Mientras tanto, Thomas y Campbell habían llegado a una elegante residencia en la calle Chester Square, donde se alzaban majestuosas casas prestigiosas en el corazón de Londres. El clima nublado característico de la ciudad había dado paso a una leve lluvia. Con gracia, Thomas desplegó un enorme paraguas oscuro para proteger a Campbell, quien llevaba su distintivo sombrero de copa alta al salir del carruaje. Subieron las escaleras de la terraza de la entrada, y al llegar, tocaron la puerta. Mientras Thomas se sacudía los restos de agua del cabello, y luego cerraba el paraguas dejándolo en la entrada, Campbell le lanzó una mirada de reproche por salpicarlo.
—No te comportes como un lobo mientras estamos en la calle, Thomas —reprendió Campbell, casi como un padre regañando a su hijo. Pero el
