiso, es mi turno de huir... —dijo la mujer empujando a Campbell, quien la dejó partir. Era comprensible, ella era humana y no sabía que su señor y ese ser demoníaco eran la misma persona. Además, no eran pezuñas lo que se escuchaba, sino garras cuando su señor se transformaba en lobo durante las noches...
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