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Con una mezcla de nerviosismo, ansiedad y una dosis de felicidad, Emily y Alexander llegaron a la exquisita habitación principal de la majestuosa mansión. —Hemos llegado —declaró Alexander mientras cerraba la puerta tras de ellos, sosteniendo el candelabro que emitía una suave y parpadeante luz, bañando la estancia en un halo mágico. Emily caminó por delante, su mirada absorbiendo cada detalle de la hermosa alcoba. Gracias a la tenue luz del candelabro, lograba apreciar a la perfección su entorno, que se presentaba en todo su esplendor. Las sábanas blancas de la cama parecían ser de un fino lino, mientras que la estructura de caoba tallada, con sus elegantes columnas y cortinas de seda color marfil que la rodeaban, otorgaban un aire de elegancia y lujo a la cama. Los muebles, de madera o